Terminada la reunión, Arton se puso de pie seguido por su compañero y se dispuso a salir de allí solo para ir directo a encerrarse en la habitación con ese hombre que lo seguía bien de cerca. Nada de sus planes se pudieron concretar porque la dulce voz de Cló lo detuvo en seco.
—¿Podemos hablar un minuto? —indagó la leona observándolo bien de frente.
Arton desvió la mirada a su compañero y luego hasta aquel lobo que sostenía con fuerza la mano de Cló. Bueno, no lo podían culpar, era en extremo hilarante molestar al ejecutor.
—Claro que sí —respondió divertido con una sonrisa formándose a propósito. Arton giró apenas su rostro y se acercó hasta su compañero—. Espérame en la habitación bien en pelotas y preparado —susurró contra el oído de Martin, ese que gruñó bajito por tanta anticipación.
—No tardes —dijo el otro y le plantó un buen beso que lo dejó bastante aturdido—. Nos vemos —dijo Martin saludando al otro par.
Bruno simplemente besó con suavidad la mejilla de Cló y salió detrás del felino, dejando así a ese par solos, regalándoles la privacidad que necesitaban para conversar sobre aquello que, él sabía, Cló necesitaba sacar de su sistema.
—Vaya que eso fue caliente —susurró Cló aún impactada por el calibre del beso de aquellos dos—. Tanto poder —agregó y clavó sus ojos en los de Arton, sonriendo un poquito solo para afirmar su visto bueno ante tales escenas.
—Ya lo dije, pero te lo repito: puedes acompañarnos cuando quieras.
—Sería interesante pero soy fiel a mi lobito. Lo lamento —aseguró encogiéndose de hombros.
—Creo que tu parte perruna es aburrida —aseguró Arton haciéndolos reír.
—Oye —dijo Cló bajando la mirada hasta sus pies—, yo lamento mucho lo que pasó. Si hubiese estado atenta… Yo… Dios, lo siento tanto Arton —aseguró elevando sus ojitos cargados de culpa hasta posarlos en los de ese león que le sonreía con suavidad.
—Ey, cariño —dijo acercándose a ella para envolverla en un cálido abrazo—. No fue tu culpa, tranquila, no estoy enfadado contigo ni pienso que mi herida es por tu causa —aseguró—. Solo estoy muy feliz de saberte a salvo —aseguró y bajó su cabeza hasta poder hundir la nariz en ese cuello que tanto había probado, que amaba con locura y lo transportaba a un pasado en donde todo le resultaba un poco más fácil.
—Sí fue mi culpa, todos lo sabemos —dijo con la voz un tanto estrangulada mientras abrazaba ella también a ese hombre tan bonito—. Pero aceptaré tus palabras solo porque me sigues llamando con apodos cariñosos —dijo riendo apenitas, un tanto afectada.
—La costumbre, linda. Hay cosas que ya no se pueden cambiar —aseguró y se separó para mirarla de frente, bien de frente—. Sabes que te adoro con el alma, que eres importante para mí, siempre lo fuiste, solo que la ambición me cegó y terminé alejándome de tí.
—No creo que a tu compañero le agrade que me digas esto.
—Tranquila, sabes que los felinos no somos celosos —aseguró y sonrió bien amplio.
—También fuiste, eres y serás importante para mí. Acepto que hubo una etapa en donde felizmente podría haberte matado, pero eso ya quedó en el pasado.
—Me alegra escuchar eso —respondió siguiendo la broma.
—Eres un buen hombre, Arton, no lo vuelvas a echar a perder —afirmó y le acarició apenitas la mejilla.
—Tranquila, creo que esta vez voy por el camino correcto —afirmó.
—Me alegra saberlo.
—A mí también —dijo y se agachó para depositar un suave besito en la mejilla derecha de su dulce leoncita—. Me voy que tengo que ir a coger con mi compañero. Aprovecha a descansar que mañana nos espera un largo día —pidió soltándola.