👠Una cenicienta en la oficina 👠
Capítulo. 7
Eran las ocho y media y el sol entraba a raudales por el enorme ventanal cuando terry llegó a la oficina. Tecleó el código de la puerta y dirigió sus ojos directamente a la mesa de la muchacha.—Ordenar documentos no le gusta a nadie, pero ordenarlos dos veces menos aún... —dijo satisfecho, yendo a su sillón— espero que no vuelva, y si lo hace lo hará tarde y la podré despedir... —rió con satisfacción mientras se dejaba caer en el asiento de su escritorio.
Candy llevaba tantas horas encerrada que terminó dormida en el sofá, este estaba de espaldas a la puerta de modo que cuando terry llegó no la vio.
Al darse la vuelta no recordó que estuviera en la oficina, rotó sobre sí misma como si estuviera en su cama y sin querer cayó sobre la moqueta.
—Pero... ¿qué? —preguntó terry poniéndose en pie automáticamente para ver qué había sido ese ruido.
—¡Auch...? —se quejó ella tocándose la cadera con la que había golpeado el suelo.
—¿Puede saberse qué haces aquí?
—Yo... —miró su ropa para asegurarse de que estaba presentable— me dejó aquí encerrada y la puerta solo puede abrirse desde fuera... he pasado la noche en la oficina.
Terry recordó entonces la orden de clasificar nuevamente los documentos y recordó haber cerrado la puerta, pero no imaginó que ella pasaría la noche ahí encerrada, sin poder salir.
—Tendrías que haber llamado a los de seguridad, ¿es que eres tonta?
—dijo mirándola de arriba abajo con expresión de incredulidad.El día anterior estaba tan enfadado que no reparó en ella, no se fijó si era joven o mayor, no se fijó si era rubia o morena, ni en el color de sus ojos, pero ahora que el sol entraba por la ventana y los bañaba por completo se dio cuenta de lo hermosa que era. Su pelo rubio y rizado caía en cascada hacia su espalda, sus enormes ojos verdes se escondían tras las gafas de pasta negra que adornaban su cara, dándole un toque serio, intelectual y a su vez inocente, y sus labios eran rosados, bien definidos, perfectos para esa cara tan bonita.
—Ve a casa y cámbiate, duerme un poco si quieres, pero a las doce como muy tarde te quiero de vuelta
—pidió en un tono más suave, reconociendo sin hacerlo realmente, su parte de culpa. Era la primera vez que tenía asistente y debía reconocer que estaba siendo más torpe de lo que creía.
—No es necesario señor terry , es... estoy un poco cansada pero puedo descansar cuando termine.
—No, no puedo verte vestida con la misma ropa de ayer, si no quieres dormir no lo hagas, a mí eso no me importa, pero la ropa...
—Está bien. El almacén está cerca de modo que no tardaré en volver.
Puesto que no había podido reunirse con Gable padre, no había obtenido las llaves de su nueva vivienda, ni las del coche que le había mencionado, por lo que seguía viviendo en el mismo lugar donde había estado quedándose hasta su ascenso.
Al llegar al callejón en el que estaba su «hogar» encontró la persiana completamente destrozada, doblada como si de un trozo de papel se tratase y caída sobre el suelo.
Se acercó lentamente, con el pulso acelerado, mirando al interior imaginando como estaría todo y en efecto, algunos de sus enseres estaban desparramados por el piso, la mesa de cristal estaba hecha añicos en el lugar en el que estaba la alfombra la última vez que salió de allí y los muebles habían desaparecido.
Algunas de las prendas aún estaban colgadas en las perchas, supuso que, o dejaron lo que no les servía, o seguían ahí porque no les había dado tiempo de llevárselo.
El miedo se apoderó de ella. Ni siquiera podía caminar por el lugar, le temblaba todo el cuerpo ¿Y si hubiera estado ella allí mientras entraban los ladrones? ¿Y si hubiera estado durmiendo, o duchándose, o...? En ese momento solo pudo agradecer a terry por dejarla encerrada y a salvo en su oficina.—Por suerte no tenía gran cosa así que tampoco he perdido mucho — se mintió a sí misma, fingiendo que no tenía importancia.
Ese almacén quedó completamente vacío tras limpiarlo de basura y todo lo que había en su interior lo había comprado ella, un mes el sofá y la cama, otro mes el armario y la lámpara, otro mes... pero ahora no quedaba más que una mesa rota, una lámpara que quizás no habían visto, y un montón de ropa, varias de las prendas pisoteadas en el suelo.
No sabía qué hacer, pero tenía claro que no podía quedarse ahí ni una noche más. Tenía miedo de que regresasen estando ella allí, así que salió a toda velocidad hasta el contenedor de la esquina para coger un par de cajas y comenzó a llenarlas con su ropa y con las escasas pertenencias que le quedaban.
Llamó a un taxi unos minutos después y este la llevó con sus cajas de vuelta al edificio B, donde, antes de volver al trabajo, hablaría con el señor Richard .
Entró en la oficina del presidente cuando la secretaria se lo indicó y se sentó en el sillón frente a la mesa de director cuando el hombre le hizo una seña.—Tiene mala cara, ¿se encuentra bien? —preguntó preocupado. —Sí, yo... — candy se llevó una mano a la cara sin saber muy bien cómo explicar todo lo que le había pasado desde que sonó la alarma de su despertador el día anterior— anoche dormí en la oficina de su hijo porque me dejó encerrada por accidente, cuando ha llegado esta mañana me ha pedido que fuera a descansar un poco y que volviera más tarde —el hombre sonrió para sus adentros, sabiendo que su hijo terminaría aceptando el trabajar con ella-pero al llegar al almacén... bueno...
—¿Ha pasado algo?
—Supongo que no es nada de lo que debiera sorprenderme pero...
—¿Pero qué? Habla niña —pidió, impaciente por saber qué había ocurrido.
—La persiana estaba completamente destrozada, se han llevado mis cosas y...
El hombre no dijo ni una palabra más, abrió el cajón de su escritorio y sacó un par de sobres: uno contenía la dirección y la tarjeta del apartamento en el que viviría, el otro contenía las llaves del coche y una nota con el lugar exacto donde estaba aparcado dentro del enorme parking subterráneo de aquel edificio. Sin pensarlo ni un solo segundo más se puso en pie y rodeó la mesa para acercarse a esa muchacha que ahora parecía tan frágil y asustada.
Sujetó sus manos y colocó en ellas los sobres.—No te preocupes por nada más. Le diré al chofer que te acompañe a recoger lo que te quede para que estés segura.
—No es necesario señor Richard , se lo agradezco de corazón, pero no me han dejado gran cosa, solo mi ropa vieja y algunas de las prendas que me envió... me ha cabido todo en un par de cajas... —explicó— las he dejado en el cuarto de limpieza.
El hombre sintió lástima por ella, parecía tan buena chica, tan dulce y amable que se sintió mal por que tuviera que estar pasando por esa situación. Volvió nuevamente a su mesa y esta vez sacó la chequera. No solía hacer lo que iba a hacer, pero la situación lo requería. Desenroscó la tapa de su pluma y anotó una cantidad, suficiente como para que pudiera reponer lo que le habían quitado, al menos los enseres personales y la ropa.
—Lamento que tenga que pasar por esto, señorita andry .
—Usted no tiene la culpa, es más, de no ser por esta oportunidad...
quizás esos ladrones hubieran entrado estando yo...—No creo que a terry le importe si se toma el resto del día libre...
— tendió una mano con el cheque.
—Oh, no, por favor.
—¿Al dinero o al día libre?
—¡A ambos?
—El dinero solo es un adelanto, se lo iré descontando de sus nóminas, considérelo como lo que es, y el resto del día... todo el mundo tiene derecho a solicitar un par de días libres por mudanza, que la suya sea tan peculiar no quita que lo sea, de manera que use la tarde para arreglar sus cosas e incorpórese de nuevo mañana.
La muchacha lo miró preocupada, nunca había faltado a su puesto, nunca le habían dado un adelanto, nunca... todo estaba resultando extraño, desde hacía una semana todo era anormal y no sabía muy bien cómo se suponía que debía actuar.
Después de salir de la oficina, pese a haberle dicho... Continuara
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una cenicienta en la oficina.
RomanceUna adaptación de candy y terry. La historia es de pilar parra lejo una linda historia, no tengo los derechos de la novela, ni de los personajes de candy y terry, pertenece a keiko nagarita, la historia esta adaptada. Sin fines de lucro, solo por en...