Capítulo 13. El positivo más negativo.

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Pasó un mes, las cosas estaban más calmadas, el príncipe se la pasaba más tiempo fuera del castillo que antes; en reuniones, celebraciones y demás

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Pasó un mes, las cosas estaban más calmadas, el príncipe se la pasaba más tiempo fuera del castillo que antes; en reuniones, celebraciones y demás. Emilia solo lo veía en la televisión donde transmitían las entrevistas que él daba, dónde se excusaba de que su esposa estaba "enferma" y por ello no podía acompañarlo.

«Que descarado, ¿por qué no le dices la verdad al mundo? Que tienes secuestrada a tu "esposa", que la abusas cada que puedes, que la golpeas si no te hace caso, que no la dejas ni salir de la segunda torre sin tu permiso, todos piensan que soy una vaga y enferma, pero la verdad es que estoy atada al príncipe CRUEL.» pensó Emilia mientras veía el rostro sonriente de Henry en la televisión.

Luego de un rato Emilia corrió directo al baño que había en la habitación, tenía vómitos matutinos desde hace dos días y muchísimo cansancio.

La reina se asomó a su habitación para espiarla como de costumbre y la escuchó vomitar, se acercó a ella y al verle el rostro le exclamó con alegría.

— ¡Estás embarazada!

Emilia de inmediato dejo salir otro vómito y luego se levantó.

—No lo puedes saber solo con verme.

—Claro que si, te ves exactamente como yo cuando me enteré del embarazo de Henry.

—¿Qué?— Emilia se tocó el vientre, deseando que solo fuese alguna ilusión de la reina.

—Que alegría, pensé que eras una esposa inútil que ni embarazarte podías.— la miró despectivamente— Traeré al médico.— se marchó corriendo mientras que buscaba en su teléfono el número del doctor.

Luego de un rato Emilia se encontraba sentada en la cama, esperando al doctor y su inminente resultado.

Le hicieron una prueba de sangre y le examinaron el resto de su condición.

—La princesa Emilia se ve muy delgada, debe comer más, beber más líquidos y tomar medicinas— explica el doctor mientras que la reina lo mira desesperada por saber el resultado—, deberá ponerse fuerte para poder llevar el embarazo con buena salud.

—¡Ay lo sabía! Una madre nunca pierde sus instintos.— exclamó la reina, llena de felicidad por la noticia.

—Si, tienes seis semanas de embarazo debes cuidarte mucho, bueno, felicidades princesa— le entrega un papel con los medicamentos y alimentos que debe comer para reponer su salud y se marcha.

— ¡Debo llamar a mi hijo para decirle que seré abuela¡ Por fin este castillo vacío tendrá luz y alegría.

La reina se marchó dejando a Emilia sin palabras y a punto de desmayarse de la impresión.

La noticia por supuesto que alegro al príncipe, pero solo por la idea de que su coronación esta a la vuelta de la esquina.

No veía a Emilia como una esposa, o al futuro bebé como su hijo/a solo los veía como un paso adicional para lograr ser rey.

Emilia por su parte quedó en shock por un par de horas, sentada en el borde de la cama, tocando su vientre y visualizando sus opciones, sus limitadas y reducidas opciones.

Los días pasaron y tanto el príncipe como la reina solo podían hablar sobre la coronación y la celebración del reino. Mientras que Emilia se hundía en la depresión recostada en su cama.

La reina al notar esto, conversa seriamente con su hijo en el jardín, mientras juegan golf.

—Henry, ¿Qué sucede con Emilia y tú?

— ¿Cómo que qué sucede? — se pregunta confundido.

—Desde que te casaste con ella está sola en esa habitación. Es como si fuese prisionera.

—Ya te explique mamá, ella es muy enfermiza, tiene algo en su sistema inmune que la hace delicada. Exponerse al exterior por demasiado tiempo solo la debilita.

La reina se preguntó a sí misma si debería creerle a su hijo, ella más que nadie lo conoce, pero no interfiere con lo que hace. Piensa que es mejor que sea él mismo en la comodidad de su castillo a qué sea un monstro "incontrolable" en la calle.

—Deberías entonces colocarle alguna servidumbre que la escolte y que dé paseos matutinos, le hace daño al bebé que este encerrada todo el tiempo.— el príncipe asiente con al cabeza y hace una jugada con el palo de golf.— debiste elegir mejor a tu esposa, una mujer enferma no sirve de mucho.

Henry ignoró su comentario y termino el juego para enviar a una sirvienta a qué ayude a Emilia con lo que necesite.

Mientras todo este caos sucedía en la vida de Emilia, el padre: Andrés, se la pasaba alcoholizado en su departamento, observando por la ventana y ocultando la depresión y las consecuencias de su acción.

pasaron en las noticias un segmento que celebraba el matrimonio real entre el príncipe y la princesa Emilia de Castian.

Andrés observo el rostro de su hija, y no pudo evitar llorar, su pequeña estaba vestida de novia y tomada de brazos de un hombre... Su esposo.

—No debería preocuparme el hecho de que esté con ese príncipe. Tiene un castillo y ahora es de la realeza... ¿Qué es lo peor que le puede pasar? Le hice un favor.— dice mientras se sirve una copa más de vino y apaga el televisor.

No tenía idea de el infierno que pasaba Emilia.

En el castillo, Henry entro a la habitación donde Emilia estaba recostada.

— ¿Te sientes bien? — le pregunta como si realmente le importara.

Emilia asintió con la cabeza, aguantando las ganas de llorar.

—Te colocaré una sirvienta que se encargará de ti las veinticuatro horas. Te pasarás a una habitación donde ella tenga acceso siempre.

Emilia giró la mirada hacia él. Observándolo.

—En unos minutos vendrá a buscarte.— continuó explicando.

—¿Eso es todo?— cuestionó en voz baja.

—¿Cómo que eso es todo?

— ¿Así pasaré el resto de mi embarazo?

—Así es, obedece— Henry la miró con furia, como si quisiera clavarle un golpe en el rostro por responderle.

—Está bien, su majestad— Emilia solo respondió con lo que conoce, no quería ser golpeada hasta la muerte.

Emilia no quería morir, solo no quería estar embarazada.

La sirvienta llegó a la puerta y con una reverencia comenzó a llevar a Emilia tomándola del brazo con cuidado hasta su nueva habitación en la tercera torre.

De nuevo abandonada en la parte sola del castillo, justo donde inició todo.

—Con cuidado, princesa.

—No me llames princesa, soy todo menos eso.

—Debo llamarla así, usted es la esposa del príncipe, eso la hace una princesa.

—Solo llámame Emilia.

La sirvienta la llevo hasta la habitación, a comparación de su primera habitación cuando la secuestraron, está estaba mejor.

Una cama cómoda, un closet enorme, un escritorio y un baño dentro de la habitación. Por supuesto que estaba decorada con la clásico diseño del castillo.

El ventanal hermoso daba al jardín de atrás, dónde estaba el laberinto.

—Es una hermosa vista— dice la sirvienta.

—¿Cuál es tu nombre?

—Susan.

—Quiero ver ese jardín de cerca Susan, llévame ahí.

Emilia estaba débil, cansada y deprimida. Quizá solo ver el hermoso jardín verde la haría sentirse un poco mejor.

El príncipe Henry le había dado permiso a Susan de llevar a Emilia bajo total supervisión a cualquier parte del castillo, siempre y cuando nunca cruce los muros que la separan de la ciudad.

Emilia no puede salir de esos muros que rodean el castillo.

Atada al príncipe CRUEL. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora