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Seokmin

Levanto la mano para llamar a la puerta, dudando y cerrando los ojos. Estoy tan nervioso que me siento mal. No tengo idea de qué se trata hoy. Debido a que está aquí en nuestro hotel, espero que se trate de nosotros a nivel personal, pero soy consciente de que tal vez solo quiera despedirme, sin que los niños lo escuchen.

Pero es nuestro jueves y son las siete, así que tengo la esperanza.

Dejo caer los hombros, exhalo y llamo.

Toc, toc, toc.

La puerta se abre y ahí está él, vestido con un traje azul marino. Se eleva sobre mí mientras sus grandes ojos marrones están fijos en los míos.

—Hola —dice en voz baja—. Gracias por venir.

Hace un gesto hacia la habitación y paso a su lado para entrar. Mi corazón late como loco.

Estar tan cerca de él y el olor de su loción para después de afeitar me trae tantos recuerdos. Ya puedo sentir el nudo en mi garganta comenzando a apretarse.

No llores.

No supliques.

Me retuerzo las manos frente a mí mientras su mirada sostiene la mía.

—¿Cómo estás? —pregunta.

Asiento con la cabeza, incapaz de hablar correctamente.

—Bien —susurro con una voz apenas audible.

Pasa su mano por su cabello, su pausa crea tensión.

—Gracias por quedarte con los niños. —Sus ojos caen a la alfombra—. Hubiera sido más fácil para ti irte.

—No podía dejarlos.

Sus ojos se elevan para encontrarse con los míos.

—Pero me dejaste.

—Tenía que hacerlo.

—Ha sido... difícil —admite.

—Para mí también. —Lloro, incapaz de aguantar más, estoy a punto de echarme a llorar—. Te extraño.

Aprieta los labios y asiente, claramente luchando por hablar, pero siento que tiene mucho que decirme. La habitación es pesada y silenciosa. Sé que tendré que liderar esta conversación. Claramente es incapaz de hacerlo. Tomo su mano en la mía y la acerco a mi boca.

Me mira, sus ojos se vuelven vidriosos, su dolor es palpable.

Mi corazón se rompe ante su tristeza.

—Cariño —susurro mientras lo tomo en mis brazos—. No me mires así.

Lo abrazo con fuerza y él se aferra a mí como si su vida dependiera de ello.

—No puedo soportar estar sin ti —susurra en mi cabello.

Sonrío tristemente y beso sus labios. Su rostro se arruga contra el mío.

—Oh, Joshua —le susurro mientras lo miro, ahuecando su cara en mi mano. Está tan herido.

—He estado trabajando en cosas y... —Su voz se apaga—. Lo estoy intentando.

—Sé que lo estás.

¿Por qué nos estoy haciendo esto?

—No me importa. —Niego con la cabeza—. No me importa si no quieres casarte conmigo. No me importa si no tengo hijos. Solo te quiero a ti— Gruesas lágrimas ruedan por mis mejillas y no me importa un carajo. —No puedo vivir un día más sin ti, sólo te quiero a ti. Ya no me preocupan las otras cosas. —Levanto las cejas—. Lamento habernos hecho esto.

Sr hongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora