Capítulo 22. Confesiones

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Teresa se mantenía vigilando los movimientos de Henry, el cual cada día estaba más hundido en el alcohol y las drogas, logrando estar en la cama durmiendo por casi un día entero

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Teresa se mantenía vigilando los movimientos de Henry, el cual cada día estaba más hundido en el alcohol y las drogas, logrando estar en la cama durmiendo por casi un día entero.

Camila se encargaba de revisar en la oficina de Henry para chequear que ese sobre rojo siguiera sellado, cuando de la nada siente que alguien cierra la puerta de la oficina de un solo portazo.

— ¿Qué haces en mi oficina?

Camila se endereza rápidamente sin poder cerrar el cajón que estaba revisando.

—Su majestad... No es lo que parece.

— ¿Ah no? — se acerca a ella y ojea el cajón. — ¿no estas revisando mis cosas?

Camila niega con la cabeza, al mismo tiempo que sus ojos comienzan a ponerse vidriosos, sabe perfectamente que acaba de cometer un error.

—Déjame adivinar...— se le paro en frente— ¿mi madre te mando a espiarme?

Camila niega de nuevo. Henry la toma por el cuello, afincándola de la pared, apretando todos sus dedos, logrando que se le dificulte respirar.

—Odio las mentiras incluso más que a las escorias escurridizas— le dijo en el odio, haciendo que Camila sienta el terror en sus venas.

Sin embargo, Camila se mantuvo en silencio, cerró sus ojos aceptando su destino, no iba a traicionar a su reina por nada del mundo.

Henry al no escuchar ninguna palabra que le explique o justifique su presencia en la oficina, procede a noquearla, golpeando tan fuerte su cabeza contra la pared.

Camila cayó al suelo, sin respirar. Henry se acomodó su traje y registro un poco el cajón, percatándose del sobre rojo.

— ¿Así que esto es lo que buscabas? ¿Por qué tanto interés en esto? — abrió el sobre y se encontró con una información que valdría millones, pero a él se le ocurrió una idea mejor.

Se dirigió rápidamente hasta la segunda torre con el sobre rojo, caminando con tal imponencia y una sonrisa malvada que reflejaba lo oscuro de su ser.

Al llegar a la habitación, Teresa se levantó de un susto.

—Me asustaste, pensé que sería...

— ¿Qué? ¿Tu leal sirvienta Camila?

Teresa sintió un escalofrío en su espalda.

— ¿Dónde está Camila?

—Shhh— le siso, — no hagamos un escándalo de esto, no es la primera sirvienta que pierdes.

Teresa se inclinó un poco, sentándose de golpe en la cama, cerrando sus ojos y dejando salir una lagrima. Sabe lo que le hizo Henry, la mato.

—Concentrémonos en esto— le enseña el sobre rojo.

—No...

— ¿Esto es lo que quieras evitar que descubriera? Te diré algo, madre, no sabes lo que soy capaz de hacer, y si me consideras un monstruo pues lo seré.

Sale de la habitación, cerrándole con seguro la puerta a su madre.

Teresa quedo devastada, no podía creer en lo que su hijo se había convertido, y lo peor de todo, no podía evitar sentir que todo era su culpa.

Emilia y Susan no podían estar más feliz, Emilia por su extraña y dulce relación con Dante y Susan por vivir atravesó de ellos está linda situación.

Charlaban de lo más emocionadas como dos niñas cuando escucharon la puerta sonar.

— ¿Alguien toca la puerta? — pregunto confundida Emilia.

—Yo abro— se levantó rápidamente y con cuidado abrió la puerta, sorprendiéndose al ver el rostro feliz y algo cubierto de tierra de Dante.

—Hola— saludo con ternura, sacudiéndose un poco la tierra de los hombros— ¿Interrumpo?

— ¿DANTE? — grito en susurros Susan.

Emilia se levantó de la cama de inmediato y sin hacer preguntas se lanzó en los brazos de Dante.

— ¡¿Qué haces aquí?! — pregunto emocionad Emilia.

—Pues, quería darte una sorpresa, no fue tan difícil averiguar dónde duerme una mujer de cabello rubio y ojos hermosos— confiesa respondiendo los besos de Emilia.

Susan comprendiendo la situación decide dejarlos solos y marcharse a su habitación que queda al lado. Haciéndole un gesto de apoyo a Emilia.

— ¿Estás loco? No puedes entrar así al castillo, que hubiese pasado si...— Dante la interrumpe.

—No pasó nada, estoy aquí, además no puedes culparme por querer verte, pase toda la noche pensando en ti— Continua besándola.

Emilia y Dante se besan con algo de torpeza, hasta llegar a la cama, se acuestan y vuelven a besarse con tanta pasión que se olvidan por completo de las palabras.

—Te deseo, Emilia...— le susurra Dante, mientras le besa los senos, acariciando con una de sus manos la pierna y así deslizar con cuidado su ropa íntima.

—Solo hazme tuya de nuevo— le responde jadeando, besándolo y dejándose tocar.

Ambos continúan quitándose la ropa, observando sus cuerpos bajo la luz del día, Emilia se colocó encima de Dante mientras este dejo sus manos en su cintura, guiando los movimientos que iban de lento a rápido.

Emilia dejo salir algunos gemidos que excitaron a tal punto a Dante que no pudo evitar levantar su torso y tomar a Emilia por el cuello, besándola tan salvaje y apasionado, que rompió un poco su labio inferior.

—Lo siento— se disculpó Dante.

—No pares— jadeo Emilia.

Sudados, extasiados y acelerados, terminaron.

Tomaron un baño, acariciándose, besándose y admirándose.

—Eres todo un loco por venir hasta aquí...— le insistió Emilia.

—No escuche lo contrario hace unos minutos— en tono burlón.

—Quiero que nos escapemos hoy, repórtate enferma, di que tienes viruela, lo que sea— dice Dante.

Emilia esquivando su comentario se sale del baño y se viste, Dante hace lo mismo.

Dante noto en seguida que Emilia no se sentía cómoda con eso, algo pasa, lo podía presentir. Solo que no está seguro de que sucede.

— ¿Emi? — le repite.

—No puedo salir del castillo...— confiesa.

Dante al ver su rostro, su expresión de tristeza, se le acerca y le toma las mejillas para que lo mire fijamente.

— ¿Qué sucede? Te noto preocupada.

—No soy quien crees que soy, Dante— deja salir seguido de un sollozo.

Emilia comprendió que este es el momento de confesarle la verdad.


Atada al príncipe CRUEL. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora