Tú eres difícil de olvidar

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(Capítulo 22)


ANNA: 

A la mañana siguiente, le conté todo a Alex. Estaba pasmada del susto, sin poder creer que algo en las sombras estaba a punto de despertar... y yo era su carnada. Todo esto se estaba saliendo de control.

—Relájate, Anna. Te dije que lo resolveremos —intentó calmarme Alex, con su actitud pasiva.

Pero en su rostro noté el nerviosismo, un brillo de pánico que no lograba ocultar. Podría aparentar serenidad, pero sus ojos traicionaban una verdad distinta, una desesperación que no lograba contener.

—Tú estuviste en ese lugar, Alex. Dime qué está a punto de despertar. ¡Quiero la verdad, por favor!

—No lo sé. Hay tantas cosas siniestras en esa dimensión... No tengo ni la más mínima idea. Pero debemos agilizar los planes antes de que sea demasiado tarde.

Inspiré profundamente y lo abracé, buscando en su calor una calma que no llegaba. Nada tenía sentido en ese momento. Nuestras vidas estaban en juego, y también la de Francesco y su hermano. Ahora alguien estaba moviendo piezas en mi contra porque yo era el detonante de esta miseria abrumadora. Estaba atrapada en un laberinto del que no sabía cómo escapar... ni qué había hecho para merecer tanto odio.

—Alex, tengo miedo. Debemos salvar a Francesco y a su hermano.

—Francesco es el dueño de este cuerpo, eso lo sé. Pero... ¿quién diablos es su hermano? ¿Hay otro hermano o hace referencia a John? ¿De qué tendríamos que proteger a John?

—No lo sé... nunca llegó a decírmelo —le respondí, con la voz rota por el llanto.

ALEX

La noche había sido perfecta... hasta que Hunter lo arruinó al contarle a Fiorella sobre el oscuro acontecimiento que se avecina.

Debo encontrar la manera de evitar que esa cosa espantosa despierte. No quiero asustarla más de lo que ya está. Pero ¿cómo explicarle que, en el infierno, existen depredadores que despellejan a sus víctimas hasta dejarlas en los huesos? Me guardaré este secreto; no es el mejor momento para que conozca esos detalles.

—Mira, una cosa a la vez. Primero, estoy preocupado por lo de anoche —dije, tratando de mantener la calma mientras mis pensamientos se desbordaban—. Me dejé llevar... y no me protegí. Traer una criatura inocente al mundo sería una desgracia para nosotros en esta situación.

—Descuida, yo me protegí —respondió ella, con una tranquilidad que me aliviaba y, al mismo tiempo, me encendía.

Sin importar si era el momento adecuado, me acerqué y le acaricié el cuello. Había algo en sus ojos que me invitaba a preguntar más, una curiosidad que no podía ignorar.

—Entonces... estabas preparada para ser toda mía —le susurré, esbozando una sonrisa mientras reía suavemente.

Ella me miró, y aunque intentó mantener la compostura, no pudo evitar sonrojarse. Sus gestos tímidos me lo confirmaron: estaba lista, desde mucho antes de esa noche.

—Tan tierna y, a la vez, tan candente —murmuré, y, sin más, la sorprendí con un beso apasionado.

La intensidad entre nosotros creció, y en ese momento, el mundo pareció detenerse. Las amenazas que nos acechaban se desvanecieron en mi mente; solo existíamos ella y yo, atrapados en una burbuja de deseo y complicidad. Pero, de repente, el sonido del teléfono rompió nuestro momento. La expresión de Anna cambió al instante, y su rostro se tornó aún más pálido.

¿Y si volvemos a encontrarnos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora