Capítulo 1:¡Cuidado que voy!

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Tengo la incómoda sensación de estar siendo observada. El sudor me recorre toda la espalda hasta la nuca, donde se me eriza el cabello. Abro los ojos lentamente acostumbrándome a la escasa luz que hay y tardo unos minutos en ser capaz de mantenerlos abiertos.

Mis ojos barren la diminuta habitación en apenas un par de segundos sin encontrar la causa de mi malestar. La roída puerta de madera sigue igual de cerrada que hace unas horas y la única ventana del dormitorio parece igualmente cerrada. Rápidamente me levanto a comprobar ambas salidas.

Sigilosamente entreabro la puerta apenas unos centímetros. No me sorprende la oleada de oscuridad que me recibe en el pasillo. A estas horas de la noche ni siquiera la Sra. Wallace está despierta. Observo atentamente el pasillo con la esperanza de ver alguna sombra moviéndose o escuchar algún ruido que delate al posible intruso que apenas unos minutos antes ha interrumpido mi sueño. Tras varios minutos de cautelosa observación las sombras siguen quietas, las puertas de las restantes habitaciones cerradas y únicamente se escucha mi respiración entrecortada.

Descarto la posibilidad de que alguna de las chicas esté levantada y cierro la puerta sigilosamente.

Me remango las mangas del pijama con nerviosismo. Serán solo imaginaciones mías. Ni siquiera debería estar despierta, seguro que mañana me estaré durmiendo por los laureles.

Intento controlar mi respiración y segundos más tarde, mi corazón vuelve a su ritmo normal. Con la certeza de saber que la puerta no ha sido abierta por nadie además de mí, me dirijo a la ventana, que se encuentra bien asegurada. De todas formas, cierro las cortinas. A pesar de no tener vecinos en varios kilómetros me hace sentir más resguardada ante las miradas ajenas de cualquier caminante nocturno.

Más tranquila vuelvo a la cama y me deslizo entre las ajadas sabanas.

–Habrán sido imaginaciones mías. –Susurro a la vacía habitación –Aquí no hay nadie.

Apenas recuerdo en qué estaba soñando antes de despertar presa de la incomodidad. Nunca he sido una persona que concilie especialmente bien el sueño, pero si a eso le sumas ruidos a mitad de la noche y sueños extraños, tienes el combo perfecto para una noche de insomnio. En cuanto al sueño de esta noche creo que tenía algo que ver con vacas rosas o puede que no, no lo sé, pero tengo claro que no volveré a ver dibujos con Balby nunca más si eso significa tener que verlos en sueños repetidamente. Por no hablar de que los dibujos de hoy en día son cada vez más extraños: coches con cara, animales que hablan, gatos azules... y mil cosas extrañas más.

Recuerdo el peluche de un gato azul y cabezón que tiene Balby en la balda de su habitación que ni siquiera tiene orejas, e inconscientemente miro mi pequeña balda, igual a la del resto de habitaciones, y solo encuentro un par de libros mal encuadernados, y una cajita de madera.

A lo largo de los años que llevo aquí apenas he reunido unas pocas pertenencias y estas se encuentran repartidas entre el baúl que reposa bajo la ventana, la pequeña mesilla de noche que se encuentra junto a la cama y el escritorio de contrachapado donde paso horas y horas luchando contra los estudios.

Decidida a dormirme nuevamente cierro los ojos y empiezo a contar ovejitas. Un hábito muy manido y que he ido adquiriendo a lo largo de los años en mis noches de insomnio. Por lo menos hace el efecto deseado y en algún momento pierdo la cuenta y caigo rendida en los brazos de morfeo.

***

–¡Nell!

–¡No grites Balbina!

–¡No me llames así, idiota!

–¡No es mi culpa que tu nombre sea tan feo como tú!

–¡Tú si que eres fea! ¡Y tonta, muy tonta!

DONDE FUIMOS FELICESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora