Capítulo 30

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Chaeyoung

Recuerdo perfectamente cuando mi madre y mamá tuvimos una conversación seria acerca del matrimonio solo entre nosotras tres, ese día me quedé pensando lo mucho que he crecido y que no siempre estaré viviendo con mis mamás en casa y que ya era momento de dejar el nido y volar.

-"Hija, cómo mi hija mayor te diré que es momento de que ya no dependas de nosotras, tienes que ser independiente ahora que pronto te casaras. Es momento de que vivas con Mina y sientas la experiencia de estar en un hogar con la mujer que amas ahí te darás cuenta si verdaderamente amas a Mina porque recuerda que no solo te enamoras de lo bueno que ves en ella también tienes que amar sus virtudes y defectos porque de eso se trata el amor y de vivir en pareja. Y no todas las parejas pasan esa prueba de una relación, lindo fuera que solo tengamos virtudes sin defectos".

Y ese mismo día también perdoné a mamá, porque a pesar del mal que hizo a nuestra relación ella decidió mejorar y se dio cuenta de todos los errores pero me gusta que mamá esté en esta realidad y no en aquel sueño cómo una mamá maniática que quería desaparecer a medio mundo.

Me quedé una semana más en casa hasta que llegó el momento de irme, Tzuyu fue la que se puso triste al saber que dejaría de vivir ahí y que no volveríamos a jugar juntas aunque le prometí visitarla cada domingo que pueda. Pero le alegra saber que ahora tiene privacidad, ella tomó mi habitación como suya y ya no compartirá habitación con las mellizas.

Tan solo un mes pasó viviendo con Mina y nos casamos por lo civil, nuestra boda por lo civil no fue gran cosa a comparación de la verdadera boda que esperamos muy ansiosas que suceda. Decidí casarme por lo civil ya que no quería vivir en casa de Mina como su "Concubina, vivencia en unión libre" o la mejor conocida "juntados". Quería vivir con ella como casadas, como su esposa oficial.

Dos años habían pasado desde aquel primer 'sí, quiero', pronunciado en una íntima ceremonia civil, donde solo el juez, mi familia cómo testigo en especial mi hermana Tzuyu y el amor que compartíamos fueron testigos de nuestro compromiso. Desde entonces, nuestra vidas se habían entrelazado de una manera tan natural como las estaciones que se sucedían una tras otra.

El primer invierno juntas, con sus días cortos y noches largas, los había visto construir un hogar cálido, lleno de risas y promesas susurradas al abrigo de las mantas.

Dos años habían transcurrido desde que nuestras vidas se unieron oficialmente ante la ley, y desde entonces, cada día había sido un nuevo descubrimiento, un capítulo distinto en la historia de nuestro amor. La vida como pareja casada nos trajo una intimidad y una complicidad que solo se revelan con el tiempo, en los pequeños gestos cotidianos y en las grandes decisiones compartidas.

Al principio, fue el placer de despertar juntas cada mañana, de aprender de nuestros ritmos y rutinas, de crear una vida a dúo donde antes solo existían individualidades. La cocina se convirtió en un santuario donde los aromas del desayuno preparado en conjunto eran la promesa de un día compartido.

Las noches, en cambio, eran un espacio de reflexión y conexión, donde las conversaciones se alargaban bajo la luz suave de las lámparas, mientras nuestras manos se encontraban con la familiaridad de quienes ya se pertenecen.

El primer año estuvo lleno de primeras veces: la primera discusión y la alegría de reconciliarse, la primera vez que elegimos juntas los colores de las paredes de nuestro hogar, la primera vez que compartimos silencios cómodos sin sentir la necesidad de llenarlos. Con cada estación que pasaba, sentíamos cómo nuestros lazos se fortalecían, cómo lo cotidiano se volvía extraordinario simplemente porque lo vivíamos juntas.

730 Días A Tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora