Capítulo 25. Un adiós.

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Susan se encontraba en la habitación con Henry, cuando se acercó lo suficiente para tomar la pistola que este traía en su cintura, este se giró de forma rápida y le tomo el pie para que cayera al suelo

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Susan se encontraba en la habitación con Henry, cuando se acercó lo suficiente para tomar la pistola que este traía en su cintura, este se giró de forma rápida y le tomo el pie para que cayera al suelo.

— ¡Eres una maldita escoria! —exclamo Henry mientras se colocaba encima de ella.

— ¡Suéltame! ¡Enfermo!

— ¿Cómo te atreves a ponerte en mi contra si gracias a mi tu familia tiene que comer? Eres una malagradecida— la tomó por el cuello y le hizo presión— ¿y sabes lo que le pasa a las malagradecidas?

Susan lucho con todas sus fuerzas para quitárselo de encima, pero el peso de Henry contrarrestaba todo esfuerzo que aplica Susan para deshacerse de él.

Henry apretaba con tal fuerza su garganta, que podía sentir como la sangre hervía en sus venas, Susan miraba despavorida el rostro vengativo y diabólico de Henry, que se relamía los labios al ver como agonizaba.

Susan tenía esperanzas de que Emilia cumpliera su promesa de regresar a salvarla, pero también deseaba que Emilia se hubiese escapado y este a kilómetros lejos de ahí para salvarse a ella misma.

Sus ojos comenzaron a apagarse, su corazón comenzó a reducir el ritmo de sus latidos, su respiración ruidosa ceso, Henry logró su cometido; quitarle la vida a Susan.

Henry se levantó furioso, deseoso de hacerle lo mismo o incluso peor a Emilia y a ese idiota que se atrevió a tomar lo que por derecho es suyo.

Teresa y Henry se encontraron frente a frente en medio del pasillo, esta estaba armada con un cuchillo que decidió ocultar en su espalda mientras se acercaba a Henry.

— ¿Cómo saliste? — le pregunto este.

— ¿En serio creíste que me ibas a tratar como a las mujeres que matas y abusas?

—Ahora no, madre... Tengo asuntos por resolver.

—Yo igual— ambos quedan a centímetros de cercanía, la respiración de Henry es parecida a la de un toro a punto de correr directo a la banda roja, mientras que Teresa siente sus manos temblar de los nervios.

— ¿Qué quieres? — insiste fastidiado.

—Debo arreglar lo que ocasione, debo enmendar toda esta situación.

Teresa saca el cuchillo y con toda su fuerza, apunta a su pecho.

Ambos quedan perplejos por tal acto, Henry no se lo esperaba de su madre, de la persona que le dio la vida, que lo cuido de tantas cosas. Mientras que Teresa, que no sabe de anatomía, solo se preguntaba cuando tiempo tardaría en morir en sus brazos.

—M-mamá— dice con voz entre cortada, mirando el lugar en el que clavo el cuchillo.

Teresa soltó el cuchillo y dio dos pasos atrás, observando como su imponente hijo, se tambalea de a poco.

—Lo siento mucho, hijo— dejo salir sus lágrimas—, pero hiciste mucho daño.

Henry respiro profundo y de un solo jalón tomo el mando del cuchillo y lo saco, dejando salir un pequeño quejido de dolor, haciendo que saliera un chorro de sangre, manchando el suelo y parte de su ropa. El cuchillo perforo en medio de la clavícula.

Teresa asombrada solo pensó en correr, esa herida no fue suficiente.

— ¡No huyas, mamá!— grita en tono burlón, mientras la sigue.

Corriendo a todo lo que dan sus piernas, Teresa es tomada por el pelo, Henry la sujeta fuerte y, con el mismo cuchillo, lo deslizo en su cuello, haciendo que la sangre destilara en el suelo.

Teresa se sujetó el cuello, intentando cubrir su herida, sintiendo como toda la sangre caliente salía entre sus dedos. En cuestión de minutos también cayó sin vida en el suelo, en su propio charco de sangre.

Henry dejo caer el cuchillo junto al cuerpo de su madre, y cubriéndose con una mano la herida de su pecho, siguió en búsqueda de sus siguientes víctimas.

Dante le propone a Emilia a entrar por el mismo camino que uso para verla esta mañana.

— ¿Camino secreto? — pregunto Emilia, mientras lo seguía.

—Sí, ¿piensas que entre por la puerta grande y saludando a todos? — con sarcasmo. Sujetando fuerte la mano de Emilia.

Aunque por fuera estaba tomándose las cosas con algo de gracia, por dentro esta aterrado, sabe que está en un territorio donde no tiene potestad, y todo lo que le queda es luchar.

—Solo espero que Susan este bien— confiesa.

Ambos corren y salen de ese pasillo que había entre los muros, el padre de Dante; Héctor le había contado sobre la estructura del castillo hace muchos años, Dante se había obsesionado tanto por la arquitectura que memorizo todo lo que su padre le contaba en su niñez.

Emilia y Dante se paran en seco al ver a través de la puerta de la habitación como una mano esta tendida en el suelo.

Dante sujeta a Emilia para que no entre primero, en el caso de ser lo que él se imagina, quiere evitarle esa imagen tan terrible. Pero Emilia es mucho más ágil y se zafo rápidamente de la mano de Dante, entrando sin preaviso al cuarto, cubriéndose la boca de inmediato para ahogar su grito de horror.

— ¡SUSAN! — dejo salir, Dante entro seguido de ella, acercándose a Susan para tomarle el pulso.

Aunque no fue necesario tocarle el cuello o la muñeca para medir sus laditos, porque su piel estaba fría, algo morada y en su cuello las huellas en forma de hematomas de las manos de Henry como acto final.

—Es un maldito...— susurro Dante.

—Susa, no, Susan, te prometí que nos iríamos juntas, ¡te lo prometí! — dejando salir su llanto en forma de gritos ahogados.

Emilia tomo con cuidado la cabeza y el torso de Susan para darle un último abrazo, darle un adiós.

—Tenemos que irnos, Emilia— advirtió dante con un dolor en el pecho.

—No puedo irme sin Susan...— negando con la cabeza y abrazando el cuerpo sin vida de Susan.

—Ella ya no está aquí, ella está muy lejos, fuera de las garras de ese maldito— se arrodillo para hacerla entrar en razón.

Emilia solo lloraba, sus lágrimas caían sin parar, su amiga, su confidente, su más leal compañera se había ido de este mundo.

—Vamos, Emi— le tomo la mano.

Emilia mirando con tristeza el rostro palidecido de Susan, le dejo un beso en la frente seguido de un susurro; tu muerte no será en vano. Y se levantó para tomar la mano de dante.

Atada al príncipe CRUEL. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora