Una Cenicienta En la Oficina, 13

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13. 👠. Una cenicienta en la oficina.👠 Cap. 13.

Después de lo del fin de semana, del ingreso de su jefe y de la visita al hospital, olvidó desactivar la alarma. No debía ir a la oficina, no tenía que trabajar, pero nunca antes se había tomado un solo día libre, por lo que le resultaba terriblemente extraño quedarse en casa sin tener qué hacer.
Se estiró sobre las mantas para levantarse y al desviar la mirada hacia la mesita de noche vio la nota doblada con la dirección de Terry . ¿Qué debía hacer? ¿Debía quedarse y cuidarle? Se suponía que terry tenía novia, ¿Dónde estaba ella?
Cuando su cabeza terminó de plantearse esas y otras muchas cuestiones se percató de que sin apenas darse cuenta se había vestido y estaba en el coche.

—Por suerte lo he hecho bien... —dijo mirando su atuendo. Se había vestido como si fuese al trabajo, su traje de falda y americana, sus pantis y sus zapatos de tacón, su camisa y su coleta.

Terry vivía en un edificio tan imponente como Black Diamond número 2, dónde vivía ella, no, aquel era más majestuoso, incluso más que el Edificio B de granchester . Un coloso completamente blanco de un material mate pero con diminutos destellos brillantes que lo hacían verse como un diamante. Una construcción donde las paredes exteriores eran enormes cristaleras perfiladas ese material refulgente.
La entrada tenía dos pequeños jardines con caminos de graba blanquecina a los lados de la entrada. Sobre la puerta de cristal había unas bonitas y elegantes letras plateadas y reflectantes en las que ponía White Diamond nº1, cuando candy leyó el nombre del edificio no pudo evitar sonreír, parecía más algo hecho adrede que una coincidencia.

—Bienvenida, señorita andry —saludó el recepcionista, que vestía con un uniforme de guardia de seguridad.

—Buenos días —respondió ella instintivamente— perdón, ¿Nos conocemos? —frunció el ceño, extrañada porque ese tipo supiera su nombre.

—No, pero el señor Richard granchester me dijo que vendría alguien cuya descripción encaja con usted. Viene a ver a terry granchester , ¿Me equivoco?

—No, no se equivoca... —sonrió cortés.

El hombre le hizo un gesto con la mano, invitándola a entrar y esta se dirigió al fondo, dónde relucía una pareja de puertas de ascensor de color nacarado con decoraciones doradas.
El elevador se detuvo en el último piso, dónde, al igual que en Black Diamond número 2 sólo había un apartamento.
El descansillo era, del mismo material claro y con pequeños brillos que la fachada, pero con un ribete plateado a media altura en la pared de la derecha y un enorme ventanal por el que entraba el sol a la izquierda. Al frente estaba la puerta de entrada al apartamento.
Antes de que pudiera llamar Richard abrió, sorprendiéndola con la mano en alto a punto de golpear la puerta.

—Buenos días, señorita andry —sonrió.

—¡Buenos días? ¿Cómo se encuentra terry hoy?

—Sigue durmiendo, pero está bien.

Siempre que terry se ponía así, siempre que se debilitaba hasta caer enfermo, dormía durante días, de un modo que casi parecía más un coma.
Su cuerpo reaccionaba si se le molestaba en exceso, pero no terminaba de despertar. En el hospital comprobaban sus constantes vitales continuamente pero después de algunos años aprendieron que ese era su método para reponerse y, después de estar ingresado durante varios días lo enviaban a casa, donde sus padres controlaban que todo estuviera bien hasta que despertase.

Cuando Richard la hizo entrar no se sorprendió por el lujo, la oficina era lujosísima y era de esperar que su apartamento también lo fuese. Los muebles, en contraste con el edificio eran negros, el suelo y las paredes eran blancas pero el techo estaba pintado en gris y algunas de las paredes eran azul añil.

—Supuse que llegaría temprano... su madre está de viaje y yo tengo una reunión... —estaba siendo disimulado pero a su vez directo, le estaba pidiendo entre líneas que cuidase de su hijo en su lugar.

—No se preocupe, señor granchester , yo puedo quedarme con él... además si solo duerme...

—Gracias, sabía que podía contar con usted —dijo el hombre— ¿Le importa si la trato con un poco más de confianza? —preguntó mientras se dirigía a la entrada— usted, fuera de la oficina puede llamarme Richard , no es necesario que me hable de usted.

—Oh, ¡por supuesto?

—Entonces perfecto, candy . Te encargo a mi hijo.

El hombre salió por la puerta y todo se quedó en silencio en el apartamento.
Caminó despacio por las distintas estancias, por la lujosa e imponente cocina, por el increíble cuarto de baño, por el dormitorio donde reposaba tranquilamente terry .
Se acercó a su lado y se sentó en el borde de la cama, a escasos centímetros de él, llevando la mano a su frente.

—Dios mío, está... ¡está ardiendo...? —exclamó, apartando la mano de su cara a toda prisa— ¿Y así le han dejado salir del hospital?

En su última conversación con el señor granchester en el hospital, este le dijo que normalmente en diez días estaba repuesto, pero al parecer tampoco ponían muchos medios para que mejorase antes, simplemente lo dejaban estar para que su cuerpo se repusiera solo.

Ella no iba a dejarlo dormir ni tantos días ni con esa fiebre, por lo que sin pensar demasiado en que ese tipo era su jefe, sin pensar en que ese tipo era alguien despreciable para ella y que además no tenían ningún tipo de relación salvo laboral, deslizó las mantas de sus hombros hasta su cintura y sin pensar en lo que pudiera pensar cualquiera que les viera, empezó a desabrochar el pijama, dejando su torso completamente desnudo.
Intentó no ruborizarse pero aquello era algo que jamás en su vida había hecho, a sus veinticuatro años nunca antes había estado así de cerca de un hombre y ni que decir de estando con él de esa guisa.

Corrió al baño, buscó en los cajones una toalla y, después de empaparla bajo el grifo corrió de nuevo hacia la cama.
Pasó despacio la toalla por su pecho, enfriando poco a poco su piel, llevando de vez en cuando el trapo empapado hacia su frente, pasando lentamente por el cuello.
Lo que para cualquier otro podía haber sido una escena de lo más sensual, para candy estaba resultando una pesadilla, aunque con un paño, estaba acariciando la piel desnuda de un hombre, y no de un hombre cualquiera sino de ese hombre, de Terry granchester , de su jefe.
La escena aceleraba su corazón, él no le gustaba, era atractivo, y mucho, pero no sentía nada por él y pese a ello no podía evitarlo.
Terry no se movía, no gesticulaba, a pesar de que el agua estaba realmente fría no se inmutaba cuando las gotas resbalaban de las manos de la enfermera improvisada y caían sobre su piel.

De pronto, terry abrió los ojos despacio, sonriendo de un modo irresistible, estiró los brazos alcanzándola, rodeándola con fuerza y sin decir una sola palabra la trajo contra su pecho desnudo, rodando sobre la cama y quedando sobre ella.

—Oh, candy —susurró de forma sensual, acariciando el borde de su cara con el dorso de los dedos.

—¡terry no? —exclamó ella sorprendida y nerviosa, empujando con sus manos para apartarse de él cuanto antes.

Cuando se dio cuenta estaba de pie, junto a la cama, con el pulso acelerado y la respiración agitada, terry dormía, seguía inconsciente, inmóvil y exactamente en la misma posición que estaba cuando le desabotonó el pijama. Por un momento se sintió desorientada, perdida, de repente se encontraba sin saber, ni donde estaba, ni cómo había llegado allí, pero un segundo después se dio cuenta de lo que había pasado.

—¿Me he dormido? Ha sido solo un sueño... —llevó la mano a su pecho, sintiéndolo apretado— ¿Ha sido un sueño y estoy así de nerviosa?
Este tipo me va a volver loca-masculló mientras se sentaba de nuevo en el borde de la cama.

Lo miró por un segundo, asegurándose de que realmente no se había movido y entonces golpeó su brazo como si realmente él tuviera la culpa de que hubiera soñado con aquello.

Después de una hora la fiebre de Terry había bajado bastante y candy decidió entonces prepararle.

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