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Joshua

Hong Jeonghan
1995– 2024
Amado esposo y padre.
Descansa en la paz del señor.

El dolor es como la muerte en vida. Se roba la alegría, la esperanza y las ganas de luchar.

Algunos días son soportables, otros apenas puedo respirar, mientras me sumerjo en un mundo de arrepentimiento donde nada tiene sentido.

Nunca sé cuándo llegarán esos días, solo que cuando me despierto, mi pecho se contrae y necesito correr. Necesito estar en cualquier lugar menos aquí, lidiando con esta vida.

Mi vida.

Nuestra vida. Hasta que te fuiste.

El sonido distante de una cortadora de césped me devuelve al presente y miro al cuidador del cementerio. Se está concentrando mientras se mueve entre las lápidas, con cuidado de no cortar o dañar una al pasar. Está anocheciendo y la niebla se está formando.

Vengo aquí a menudo para pensar, para probar y sentir.

No puedo hablar con nadie. No puedo expresar mis verdaderos sentimientos. Quiero saber por qué.

¿Por qué nos hiciste esto?

Aprieto la mandíbula mientras miro la lápida de mi difunto esposo. Podríamos haberlo tenido todo... pero se nos escapó de las manos.

Me inclino, quito el polvo que se ha acumulado sobre la piedra y reorganizó los lirios rosas que acabo de colocar en el jarrón. Toco su rostro en la pequeña foto ovalada, que me devuelve la mirada, carente de emoción.

Dando un paso atrás, dejo caer mis manos en los bolsillos de mi abrigo negro.

Podría quedarme aquí y mirar esta lápida todo el día, a veces lo hago, pero me doy la vuelta y caminó hacia el coche sin mirar atrás.

Mi Porsche.

Claro, tengo dinero y dos hijos que me aman. Estoy en la cúspide de mi carrera, trabajando como juez. Tengo todas las herramientas para ser feliz, pero no lo soy.

Apenas sobrevivo; agarrándome de un hilo. Interpretando un rol para el mundo.

Muriendo por dentro.

✽✽✽

Media hora después, llego a casa de Mason, mi terapeuta.

Siempre salgo de aquí relajado.

No tengo que hablar, no tengo que pensar, no tengo que sentir. Cruzo las puertas delanteras en piloto automático.

—Buenas tardes, señor Hong . —Hayley, la recepcionista, sonríe—. Su habitación está esperándolo, señor.

—Gracias. —Frunzo el ceño, sintiendo que necesito algo más hoy.

Algo para quitar este nerviosismo.

Una distracción.

—Tendré a alguien extra hoy, Hayley.

—Por supuesto, señor. ¿A quién le gustaría?

Frunzo el ceño y me tomo un momento para hacerlo bien.

—Hmm. Chay. —Me quedo pensando por un momento.

—¿Chay y Poom?

—Sí.

—No hay problema señor. Póngase cómodo y estarán listos en un par de minutos.

Tomo el ascensor hasta el exclusivo ático, una vez allí, me preparó un whisky y miro por la ventana de cristal ahumado que da a Londres.

Escucho el clic de la puerta detrás de mí y me giro hacia el sonido. Chay y Poom se paran frente a mí sonriendo.

Poom tiene el pelo corto y rubio, mientras que Chay es moreno.

No se puede negar que son jóvenes y hermosos.

—Hola, señor Hong  —dicen al unísono.

Doy un sorbo a mi whisky mientras mis ojos las observan.

—¿Dónde le gustaría que nos pusiéramos, señor?

Desabrocho mi cinturón para decir—: De rodillas.

Sr hongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora