Una Cenicienta En la Oficina, 47

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👠Una Cenicienta en la oficina👠

Capítulo 47 

Tan pronto como se vieron en la oficina sonrieron, terry no quería seguir fingiendo un enfado que ya no existía y tampoco quería perder esas horas que podría compartir con ella por compartirlas con alguien a quien a duras penas podía seguir el rollo.
Por estar enferma había desatendido un informe importante que debía haber tenido listo, de modo que ese día tocaba ignorar a terry y atender el trabajo que tenía retrasado.
Pasó el día entero en la oficina, incluso terry le había llevado un bocadillo para que no se quedase sin comer.
Y poco a poco llegó la tarde.
A medida que las horas pasaron el cielo se había puesto completamente negro y hacia la hora de salir empezó a diluviar.

—¡Wow? —exclamó candy al ver un destello brillante por la ventana — ese ha caído cerca.

—¿Has terminado el informe?

—No, aun no...

—¿Quieres que nos quedemos hasta que lo termines? —candy miró el reloj y asintió— bien, si necesitas ayuda estoy aquí, ¿De acuerdo?

Pasaron cerca de dos horas y seguía lloviendo como si las nubes sobre ellos retuvieran toda el agua del planeta y como si no fueran a detenerse hasta soltar la última gota...

Terry la miraba, como si fuera un imán atraía su atención con cada gesto que hacía. Acababa de darse cuenta de otra cosa que solía hacer al leer cosas importantes, candy hacía pequeños giros con la silla cuando leía lo que había escrito o cuando tomaba entre sus manos documentos importantes.

El edificio ya debía estar vacío y con la soledad y la intimidad de la oficina y, cansado de tenerla ahí y no poder decirle nada para no distraerla, decidió obligarla a descansar aunque solo fuera unos pocos minutos.
Se puso en pie y se acercó hasta el equipo de música que había en un estante cerca de ella. Fue hacia la ventana y disimuló mientras sonaba una melodía y otra y otra, esperando la adecuada para llevar a cabo su recién pensado plan.

Después de un rato, cuando empezó la canción apropiada, se colocó a su lado y tendió una mano, la asistente lo miró confusa pero él acentuó el gesto de la mano, estaba pidiéndole bailar sin palabras.

Candy se puso en pie, vacilante, mirando por un momento el informe que tenía por terminar. Él la rodeó por la cintura y ella llevó los brazos tras su cuello instintivamente.

—¿Bailamos? —preguntó ella con las cejas arqueadas. Él solo sonrió de forma sutil y la trajo aún más contra si, teniendo su cara a solo un par de centímetros de su pecho. No pretendía besarla, ella le pidió que no lo hiciera y él iba a respetar su petición, estaba obligado a hacerlo si no quería mandar al traste la poca confianza que había quedado en ella después de aquel beso forzado.
A pesar de no pretender besarla iba a disfrutar de su agarre, iba a disfrutar del roce de sus muslos en los suyos, del calor de sus brazos en su cuello, del calor que se filtraba por la ropa y calentaba sus manos.

Se movían despacio, acompasados con la música mientras ella intentaba contener los suspiros por tenerlo ahí.
De pronto terry subió una de sus manos despacio hasta el cuello de candy y se acercó despacio a su boca, esperando que ella actuase en contra, pero cedió, acortando esos pocos milímetros que los separaban y besándole con toda la pasión contenida que llevaba tiempo guardándose.
Se acercaron, sin separar sus bocas, hasta una pared, cerca del enorme ventanal desde el que se apreciaba casi toda la ciudad a sus pies. Candy respiraba entre alientos el perfecto y masculino aroma del hombre que la rodeaba, de ese maravilloso hombre que la besaba como solo él había hecho, enredaba los dedos en su fino cabello y se dejaba elevar a lo más alto con las fuertes pero a su vez delicadas manos que la acariciaban sobre la ropa con un deseo que difícilmente podía ocultarse.

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