VIII.

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Beth; 

Desperté cuando a mi teléfono llegaron un par de mensajes. Y de entre las almohadas lo busqué el móvil y lo primero que vi fue la hora, tres treinta de la tarde. Al parecer, Rayo no estaba. No respondí de inmediato, ni siquiera vi de quien eran los mensajes. Me dirigí a la cocina donde el aroma me hizo sonreír.

Mamá estaba cocinando en el departamento, y yo moría de hambre. La saludé, dejé un beso en su frente y ella pidió tomar asiento, Me sirvió un plato de comida que, como siempre, estaba exquisito.

Mientras ambas comíamos, me preguntó sobre el proyecto en el que estaba trabajando, con quién sería y qué debía hacer. Le conté absolutamente todo.

        —¿Estás comiendo bien? —preguntó mamá.

        —Sí señora Perla, estoy comiendo bien —respondí, llevándome otro bocado de comida.

Seguí disfrutando de las delicias de mi mamá, cuando ella comenzó a preguntar aún más sobre mi nuevo trabajo.

        —Entonces, ¿él pidió que tú realizarás las canciones de su primer álbum?

        —Exacto ma. ¿Recuerdas que alguna vez te conté sobre una banda coreana y que había llamado muchísimo mi atención la voz de uno de ellos?

        —Lo recuerdo muy bien. Lo primero que hiciste al llegar a casa fue conectar los audífonos, reproducir una de sus canciones y hacérmela escuchar —sonrió —. A penas dudas entendía algunas partes de la canción, pero admití que cantaba muy bien.

        —Es para quien trabajo, el chico de la canción.

Su sorpresa fue evidente, y ambas reímos. Pasamos la tarde juntas. Mi hermano Milan se había llevado a Rayo desde temprano, y regresó cerca de las siete de la noche. Los tres cenamos juntos antes de que se marcharan

Fue entonces que recordé los mensajes. Mi teléfono seguía en la mesita de noche de mi habitación. Al tomarlo, vi que todos eran de JK.

Mensaje.

        —Buenas tarde bonita, ¿cómo estás?

Leí el primero, que había llegado a las dos de la tarde.

        —Veo que sigues durmiendo, ¿hasta qué hora trabajaste?

El segundo mensaje había llegado a las dos y treinta.

        —Espero ya hayas comido.

El tercer mensaje había llegado a las tres de la tarde.

        —¿Te encuentras bien? Descansa bonita. No te exijas demasiado. Come bien y duerme como acordamos.

El cuarto mensaje, a las tres y media, fue el mensaje que me hizo despertar.

Era las siete y cuarenta de la noche. El cielo estaba cubierto de estrellas. Y respondí a sus mensajes enseguida.

No pasaron más de cinco minutos cuando sonó la notificación .

        —Hola bonita, me alegro de que estés bien, pero dime, ¿hasta qué hora trabajaste?

Leí su mensaje y respondí de inmediato.

        —Promete que no te enojarás conmigo.

        —Lo prometo.

        —Me quedé en el estudio hasta las ocho de la mañana.

        —¿Y desde qué hora estuviste en el estudio?

        —Desde nuestro último mensaje de ayer, a las once de la noche.

Sinfonía (Jeon Jung Kook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora