Capítulo 5

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Apenas la puerta de la sala se abrió Bruno necesitó de cada pequeño fragmento de voluntad para no mandar todo a la mierda y asesinar al infeliz. Es que Arton Niels ingresaba con ese caminar soberbio que él gustosamente le quitaría a golpes. Además, y no era detalle menor, no quitaba la vista de su linda gatita, así que sí, tanto humano como lobo estaban más que dispuestos a acabar con el idiota.

—Tranquilo, lobito —dijo Arton elevando las manos al aire—. Juro que no le haré nada a ella —agregó y sonrió de lado.

—Te comportas —ordenó Nate con una extraña seriedad, clavando su mirada firme en el ex Alfa que ingresaba a la sala.

—Lo que diga el jefe —respondió Arton e hizo un gesto militar a modo de obediencia.

—¿Jefe? —indagó Cló un tanto confundida.

Bueno, no le ponía de buen humor el ver al infeliz libre, menos que su lobito precioso pareciera a punto de salirse de control, pero sabía que debían concentrarse en lo importante, en el plan que terminaría por fin con toda la mierda que se había desatado.

—Ah, ¿no lo sabe? —indagó Arton dejándose caer en una de las sillas.

—¿Qué cosa? —preguntó la leona claramente confundida.

—Arton, digamos que trabajará con nosotros —explicó vagamente Nate mientras buscaba en su computadora un archivo que quería enseñar.

—Él negoció con la vida de los suyos, él miró hacia otro lado mientras decenas de prisioneros eran llevados a los laboratorios de Lewis para ser utilizados como experimentos. Él hizo toda esa mierda —gruñó Bruno mientras señalaba al idiota que le sonreía desde su lugar.

—Por orden del Concejo —agregó Nate impactando solo con aquellas palabras.

Las confundidas miradas de Bruno y Cló pasaron de Nate a Arton y finalmente se posaron en Ian, en el único ser presente en el que confiaban.

Ian, con la mirada oscurecida por el odio, afirmó con la cabeza, obligando al otro par a tomar asiento solo para procesar que esos imbéciles que estaban metidos en el Concejo Supremo, mismo Concejo que tenía como fin cuidarlos; habían sido quienes ordenaron todo. Mierda, la cosa está a más jodida de lo que creían.

—Les explico —dijo Nate una vez que había dado con aquel archivo que tanto deseaba mostrar—. Cartello y Hammer —dijo mostrando una foto de ambos sujetos conversando dentro de un café, ambos metidos en costosos trajes mientras un ejército de ejecutores pululaban por todo el salón, entre ellos el mismísimo Ian —decidieron que podían sacar provecho del descubrimiento de Aly. Ellos son fervientes creyentes que los humanos no deberíamos existir, que el mundo debería solo pertenecer a los cambiaformas y que, en todo caso, las personas como yo deberíamos servirles. Pero, sabiendo que no podían presentarse ante el Concejo con tan alocado plan de simplemente someter a la raza humana, decidieron que lo mejor era presionarlos para que aceptaran avanzar lo máximo posible en el descubrimiento de Aly. Como ya sabían que los leones eran los más aptos…

—Me contactaron para ordenarme entregar a algunos prisioneros peligrosos con el fin de probar ciertos fármacos en ellos —interrumpió Arton tensando todos sus músculos. Es que él perdió todo, absolutamente todo por seguir aquella orden, aunque no negaría jamás que parte de su propia codicia lo cegó como a un idiota.

—Exacto —dijo Nate—. Por lo tanto Arton comenzó a entregar los prisioneros marcados y recibió, por su buen desempeño, una importante suma de dinero.

—Por eso no se podía vincular tus ingresos con las desapariciones —susurró Cló impactada al por fin poder comprender cómo el ex Alfa había podido ocultar tan bien su extraña fuente de ingreso.

Chloe - Asalto finalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora