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Seokmin

Giro alrededor, lleno de horror.

—Yo ... yo ... lo siento mucho —farfullo—. Estaba viendo si Moon está bien, y yo...

Hago una pausa mientras trato de pensar en una razón justificada por la que estoy aquí, haciendo esto.

Él entrecierra los ojos, la ira brota de él mientras espera.

—Pasé por delante de su habitación y pude oler algo agradable. Quería comprarle a mi padre una nueva colonia y... —Estoy hablando demasiado rápido para sonar como si estuviera diciendo la verdad.

Cruza los brazos sobre el pecho, claramente sin creerse esta historia de mierda ni por un momento.

—Y quería saber qué colonia era para poder comprársela a mi padre.

Él levanta la ceja en cuestión.

—¿Crees que huelo como tu padre?

Niego con la cabeza.

—No, usted huele mucho mejor que él. —Mis ojos se abren. ¿Acaso dije eso en voz alta?

La diversión cruza su rostro antes de que sus ojos se posen en mis piernas.

—Regresé a casa para agarrar mi teléfono, que accidentalmente dejé cargando.

Hace un gesto hacia su mesa auxiliar y veo su maldito teléfono conectado al cargador.

—Y te encuentro —extiende ambas manos hacia mi cuerpo—, medio desnudo, de pie en mi habitación, oliendo mi colonia.

Arrugo la nariz y la cara.

—Suena un poco raro cuando lo dice así.

Me mira inexpresivo.

—Porque lo es.

Finjo una sonrisa y le entrego la botella de colonia.

—Quizás debería tomarlo como un cumplido. No muchos hombres huelen lo suficientemente bien como para que yo sienta tanta curiosidad. En realidad, es uno de los errores más grandes que puede cometer un hombre.

—¡Suficiente! —me corta—. Esta es una invasión de mi privacidad.

Asiento con la cabeza.

—Puedo ver por qué piensa eso. —Trago el bulto de arena en mi garganta. Maldita sea, tierra trágame. Esto es mortificante. Me reajusto la pijama para tratar de cubrirme lo más posible—. No tenía la intención de ser raro.

Levanta la barbilla desafiante.

—Hablaremos de esto esta noche cuando tenga más tiempo. —Recojo aire en mis mejillas y asiento.

—Ahora, si no te importa, ¿podrías ir y ponerte algo de ropa? —él chasquea.

—Sí, señor —le susurro—. Lo siento.

Miro al suelo.

—Necesito ir a trabajar. —Hace un gesto hacia la puerta con la mano. Exhalo pesadamente y empiezo a caminar.

—¿Joven Seokmin?

Me giro hacia él.

—Los niños se van a la cama a las ocho y media de la noche. En punto. Entonces me gustaría tener una reunión contigo.

—Por supuesto. —Dudo, y luego, incapaz de evitarlo, dejo escapar mis pensamientos—: ¿Me va a despedir, señor Hong?— Sus cejas se elevan y se detiene por un momento.

—¿Tomémonos el día para reevaluar la situación?

Mi mirada sostiene la suya por un momento.

—Sí, por supuesto, que tenga un buen día. —Murmuro mientras salgo de la habitación. Siento el calor de su mirada en mi espalda mientras me alejo.

Sr hongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora