Capítulo 14. La perdida.

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Susan sostenía el jugo de naranja de Emilia mientras que ella caminaba descalza por el jardín, admirando las flores y las mariposas que revoloteaban todo el lugar

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Susan sostenía el jugo de naranja de Emilia mientras que ella caminaba descalza por el jardín, admirando las flores y las mariposas que revoloteaban todo el lugar.

No podía despegarse de su lado, eran órdenes del príncipe, el cual se mantenía de fiesta en fiesta, y de reuniones en reuniones, sin importarle Emilia y su condición.

La reina tampoco hacia de mucho, solo la miraba de lejos, la espiaba con la mirada.

Emilia se detuvo de su caminata matutina y admirando el sol en las montañas, dejo salir una lágrima. Lloraba muchísimo, incluso sin poder controlarlo, desde que supo que está embarazada no podía evitar llorar en todo momento, era como si en su corazón solo albergará la tristeza, como si cada vaso de agua que bebiera se convirtiera en lágrimas de forma automática.

— ¿Sucede algo malo? Emilia.— le pregunta Susan, acercándose a ella.

Emilia luego de un par de minutos en silencio, mira a Susan.

—No quiero este bebé...— su voz baja se quebró, y dejo salir más lágrimas.

Susan se sorprendió y la sujetó por el brazo, tenía miedo de que alguien de la realeza la escuchará.

—¿Qué? No... Su majestad— la llevo hasta un poco más allá del jardín donde no pudieran oirlas.

—Soy Emilia, llámame Emilia, por favor...— continuaba sollozando.

—Esta bien, Emilia, solo cálmense.

—No lo entiendes.

—Tiene razón, no entiendo nada... Pero no debería decir que no quiere a ese bebé, eso está mal.

—No dirías lo mismo si supieras la verdad.

Emilia se canso de aguantar tanto, tantos secretos, tantos golpes, tantos maquillajes que cubran sus moretones están agotándola. Tenía que hablar con alguien, con quién fuera, y solo esperaba no equivocarse al confiar en Susan. La otra sirvienta que la aconsejo y acompaño en sus primeros días no está, y solo sabe Dios que le sucedió. Temía lo peor.

Susan la escuchó atentamente, su expresión cambiaba a medida que se profundizaba la historia, ya no parecía a la Susan que se ofendió por él comentario de Emilia, ahora parecía entender lo que ella sentía.

Le contó todo, desde como su madre murió, como le afectó la relación con su padre, como su padre la ofreció al príncipe por una deuda, como el príncipe la obligó a tener relaciones y como se vio forzada a fingir ser una esposa sumisa, cuando realmente lo que quiere es correr, ¿pero correr a dónde? Emilia no tenía a dónde ir.

—No puedes quedarte aquí— sugirió Susan.

—No tengo donde ir, Susan. No tengo nada.

— ¡Pero eres princesa! Debes tener dinero, joyas, propiedades, algo.

— ¿De verdad sigues creyendo que soy princesa real?— Susan guardo silencio, y bajo la mirada— solo soy un papel actuado, no soy real, ni la reina ni el príncipe me ven como alguien, si no como algo. Como un objeto que pueden mover y poner a su gusto.

Susan comprendió, sabía que debía hacer lo posible para ayudarla.

— ¿Cuánto tiempo tienes de embarazo?

—Ahora tengo diez semanas, ¿Por qué?

Susan sonrió, pero no una sonrisa de burla, o una sonrisa amable, era una sonrisa malévola, de que algún plan se le había ocurrido.

Tomó a Emilia de la mano, dejó caer el vaso con el jugo de naranja al suelo y corrieron juntas hasta el pequeño bosque del mismo castillo.

— ¿Qué sucede, Susan? ¿A dónde me llevas? No puedo ir muy lejos o...

—Tengo tu solución— la interrumpe Susan.

— ¿De qué hablas?

Susan se detuvo en seco y Emilia la miró confundida.

—No puedo sacarte del castillo, porque así como tú, yo también soy una víctima más, soy una prisionera obligada a servirle al príncipe Henry, creo que no he sido la primera y tampoco seré la última.

—Lo sé, no esperaba que me sacarás del castillo, eso es imposible. — el rostro de Emilia se desvaneció de la desesperanza.

—Pero puedo ayudarte a que ese embarazo no continúe.

Emilia no se podía creer lo que Susan le confesó, que tan grande es el destino para que Susan conociera de hierbas medicinales, y que también en dicho bosque y jardín crezcan las llamadas plantas "ruda", una rama que es capaz de ayudar a que el vientre de Emili expulse de forma "natural" el feto.

—¿No es un bebé?

—No, no es un bebé aún, es solo un feto, solo tiene formado su corazón.

—¿Cómo sabes tanto de esto?

—Yo estudiaba medicina antes de que el príncipe me comprara. Ese era mi sueño, ser doctora.

Emilia sintió la empatía, se veía reflejada en Susan, alguien con planes y metas y luego sus sueños fueron truncados por un monstruo que lleva corona.

Susan me colocó las ramas de ruda en la mano.

—Si de verdad quieres salir de tu situación, debes beber un té con esto.

Emilia sintió las ramas en su mano, y con la otra tocó el vientre. Está segura de su decisión.

No quería sentir el peso de tener que cuidar a un bebé que se formó del fruto de una violación, que su padre sea un hombre cruel, y que su madre sea solo una víctima.

No esa clase de vida que quiere darle a un hijo. No siquiera estaba segura de querer tener hijos.

Así que con todo el dolor de su alma y con un pequeño cargo de consciencia, le acepto el té a Susan, con la esperanza de salir de eso pronto.

Susan llevó de nuevo a la habitación a Emilia, le preparo el té y luego se lo dio, Emilia bebió cada sorbo mientras que pedía perdón, pedía perdón por no ser suficiente, por no tener suficiente y por cometer este pecado.

—Dios sabe que solo lo hago por un bien— decía Emilia, sollozando.

—Dios lo entiende— colocó su mano en el hombro de Emilia.

Al día siguiente el príncipe Henry sería coronado, todo el castillo estaba preparado para la llegada de los invitados, los generales y demás personas.

El ambiente se sentía alegre, emocionante y nervioso, sobre todo el príncipe Henry que había esperado este momento toda su vida.

Ansiaba tener la corona en su cabeza, ansiaba tener el control total del castillo, le importaba menos el embarazo de Emilia. Este día era su día.

— ¿Hijo, y Emilia?— pregunta la reina, quien lo visita en su oficina en el castillo— ¿Qué no debería tu esposa y madre de tu futuro hijo acompañarte en tu coronación?

—No, ella está cansada, no quiero un rostro triste y enfermo en mi ceremonia.

La reina lo miró con duda.

—A demás, es mi día, Emilia no tiene nada que hacer ahí. Las personas entenderán que su condición es delicada y debe descansar.

Henry terminó de acomodarse y salió de su habitación para ir al salón donde todos están esperando.

La reina pensó en acercarse a la habitación donde deberían estar durmiendo ambos, pero decidió que no sería prudente. Ella confía en la palabra de su hijo, siente que si ella a tapado las atrocidades que Henry a cometido, este le tiene confianza suficiente para serle sincero.

Decidió confiar y se marcho hasta la ceremonia.

Mientras que Henry era coronado, alabado por las personas y aplaudido por su madre orgullosa, Emilia tenía las peores contracciones del mundo. Se estaba desangrando, sufriendo y sudando.

Susan le tenía todo a la mano, toallas limpias, agua tibia, pastillas para el dolor, y muchas palabras de aliento.

— ¡Me duele demasiado! — exclamó Emilia, cerrando sus ojos por el dolor.

—Ya pasará, debes aguantar.

— ¡Necesito un doctor, Susan! He cometido un error, esto no debería estar pasando.

Susan al notar que Emilia se desvanecía, salió corriendo en busca de ayuda, la ceremonia había terminado, todos estaban celebrando en el gran comedor, cuando Susan llamo a Henry, el cual furioso la miro con desagrado.

—Emilia está muriendo— susurro Susan.

Henry abrió sus ojos sorprendido y miró a su madre en señal de que debía cubrirlo.

Corrieron hasta la habitación, Susan había botado toda evidencia del té, así que Henry observo en la cama un charco de sangre enorme, cargó a Emilia y la llevó en auto hasta una clínica de alto costo.

Los doctores la llevaron a realizarse un eco, observando que el sangrado provenía de su vientre.

Luego de un par de chequeos y de estabilizar a Emilia le dieron la noticia de que habían perdido al bebé.

—Lo sentimos mucho, su majestad.

Henry no entendía a qué se referían, hasta que su madre, (que llegó un rato después) se acercó y le lanzo una mirada de pena.

— ¿Lo perdió? — Henry tenía un nudo en la garganta, un montón de sentimientos revueltos por la noticia.

Se sentía extrañado, hace unos minutos nunca pensó en el bebé, o en Emilia y ahora tiene un vacío en el estómago.

Henry sale corriendo del hospital y se marcha, dejando a la madre; Teresa, en la sala de espera.

Emilia recostada en la camilla solo podía dejar salir lágrimas, pero sin hacer ningún gesto.

Algo se quebró dentro de ella, nunca pensó que tomar esa decisión habría afectado tanto sus emociones, se sentía como si le hubiesen arrancado una parte de si misma.

Atada al príncipe CRUEL. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora