Durante el día, pasé la mayor parte del tiempo con Newt en el huerto, ocupándome de las fresas y disfrutando de su compañía. La jornada había sido cansada, así que decidí descansar un momento. Me recosté bajo un árbol, cerrando los ojos y tratando de relajarme.
Mientras estaba en ese estado semi-somnoliento, una voz familiar y reconfortante me llegó, como un susurro en el viento. Era la voz del niño que había visto en mis recuerdos. “Hasta que nos volvamos a ver,” decía la voz, llena de una nostalgia que me hizo estremecer.
Desperté de un salto, el corazón acelerado, al oír el llamado de Chuck. “¡_______! ¡Vamos a comer!” me gritó desde una distancia cercana.
Me incorporé rápidamente, sacudiendo la cabeza para despejar el aturdimiento. Chuck estaba allí, esperándome con una sonrisa y una actitud animada. Me levanté y lo seguí, dejando atrás el árbol y el eco de esa misteriosa voz. Mientras caminaba hacia la zona de la comida, me preguntaba si la voz del niño tenía algún significado, o si simplemente era un fragmento confuso de mis sueños.
Al llegar a la zona de comida, me encontré con un ambiente animado y lleno de risas. Me dirigí hacia la mesa y me senté, encontrando a Gally en la misma área. Cuando él me vio, se acercó y se sentó frente a mí con la intención de iniciar una conversación.
“Hola, _____,” dijo Gally, intentando sonar casual. “¿Cómo te va con las fresas?”
Intenté ignorarlo deliberadamente, prefiriendo centrarme en los demás chicos que estaban alrededor. Me puse a charlar con Chuck, Newt y los demás, intentando no mostrar que Gally me afectaba. Mi actitud era evidente: no quería involucrarme en una conversación con él en ese momento.
Gally parecía un poco desconcertado por mi indiferencia, pero no insistió. Se quedó allí, escuchando de vez en cuando mientras yo continuaba conversando con los demás, enfocada en disfrutar la comida y la compañía de los chicos que me rodeaban.
