Capítulo 25: La familia

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¿El tiempo que pasamos abrazados? No lo sé, pero no me habría importado que fuese mayor.

Respiramos al unísono, calmando nuestros latidos, volviendo a tomar el control sobre nosotros mismos.

Cuando vuelvo a ser dueña de mi misma me separo de él y me siento en la hierba con las piernas cruzadas. Él me imita. Aprovecho para mandarle un rápido mensaje a Taylor avisándole de que Kennedy está conmigo y de que está bien. Guardo el móvil en el bolsillo de la falda y vuelvo a dedicarle toda mi atención.

Tiene el pelo más alborotado que de costumbre, la mirada cansada y los hombros gachos.

—Siento haberte gritado. —Susurra.

Su mirada ya no es ardiente, es, simple y llanamente, triste.

—Siento haberte gritado, —Repito sus mismas palabras —y, bueno, haberte empujado. Y ya que estamos, siento haberme tirado sobre ti.

Me coloco un mechón detrás de la oreja un poco inquieta. De verdad, que bruta soy a veces.

—No te disculpes por eso. —Agarra mi mano con cariño —Nunca te disculpes por abrazarme.

Sorprendida ante la intensidad de sus palabras solo soy capaz de asentir.

Con delicadeza comienza a hacer círculos en la palma de mi mano. Sus movimientos son hipnóticos y me producen un agradable cosquilleo.

No me importaría estar así durante toda la tarde, pero no podemos, ni debemos, ignorar lo que ha ocurrido, sea lo que sea lo que le haya pasado para acabar cabreado en mitad del bosque.

—¿Me vas a contar ya lo que ha ocurrido?

Cierra los ojos y suspira. Se me estruja un poco el corazón. No me gusta verle así.

—¿Te vale si digo que me apetecía salir a correr después de comer?

Chasqueo la lengua.

—No, no me vale. Vas a tener que currarte más tu siguiente excusa si quieres que me la crea, o decirme la verdad, claro está.

Sonrío con dulzura para animarle a hablar y le doy un apretón con la mano que nos une. Él aprovecha y entrelaza nuestros dedos.

—¿Te acuerdas que hace unos días que quería contarte algo?

Asiento. Como para olvidarme de aquellas misteriosas palabras que estuvieron dando vueltas por mi cabeza durante todo el día

—Era sobre Patty, la chica del partido de fútbol. La que era alta con el pelo castaño ¿te acuerdas de ella?

«¡Sé quien es la dichosa Patty!» Quiero gritarle, pero me contengo.

—Sí, me acuerdo de ella. —Intento no poner mala cara.

—Vale, bien. —Desvía ligeramente la mirada a algún punto detrás de mi, como si estuviera tratando de ordenar sus ideas —La verdad es que la conozco desde hace tiempo, desde el comienzo del curso. Un día, después de las clases, fui con algunos de clase a tomarnos algo a un bar del centro y allí es donde la conocí.

Siento como un nudo me empieza a oprimir el estómago. Al final va a resultar que sí que es su novia ¿acaso debería importarme? ¡No, por supuesto que no!

—Me saltaré los detalles porque no son importantes. —Vuelve a mirarme y continúa —El caso es que desde que se me acercó por primera vez, hace ya unas semanas, no hemos dejado de hablar y de enviarnos correos. Comenzamos hablando de tonterías, de sueños, de esperanzas, de cómo nos imaginábamos el futuro. Patty es muy divertida, inteligente y tiene un gran don de gentes.

DONDE FUIMOS FELICESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora