Capítulo 16. Dante y Emilia.

74 5 0
                                    

Perspectiva de Dante

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Perspectiva de Dante.

Mientras que mi padre preparaba todo para pintar al rey Henry yo aproveche para detallar el castillo, solo estuve una vez cuando era niño y mis recuerdos sobre este lugar son muy borrosos, como todo niño de diez años se aburre fácil de las cosas.

Todos tenían puesta la atención en el nuevo rey, así que me siento bastante libre de recorrer todo, camine por los pasillos hasta toparme con un corredor que me llevaba al jardín trasero del castillo, al adentrarme me sorprendió un hermoso laberinto de arbustos.

Me adentre al laberinto como un niño pequeño, intentando descifrar si es fácil o no salir de ahí, pero como era de suponerse me perdí entre tantos cruces y hojas verdes.

Miré arriba en señal de rendición, cuando el reflejo de una ventana me cegó de pronto, coloque mi mano en forma diagonal en mi frente para taparme del sol y observar que hay dentro de esa ventana, es una mujer.

Una diosa hecha mujer, cabello rubio, piel blanca y me está haciendo señas de cómo salir del laberinto, me guio con su dedo hacia el camino que debía tomar.

Seguía sus indicaciones mientras dejaba salir pequeñas carcajadas, ahí estaba yo, en mitad de un laberinto, siguiendo el dedo índice de una mujer desconocida.

Ella también se burlaba, podía verlo a través de la ventana, como su boca se abría en forma de sonrisa al verme perdido.

Al salir del laberinto le agradecí con una pequeña reverencia, y ella coloco su mano en el vidrio, luego desapareció en la profundidad, y yo quede con un sentimiento amargo de ignorancia. Me fastidia no saber su nombre.

Regresé junto con mi padre, el cual se encontraba sentado en el salón de banquetes, donde la familia real suele almorzar. Tome asiento junto a mi padre.

— ¿En dónde te habías metido? — me cuestiono mi padre, algo irritado.

—Me perdí, el castillo es enorme. — dije susurrando.

—Es cierto— afirma el rey— yo todavía me pierdo a veces entre tantos pasillos y habitaciones.

Todos sonríen, yo aproveche el momento para cuestionarle sobre la torre que vi, donde la chica desconocida estaba.

— ¿Qué hay en la torre de atrás? — le pregunte al rey.

— ¡Dante! — exclamo mi padre.

— ¿Qué? Es solo una pregunta...

Sentí la mirada filosa del rey Henry en mi nuca, y le regrese la mirada, no me siento intimidado por él, aunque tenga la corona encima, no lo veo como alguien superior.

—La curiosidad mato al gato, ¿conoces el refrán? — me pregunta el rey.

—Lo conoce, su majestad, mi hijo es curioso, perdónelo usted— inquiere mi padre.

Yo continuo dándole la mirada fija, no pienso bajar la guardia ante el rey.

—Hay habitaciones, muchas habitaciones— responde—, habitaciones de mi servidumbre.

Yo asiento, y regreso mi atención al plato que acaban de servirme.

«Entonces la chica de esa ventana en aquella torre alejada es solo una sirvienta. Debo encontrar la forma de acercarme a ella y conocerla.»

Mi padre intentó cambiar el tema, sin embargo, la mirada del rey aún seguía puesta en mí, yo hice como si no me afectara. Halagando la comida, la decoración del lugar y por supuesto, la atención de su servidumbre.

Aunque no podía evitar buscar el rostro de aquella chica en cada sirvienta que entraba al salón.

—Bueno, su majestad, ¿está listo para ser retratado? Hicimos un viaje largo para darle el mejor de los cuadros— indica mi padre.

—Por supuesto señor Herrera, espere este día con muchas ansias— ambos se marchan al salón donde mi padre ya tenía todo acomodado, y me hizo señas para seguirlos.

Ser hijo de un reconocido pintor solo significa que debo seguir sus pasos, el negocio familiar se mantiene con sus descendientes. Aunque no es mi sueño ser pintor, debo apegarme a las costumbres familiares porque son lo que nos da de comer.

De igual forma tengo dinero reunido para estudiar la carrera de mis sueños, quiero ser arquitecto, quizá este cuadro sea el último que ayude a pintar, pero lo tomare como una señal de Dios para conocer a aquella mujer que me cautivo desde una ventana en lo alto de una torre.

Atada al príncipe CRUEL. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora