Lo esperó de pie en la puerta del edificio, ansioso por tenerlo dentro de su auto, ese que estaba blindado y contaba con un excelente chofer de desempeño extraordinario en situaciones de huida.
Apenas lo vio aparecer por la puerta del edificio se acercó para ayudarlo con los dos bolsos que llevaba.
—Puedo, no te preocupes —dijo Marcel entre risas acercándose al baúl ya abierto para que depositara sus bolsos.
—Por aquí —dijo Nate señalando la puerta izquierda del vehículo, esa que daba a la vereda, a la segura vereda en la que nadie podía aparecer de la nada para cargar al lobo dentro de una camioneta que saliera a toda velocidad una vez que lo tuvieran dentro de ella.
—Gracias —susurró el lobo al saber que Nate le daba el paso primero.
Se acomodaron cada uno contra su respectiva puerta, ambos con la mirada clavada en el exterior.
—Marco, lleva a Marcel directo al bunker —ordenó seriamente sin mirar al lobo que lo contemplaba con el ceño fruncido.
Agotado por todo, aliviado por tenerlo allí, Nate subió aquel pequeño vidrio opaco que separaba su sección de la del chofer, apartándolos de la mirada de un tercero, dándole esos minutos en privado que necesitaban con urgencia.
—Nate, ¿puedo saber qué ocurre? —indagó Marcel con cuidado, como si temiera enfurecer a su lindo humano solo por calmar su curiosidad creciente.
—Han sucedido varias cosas de las que nada sabes. En realidad hay mucho que no sabes —dijo y lo miró con un poco de arrepentimiento, con un tanto de culpa—. No es este ni el momento ni el lugar para que hablemos, pero prometo que en cuanto regrese te explicaré todo —aseguro y forzó una sonrisa.
—¿Regreses? —preguntó aún más perdido que antes.
—Debo ir a solucionar un asunto, pero apenas regrese hablaremos. Solo te pido un poco de tiempo, sé que no me corresponde exigir nada, ni ser quien coloque condiciones ilógicas, pero te necesito… Debo estar seguro que estás a salvo —afirmó.
—Ven —respondió tirando de él para ubicarlo sobre su regazo, con cada una de las piernas de Nate al costado de su cuerpo, con el pecho casi pegado al suyo, con las manos sobre sus hombros y la mirada cargada de culpa—. No voy a reclamar nada, no por ahora —aseguró y notó que Nate se concentraba en algún punto de su frente.
—Eres demasiado bueno conmigo —aseguró pasando lentamente el dedo sobre aquella herida que le habían provocado a su lindo lobito.
—Creo que no debo ni explicar porqué —respondió riendo despacio, intentando despegar a su humano de aquel sentimiento de culpa que podía sentir en lo profundo de la garganta.
—Marcel, lamento mucho haberte puesto en peligro —susurró Nate sin dejar de apreciar aquella herida, insignificante para su lobito, pero enorme para él.
—En realidad me preocupa más saber por qué estás involucrado en una cuestión tan arriesgada, pero sé que debo aguardar.
—Responderé cada cosa que me preguntes —aseguró inclinándose para besar aquella herida que sanaba a una velocidad increíble.
—Entonces no hay necesidad de que sientas tanta culpa —respondió Marcel y lo abrazó pegándolo más contra su cuerpo, necesitando calmar aquel dolor en el lindo humano, deseando que Nate dejara de sentirse tan mal consigo mismo, porque estaba seguro que aquella culpa era por muchas más cuestiones que un simple enfrentamiento con sujetos salidos de vaya a saber donde.
Nate se quedó allí, resguardado en aquel cómodo lugar, sentado sobre el lobo por más que el asiento fuese lo suficientemente grande para ambos y más. Pero necesitaba eso, necesitaba a Marcel así, aferrado a él, dejándolo absorber ese perfume que tanto amaba, que le gustaba demasiado.