Capítulo 10. La boda.

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Habían pasado los días, el príncipe mantenía a Emilia encerrada en la habitación como castigo por su intento fallido de escapar, no quería golpearla porque en la boda tendría muchos ojos encima de ella y un reportaje sobre violencia domestica seri...

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Habían pasado los días, el príncipe mantenía a Emilia encerrada en la habitación como castigo por su intento fallido de escapar, no quería golpearla porque en la boda tendría muchos ojos encima de ella y un reportaje sobre violencia domestica seria su fin como rey.

Le enviaban comida y se bañaba bajo supervisión de un guardia y la mucama, Emilia soportó todo callada, no quería otra golpiza ni mucho menos provocar la furia del príncipe, puede decir que ya aprendió la lección.

Un día antes de la boda la mucama entró a la habitación, se sentó al lado de Emilia y le contó la historia de como ella cayó en ese castillo.

Le contó que el príncipe Henry hizo negocios con su familia, le ofreció dinero a cambio de sus hijas pequeñas, necesitaba mucamas y sirvientas obedientes y sumisas, mujeres que no protestarán ante ninguna orden. Que mejor que criar a tus futuras empleadas bajo el régimen de tortura y manipulación desde pequeñas.

La familia de la mucama acepto el dinero, eran gente de pocos recursos, comían una vez al día así que una suma que incluía muchos ceros positivos en un cheque les cambio la vida.

¿Un trueque? Quizá, pero no les dolió entregar a su hija de nueve años a un hombre millonario solo por dinero, no fue fácil acostumbrarse, también recibió castigos, golpes y amenazas para llegar a dónde está.

— ¿No has intentado escapar? — pregunto Emilia desconcertada.

La mucama deja salir una sonrisa cansada.

— ¿Escapar? Es como un cuento de hadas, te gusta leerlo porque te da la sensación de paz, pero sabes que no existe. No sé puede huir del príncipe cruel, él tiene ojos en todos lados, conoce a todo el mundo y no sabes lo peligroso que es una persona con tanto poder... Estás condenada a vivir aquí el resto de tu vida.

La mucama tenía lágrimas en sus ojos, lágrimas que reflejaban un dolor de muchos años, Emilia se dio cuenta que ella tampoco sería la excepción. Si fue así de cruel con una simple mucama, ¿Qué tan malo puede llegar a ser con la que considera su esposa? Emilia aceptó su destino, la charla de la mucama lo tomo como una señal divina de que debe aguantar, porque no tiene escapatoria.

—Lo siento mucho Emilia... — la mucama se marcha de la habitación dejando a Emilia con un sabor amargo en su garganta.

«Tengo miedo... Es obvio que tengo miedo, mi rostro ya se desinflamo, puede decirse que estoy curada, pero aún tengo esa terrible sensación de dolor en mi pecho que no desaparece solo con alcohol y pastillas. Aún tengo el recuerdo vivo de mi padre golpeándome con una botella solo para traerme al castillo» pensaba Emilia mientras veía por la ventana la luna llena y el cielo estrellado.

—Tengo que ser fuerte...— se dijo para ella misma, sabiendo que el futuro es incierto, no quería morir como una cobarde, simplemente no quería morir.

El día de la boda llegó, Emilia lo supo por las radiantes decoraciones en el jardín trasero, supo que ese día sería el día en el que su alma sería oficialmente del príncipe.

Llegaron a su habitación varias mucamas, ninguna era la mujer que la ha estado cuidando desde que llegó, Emilia veía por la puerta a ver si quizá aparecía, pero nunca llegó.

Las mucamas la bañaron, vistieron, maquillaron y cubrieron con suficiente maquillaje las ataduras de las muñecas y los tobillos. Pasaron al rededor de tres horas arreglándola para que se vea perfecta para el príncipe. Todos conocían sus exigencias con respecto a la boda, todo debería verse bien.

A pesar de querer privacidad, los periodistas y reporteros harían lo que fuese para obtener alguna foto o vídeo de la boda, hasta infiltrar drones desde las alturas.

El príncipe solo accedió a tener un solo reportero en la ceremonia, ni más ni menos. Así tendría el total control de lo que se emitiría a la sociedad y al país entero.

La reina está en el salón, recibiendo a los pocos invitados que el príncipe aceptó invitar, recibiendo halagos por la hermosa decoración.

Las mucamas terminaron de colocarle el vestido a Emilia, la cual se sentía como si asistiera a su propio funeral.


Emilia al estar lista fue escoltada por cuatro guardias para ser llevada hasta el salón donde daría inicio la ceremonia.

El príncipe ya esperaba en el altar, su madre viendo en primera fila todo.

Suena la música clásica que da la entrada de la novia. Emilia camina en cámara lenta, así se siente ella, caminando lento y respirando poco a poco para evitar desmayarse del miedo.

Observo al final del camino al príncipe Henry que la ve como si fuese realmente un hombre enamorado, con una sonrisa enorme y ojos brillantes.

«Es un maldito buen actor» pensó Emilia, caminando con tacones bajos de color blanco y arrastrando la cola de un vestido blanco con detalles de plata, corsé de cuero blanco y guantes que ocultaban sus marcas por atadura.

El velo le cubría la cara, tal como lo indica la costumbre del reino, una novia debe llegar inocente al matrimonio y, por supuesto, cubierta.

Todo paso rápido, el padre dio sus oraciones, oficializó la boda, se colocaron los anillos, los cuales se sentían como esposas pesadas y luego "el beso de marido y mujer".

Emilia solo había besado a ese hombre en contra de su voluntad, de hecho nunca había besado a nadie antes de eso, ¿el primer hombre que la besa es todo un monstruo? Sí.

Había visto suficientes novelas para saber cómo actuar un beso, cerrar sus ojos y esperar el choque de sus labios con los del príncipe.

Ambos sujetaron sus manos y el príncipe acercó sus labios fríos a los labios de Emilia, la cual no sintió nada en el vientre, nada en el estómago, ningún síntoma de amor. Todo lo que relataban las historias de amor que leía antes de todo esto nunca lo sintió en la vida real.

El beso duró unos diez segundos, y una eternidad para Emilia. Cuando terminaron ambos miraron al pequeño público que aplaudía emocionado y sonrieron, bueno, al menos el príncipe lo hizo, Emilia aún seguía en un estado de shock y el flash de las cámaras del reportero la cegaron por completo.

El príncipe tomó fuerte la mano de Emilia para que sonriera más complaciente, está obedeció, sufriendo por su mano apretada.

El resto de la ceremonia fue más incómoda que nunca. El príncipe tenía sujetada a Emilia en todo momento, al estar en la torre central del castillo nadie la tenía vigilada, podía huir de cualquier forma y él sabía perfectamente eso.

En un momento de la ceremonia el príncipe Henry lleva a Emilia a la segunda torre, dónde se encontraba su real habitación. Donde el príncipe Henry dormía.

Emilia admiró el lugar, observo la cama enorme, los ventanales preciosos y la decoración clásica de un castillo.

Henry cerró la habitación con seguro y camino lentamente a dónde estaba Emilia.

—Hoy fue un día agitado, ¿no crees?

Emilia solo asintió, temiendo decir algo equivocado.

— ¿Sigues nerviosa? Ya puedes calmarte— coloca su mano en su hombro y retira poco a poco el tirantes del vestido.

Emilia respiro profundo, temiendo lo peor.

Henry deslizó el cierre en la espalda del vestido y descubrió su piel.

—Eres muy hermosa, Emilia, eso es cierto. He esperado tanto tiempo para poder hacerte mía— acercó sus labios a su espalda besando poco a poco hasta llegar al cuello, Emilia se paralizó.

Henry la giro a su dirección, y continuó besándola, Pero Emilia no sentía nada. Al introducir su lengua dentro de su boca ella no aguanto más y lo empujó.

— ¡No!— exclamó, cubriéndose la cara.

Henry furioso y sintiéndose rechazado la empujó contra la cama, y le arrancó el vestido, desgarrando las costuras del mismo, Emilia cerró sus ojos e intento forcejear como pudo, grito como pudo.

— ¡Por favor, no! —suplico.

—¡Eres mi esposa ahora, mía y tomaré lo que me pertenece! — le quitó toda la ropa de encima y continuó besándola, como Emilia se resistía tuvo que sujetarla fuerte de la mandíbula para besarla.

Toda esta escena de fuerza y negación le hacían sentir al príncipe una adrenalina y deseo de poder dominar.

Le dio una bofetada a Emilia para que deje de gritar y la penetró repetidas veces hasta terminar.

Emilia sintió cada estocada como puñaladas en su interior, no podía creer que su primera vez era una violación. No quería ser esa clase de víctima, pero ¿era ilegal aun siendo su esposa? No lo sabe. Solo cierra los ojos y espera que todo termine.

Luego de terminar Henry fue al baño, Emilia al ver la habitación sola tomó una sabana y abrió la puerta de la habitación, solo para darse cuenta que ahí habían cuatro guardias cuidando la entrada.

—¿Escucharon todo este tiempo mis gritos de auxilio y no hicieron nada?— les pregunto a los guardias.

—Vuelva adentro— le ordena uno de los guardias.

—Esto es increíble— murmuró Emilia, acostándose en la cama nuevamente. Sintiendo como un hilo de sangre roza su pierna.

No quería llorar, no debía demostrar debilidad a tal bestia llamada Henry.

El príncipe salió del baño con un rostro de satisfacción y le ordenó a Emilia darse un baño igual.

Se levantó y se dirigió a la ducha, intentando limpiar de su piel el asqueroso rastro de ese hombre que la tomó con fuerza y la hizo suya de la forma más cruel que pudo.

Atada al príncipe CRUEL. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora