Despertó un tanto mareado, bastante confundido, pero sobre todo en extremo rodeado de gente. Bueno, de algo estaba seguro, su rutina con exceso de trabajo y nada de descanso por fin le había pasado factura.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó Hernán apenas notó que ya estaba despierto.
Nate lo observó en silencio unos segundos y luego desvió su mirada hasta Cló y Bruno que se mantenían de pie al lado de la cama. Bueno, ¿y ellos estaban allí para más o menos qué? No tenía idea y tampoco les iba a preguntar.
—Como la mierda —bromeó apenitas Nate y sonrió con esa soberbia que lo caracterizaba, misma sonrisa que mutó a una llena de arrepentimiento y pedidos de perdones silenciosos en cuanto sus ojos se encontraron con los de Marcel, con los de ese lobo que lo vigilaba desde una de las esquinas del cuarto mientras mantenía sus facciones endurecidas y sus enfadados ojos posados en él.
—Bien, creo que demás está decirte que te desmayaste debido al estrés. Te hicimos un análisis de sangre que demuestra tus niveles de anemia y además se te percibe en extremo cansado, por eso, por los próximos días, deberás permanecer en la cama hasta que recuperes peso y el color en el rostro. Pareces un maldito papel de impresora —bromeó Hernán mientras guardaba sus cosas en aquel maletín negro.
—Sabes que no puedo… —rebatió comenzando a sentarse en la cama, pero un gruñido bien lo supo ubicar, uno que surgió de la misma esquina que había observado momentos atrás.
—No creo que te deje —susurró Hernán agachándose apenitas, como si su hermano no pudiese escuchar aquella frase que tan alegremente le dedicaba.
—Calma, estoy bien —respondió Nate—. Estoy bien —afirmó clavando sus ojos en Marcel.
—Bueno, me alegra que no hayas muerto —exclamó Cló—, no quería perderme la oportunidad de ver cómo dejas este mundo —agregó y sonrió bien amplio, bien burlesca.
—Siempre ha sido un placer trabajar contigo —aseguró Nate con igual ironía—. Ahora váyanse antes que los eche a patadas.
—Ya quisiera verte intentar hacerlo —bromeó Bruno tomando de la mano a su preciosa gatita para obligarla a salir de allí ya que notaba, con extrema claridad, que su hermanito necesitaba un momento a solas con aquel extraño humano.
—Nos vemos, cuñadito —dijo Cló pasando por al lado de Marcel—. Puedes golpearlo un poco para hacerlo entender —agregó y sonrió con cariño.
—Adiós —Fue la corta respuesta del menor de los Oliviera quien despegó solo por una fracción de segundo su mirada de Nate, solo para saludar a aquellos que habían venido a visitar a su precioso humano.
—Te encargas que coma algo antes de dormir —ordenó con suavidad Hernán a su hermanito, apoyando con cariño su enorme mano en el hombro de Marcel.
—Ya pedí que me trajeran una bandeja con comida, creo que Ian iba a hacerlo —aseguró serio como jamás había estado.
—Bueno, los dejo descansar. En cuatro horas debe volver a tomar las vitaminas, esas que te expliqué —recordó Hernán antes de salir de la habitación, cerrando apenas abandonó el espacio, aislando a aquel par de todo el mundo.
—¿Puedes no mirarme como si me quisieras asesinar? —preguntó con cierto tonito risueño Nate.
—En un instante Ian trae la comida, debes terminar todo lo que haya en la bandeja y beber suficiente agua —explicó con extrema seriedad Marcel.
—Entendido, papá —respondió sarcástico.
—No es chiste —gruñó apretando los dientes, aguantando el mal humor que amenazaba con aflorar solo para escupir unas cuantas verdades que estaba conteniendo.