𝐂𝐀𝐏Í𝐓𝐔𝐋𝐎 𝟐

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𝐏𝐑𝐈𝐌𝐄𝐑𝐎𝐒 𝐏𝐀𝐒𝐎𝐒

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Amelia

Tras la mágica noche de la gala, algo en mi interior había despertado. La imagen de Alexia y su sonrisa sincera permanecían en mi mente, y por primera vez en mucho tiempo, sentía una emoción que no podía definir con palabras. Esa chispa de esperanza me llevó a un camino que nunca había considerado recorrer.

Unos días después de la gala, mientras revisaba mis deberes diarios, recibí un mensaje en mi teléfono personal. Un número desconocido, pero el contenido me hizo sonreír de inmediato.

-Hola, Amelia. Espero que no te importe que consiguiera tu número. Alexia.

Sentí una mezcla de nerviosismo y emoción. Respondí rápidamente.

-Hola, Alexia. No me importa en absoluto. De hecho, me alegra que lo hayas hecho.

A partir de ese momento, nuestras conversaciones comenzaron a fluir con una naturalidad que me sorprendía. Hablábamos de todo y de nada, descubriendo pequeñas piezas de nuestras vidas que formaban un mosaico de conexión profunda.

Una noche, mientras estaba en mi habitación, Alexia me envió un mensaje.

-¿Cómo fue tu día?

Le respondí casi de inmediato.

-Ha sido largo. Reuniones interminables y eventos sin fin. A veces siento que no tengo tiempo para mí misma.

-Debe ser difícil tener tantas responsabilidades. ¿Qué haces para relajarte?

Sonreía ante su pregunta. Era refrescante hablar con alguien que realmente se preocupaba por cómo me sentía.

-Me gusta leer y escuchar música clásica. A veces, simplemente me pierdo en mis pensamientos mirando la ventana. ¿Y tú?

-El fútbol es mi vida, pero también disfruto de los momentos tranquilos. Me gusta pasear por la playa y escuchar el sonido del mar. Me ayuda a despejar la mente.

Nuestra conversación continuó hasta altas horas de la noche. Hablamos de nuestros sueños y miedos, y descubrí que, aunque nuestras vidas parecían tan diferentes, compartíamos muchos sentimientos y aspiraciones.

Un día, decidimos tomar un paso más audaz y llamarnos. La primera vez que escuché su voz al otro lado de la línea, mi corazón se aceleró.

-Hola, Amelia. ¿Me escuchas bien? -Su voz era cálida y reconfortante.

-Sí, te escucho perfectamente. Es bueno oír tu voz, Alexia.

Riendo, respondió.

-Es bueno oír la tuya también. ¿Cómo estás?

-Bien, mejor ahora que hablo contigo. He pensado mucho en nosotras.

Hubo un breve silencio antes de que ella hablara de nuevo, esta vez con una suavidad que me conmovió.

-Yo también he estado pensando mucho en ti. Siento que en esa gala encontré a alguien con quien puedo ser yo misma.

Su honestidad me conmocionó profundamente.

-Yo también siento lo mismo. Es extraño cómo una sola noche puede cambiar tanto.

Nuestra conversación duró horas. Hablamos de la gala, de nuestras impresiones mutuas y de cómo nos habíamos sentido al encontrarnos. Cada palabra que compartíamos me hacía sentir más conectada a ella.

Otro día, en medio de una reunión tediosa, mi teléfono vibró con un mensaje suyo.

-Pensando en ti. ¿Cómo va tu día?

Respondí discretamente.

-Me has alegrado el día con tu mensaje. La reunión es aburrida, pero tus palabras me hacen sonreír.

Ella respondió rápidamente, con una broma que me hizo reír en voz baja, para no llamar la atención en la reunión. Era sorprendente cómo alguien que había conocido hacía tan poco tiempo podía entenderme y hacerme sentir tan bien.

La conexión entre nosotras crecía con cada mensaje y cada llamada. Empezamos a compartir detalles más íntimos de nuestras vidas. Le hablé de mis frustraciones con los protocolos reales y de mi deseo de ser vista como algo más que una futura reina. Alexia me escuchaba con una empatía que rara vez encontraba.

-Debe ser difícil llevar todo ese peso sobre tus hombros -me dijo un día. -Pero sabes, Amelia, veo en ti una fuerza increíble. Creo que puedes hacer grandes cosas, tanto dentro como fuera de la realeza.

Sus palabras me dieron fuerzas.

-Gracias, Alexia. Tú también eres increíble. Me inspiras con tu determinación y tu pasión por el fútbol.

-Gracias -respondió ella; su voz era cálida y sincera. -Espero que podamos seguir apoyándonos mutuamente. Siento que podemos lograr mucho juntas.

Había algo en su voz, una promesa de un futuro mejor, que me daba esperanzas. Empecé a buscar momentos en los que pudiera hablar con ella, anhelando nuestras conversaciones como un respiro en medio de mi vida agitada.

Un fin de semana, me encontraba en el jardín del palacio, disfrutando de un raro momento de soledad, cuando recibí otro mensaje de Alexia.

-¿Te gustaría hablar? Estoy en la playa y pensé en ti.

Sonreí, imaginándola caminando por la orilla del mar.

-Me encantaría. Déjame buscar un lugar tranquilo.

Encontré un banco apartado y la llamé. El sonido del mar de fondo y su voz me transportaron lejos del palacio, a un lugar donde todo parecía posible.

-Hola, Amelia, ¿Cómo estás?

-Hola, Alexia. Estoy bien ahora que hablo contigo. ¿Cómo está la playa?

-Es hermosa, tranquila. Desearía que pudieras estar aquí conmigo.

Cerré los ojos, imaginando la escena.

-Yo también lo desearía. Pero hablar contigo es lo más cercano a estar allí.

Hablamos durante horas, compartiendo nuestros pensamientos y sueños. Cada conversación me hacía sentir conectada a ella, como si nuestras almas estuvieran entrelazadas a través de las palabras.

A medida que pasaban las semanas, nuestras conversaciones se convirtieron en una parte esencial de mi vida. Encontré en Alexia una amiga, una confidente, y más allá de eso, alguien que comprendía y compartía mi mundo interior. La conexión profunda que sentíamos se fortalecía con cada palabra, cada risa y cada susurro de apoyo.

Esa noche, al cerrar mis ojos, supe que algo hermoso y complicado había comenzado. Alexia no era solo una estrella del fútbol; era una luz en mi vida, un faro que me guiaba a través de las oscuras aguas de la tradición y las expectativas. Estaba dispuesta a seguir ese faro, a descubrir a dónde nos llevaría nuestro amor prohibido.

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▪ Nos vemos en el próximo capítulo

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𝐀𝐌𝐎𝐑 𝐑𝐄𝐀𝐋 • Alexia PutellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora