𝐃𝐈𝐖 | ❝ Puedo ver a la muerte, y está caminando ❞
Eris Weasley era diferente, y ella sabía que lo era. Jamás se había sentido completamente participe de su familia, quienes al parecer tenían una fuerte rechazo por la inocente niña.
Un aura oscu...
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XXII. UN REGRESO AJETREADO Y NUEVAS RESPONSABILIDADES
En el momento en que el tren se detuvo por completo, todos los estudiantes comenzaron a desalojar los compartimentos. Al igual que todos los años, el anden era un completo desborde de estudiantes, Eris apenas podía seguirle el paso a sus dos amigas, deteniéndose cada vez que un estudiante se atravesaba en su camino.
—Deben ir hacia la orilla del lago —les ordenó a los gritos a un pequeño grupo de primer año que lucía bastante perdido y obstruía el paso del resto. Los niños asintieron y se encaminaron hacia donde la prefecta les había ordenado.
No tenia idea de donde se encontraba Hagrid, el era el encargado de guiar a los de primer año, pero no estaba allí, sino ya lo hubiera notado, su presencia nunca pasaba desapercibida, no solo porque era una semigigante y le sacaba unas cinco cabezas a los estudiantes más grandes del castillo, sino que su voz prepotente siempre resonaba en el anden y sobresalía por encima de las de los estudiantes.
La Weasley noto que, no muy lejos de donde ella se encontraba, Draco Malfoy hacia lo mismo que ella y les informaba a todos los niños de primer año a donde debían dirigirse. Un poco más alejados del rubio, Ron y Hermione buscaban al semigigante.
—¡Eris, vamos! —escuchó a Daphne decirle y se encaminó hacia sus amigos, ese era el trabajo de Hagrid, no iba a hacerlo por él.
Al llegar a sus amigas noto cierta satisfacción al notar que la zona en la que se encontraban ya no estaba tan concurrida de estudiantes y se encontraba un poco más ordenada.
—Theo encontró un carruaje vacío —le informó Pansy, tomándola de la mano y comenzando a caminar hacia donde el mencionado se encontraba junto a Blaise. Pero Eris se detuvo abruptamente a unos poco metros de la pequeña escalera que había para ingresar a la berlina.
—¿Qué sucede? —oyó la voz de Blaise preocuparse, observando a la joven palidecer de un momento al otro.
—¿Qué son estos animales? —cuestionó casi en un susurró para que solo sus amigos lograran escucharla, como si las enormes criaturas frente a ella fueran a atacarla por la simple pregunta.