XXXI.

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Jung Kook; 

Me despedí de Beth en la entrada del edificio, con un beso en la mejilla y un abrazo tan fuerte que incluso después de volver al estudio, su dulce olor a vainilla seguía impregnando mi ropa. Aunque intentaba concentrarme, mi mente no dejaba de regresar a ese momento.

Hana, Shin, Cirkut y Andrew estaban inmersos en la organización del cronograma. Hubo un par de cambios en las fechas, así que discutían sobre ajustes. Yo, en cambio, me quedé apoyado en el umbral de la puerta, los brazos cruzados y la mirada perdida en algún punto de la sala. Todavía sentía el calor de Beth en mis brazos.

        —¿Beth ya se fue? —preguntó Jon, mientras se acercaba a mí y apoyaba su espalda en la pared, con una postura relajada, pero con cierta intención en sus palabras.

        —Sí, hace un rato —respondí distraídamente, sin darme cuenta de la sonrisa que había quedado en mis labios.

Jon me miró de reojo, una sonrisa cómplice se dibujó en su rostro.

        —Veo que se llevan muy bien —dijo con un tono que sugería que sabía más de lo que dejaba ver.

        —Desde un principio sabía que sería así —respondí, tratando de sonar casual.

Jon guardó silencio un momento antes de añadir algo más, sus palabras llenas de una advertencia suave pero clara:

        —Beth es una mujer increíble, lo sabes. Es inteligente, decidida... pero cuando se enamora, se vuelve frágil. —Hizo una pausa y su mirada se encontró con la mía —. No la lastimes.

El peso de sus palabras cayó sobre mí como una carga inesperada. Sabía que él había visto lo que estaba sucediendo entre Beth y yo, y aunque no había mencionado nada antes, ahora estaba claro que lo entendía. Y no solo eso, me estaba dando su confianza y, al mismo tiempo, una advertencia.

        —Jamás la lastimaría —respondí de inmediato. La idea de herir a Beth era impensable para mí—. Esa no es mi intención.

Jon me observó por un momento más antes de asentir, como si aceptara mis palabras. Luego, con una ligera sonrisa, cambió de tema y se unió al resto para finalizar los detalles pendientes.

La pequeña reunión terminó rápidamente y, tras despedirnos de todos, nos dirigimos directamente al aeropuerto. Las trece horas de vuelo desde Los Ángeles hasta Incheon pasaron más lentas de lo que esperaba. Incluso con la comodidad de la primera clase, me resultaba difícil dormir o concentrarme en las películas. Mi mente no dejaba de vagar entre recuerdos de la gira, el tiempo en el estudio y, por supuesto, Beth.

Trece horas de vuelo y una de Incheon a Seúl, y ya estaba de vuelta en mi departamento. Envié un mensaje a Beth para avisarle que había llegado bien, y una respuesta no tardó en llegar. Todo estaba en su lugar, pero se sentía extrañamente vacío. Me dejé caer en el sofá y, tras un segundo de silencio, marqué el número de Jimin, quien ya sabía qué hacer.

Llamada

        —¿Puedes traer comida? —le pregunté. Llevaba horas sin comer algo decente y la sensación de hambre se hizo más evidente en cuanto estuve solo.

        —Claro, voy en camino —respondió al otro lado de la línea.

Treinta minutos después, el sonido del código de la puerta sonó y Jimin apareció con una bolsa de comida en la mano. Su sonrisa traviesa lo delataba.

        —¡Jungkook-ah! Te traje bibimbap. —dijo entrando al departamento sin esperar una invitación, como siempre lo hacía.

        —Ya tenía hambre —dije mientras él entraba y yo me ponía de pie.

Sinfonía (Jeon Jung Kook)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora