𖹭 1

290 26 1
                                        

Seokmin

La fila de migración es ridículamente lenta, y un hombre más adelante ha sido llevado a la oficina. Todo parece muy sospechoso desde donde estoy parado.

—¿Qué crees que hizo? —Susurro mientras estiro mi cuello para espiar la conmoción más adelante.

—No sé, algo estúpido, probablemente —responde Minghao. Caminamos hacia el mostrador mientras la línea se mueve un poco más rápido.

Acabamos de llegar a Londres para comenzar nuestro año sabático. Voy a trabajar para un juez como niñero, mientras que Minghao, mi mejor amigo, trabajará para un subastador de arte. Estoy aterrorizado, pero emocionado.

—Ojalá hubiéramos venido una semana antes para poder pasar un tiempo juntos —dice Minghao.

—Sí, lo sé, pero mi jefe necesita que yo comience esta semana porque se va la próxima de viaje. Así que tengo familiarizarme con la rutina de los niños.

—¿Quién deja a sus hijos solos durante tres días con un completo extraño? —Minghao frunce el ceño con disgusto.

Me encojo de hombros.

—Mi nuevo jefe, aparentemente.

—Bueno, al menos puedo ir y quedarme contigo la semana que viene. Eso es una ventaja.

Mi puesto es de planta, por lo que mi alojamiento es seguro. Sin embargo, el pobre de Minghao vivirá con dos extraños y eso lo está volviendo loco.

—Sí, pero te voy a tener que meter a escondidas —le digo—. No quiero que parezca que estamos de fiesta o algo por el estilo.

Miró alrededor del aeropuerto. Está ajetreado, bullicioso y ya me siento tan vivo. Minghao y yo somos más que viajeros jóvenes.

Minghao está tratando de encontrar su propósito y yo huyo de un pasado destructivo, uno que implica que estoy enamorado de un idiota que me puso los cuernos.

Yo lo amaba. Él simplemente no me correspondía. No lo suficiente, al parecer.

Si lo hubiera hecho, se lo habría guardado en los pantalones y yo no estaría en el aeropuerto de Heathrow sintiéndome como si estuviera a punto de vomitar.

Me miró y alisó las arrugas de mi camisa.

—Van a venir a recogerme. ¿Me veo bien?

Minghao me mira de arriba abajo, sonriendo ampliamente.

—Te ves exactamente cómo debería de verse un niñero de veinticinco años de Australia.

Me muerdo el labio inferior para no sonreír estúpidamente. Esa fue una buena respuesta.

—¿Entonces, cómo se llama tu jefe? —Pregunta.

Busco mi teléfono en mi bolso y reviso los correos electrónicos hasta llegar al de la agencia de niñeras.

—La señora Hong.

Minghao asiente.

—¿Y cuál es su historia? Sé que me la has dicho antes, pero la he olvidado.

—Ella es una jueza de la Suprema Corte, enviudó hace cinco años.

—¿Qué le pasó al marido?

—No lo sé, pero aparentemente ella es bastante rica. —Me encojo de hombros—. Dos niños, bien educados.

—Suena bien.

—Eso espero que sí, ojalá les caiga bien.

—Así va a ser. —Avanzamos en la línea—.¿Definitivamente saldremos el fin de semana, no?

Sr hongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora