Nuestras diferencias

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(Capítulo 19)


ANNA:

Todas las miradas están puestas en Alex. Lo observan como si fuera un bicho raro que aparenta no reconocer a su propio hermano.

—Hey, no se alarmen. Francesco es muy bromista. Hoy parece un payaso de circo con cada una de sus ocurrencias —manifiesto para contrarrestar la situación.

Mis padres se ríen, Alex mantiene una actitud desafiante y John sonríe sarcásticamente. Su aura no miente y sé que algo no le cuadra.

Los dos hermanos se convierten en nuestros invitados de honor y, para colmo, uno se sienta al lado del otro.

JOHN:

—¿Qué diablos te fumaste anoche? —le susurro a Francesco.

—La que tú me brindaste —me responde con sarcasmo y una actitud arrogante.

Este imbécil está más chiflado que una cabra. ¿Cómo se atreve a faltarme el respeto de esa manera? Parece otra persona hoy.

¡Oh rayos! Quizás está tan enojado porque, de alguna manera, se enteró de que el atentado de anoche lo provoqué yo.

¡Es imposible! Nadie me notó. Él no puede saber que fui yo. ¿Será que sospecha algo?

Llevaré la fiesta en paz; me dejaré llevar por el momento y disfrutaré de este delicioso almuerzo con Anna y su hermosa familia. Ah, y con la escoria de mi hermano.

Debo darles una buena impresión, aunque Vanessa ya me echó a perder una parte de mi plan. Esa estúpida les hizo saber que estamos en una relación.

¡Menuda suerte la mía!

SRA. PATERSON:

El comedor estaba lleno de vida con estos dos galanes y su hermosa compañía.

Los miro de reojo y noto que Francesco tiene buen semblante, actitud y elegancia. Sin embargo, John es muy extrovertido, gracioso y pícaro.

Algo que tienen en común es que se les nota a leguas que están locos por mi hija.

Me siento feliz por Anna. Ella tiene un menú exótico en sus manos. Salió igual a su madre, toda una seductora en sus años de juventud. Solo espero que entre ellos dos se respete la hermandad y no sean rivales en el amor.

JOHN:

El tiempo fue muy provechoso. Los padres de Anna nos contaron la historia de cómo se conocieron y los detalles de su romance juvenil. En mi caso, me deleité hablando del amor y expuse, muy animado, que lucharé por él hasta el final.

Parecía un poeta enamorado. ¡Qué ridículo!

Francesco, al ver mi reacción, tomó la mano de Anna y la acarició debajo de la mesa. Yo, a cambio, pateé su pie y solo escuché su patético quejido.

—Auch, John. ¿Qué te pasa?

—Disculpa, bro. Se me encogió el pie.

Realmente disfruté ese momento. Ja, ja, ja.

Las caricias debajo de la mesa menguaron.

¡Yes! ¡Me salí con la mía!

ANNA:

Los chicos se despidieron y, antes de que Alex se marchara, lo halé de la mano y lo llevé a mi habitación con el pretexto de enseñarle algo.

Mis padres se miran entre sí y John decide esperar afuera para no presenciar ese espectáculo que no le daba nada de gracia.

¿Y si volvemos a encontrarnos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora