Capítulo 31: No mereces la pena

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En torno a las seis de la tarde, justo a tiempo para mi charla con Henry, Jossie y Jensen se despiden y se marchan a la ciudad. A pesar de que el cumpleañero ha insistido en que quería quedarse para ayudar a recoger la sala común, hemos conseguido convencerle de que se marchase a disfrutar de su día.

Estoy metiendo los platos de cartón en una bolsa de basura cuando me llega un mensaje de Henry avisándome de que está en la puerta. A pesar de que sabía que este momento iba a llegar no puedo evitar la tensión que se adueña de mi cuerpo.

—¿Todo bien, rubia?

Taylor coge el plato que he dejado suspendido a medio camino de la bolsa y lo tira por mi.

—Sí, claro. —Asiento rápidamente —¿Te importa terminar esto por mi? Es que tengo que ir a hacer una cosa urgente.

—Sin problema. —Agarra la bolsa que le tiendo —¿Qué es eso tan importante que tienes que hacer?

—Voy a romper con alguien. —Es lo único que digo antes de salir de la habitación.

Para mi sorpresa me encuentro con Henry en la entrada del edificio. Me sorprende porque es la primera vez, no solo que cruza la verja exterior, sino que también se ha atrevido a entrar. Normalmente cuando venía a buscarme o a dejarme aparcaba fuera, junto a la parada del autobús.

—Reconozco que hay menos barullo del que me imaginaba. —Es lo primero que dice cuando llego a su altura.

—Ya, bueno, este lugar no suele ser como la gente se cree.

Asiente y se mete las manos en los bolsillos de sus vaqueros.

—Pues aquí me tienes ¿de qué querías hablar?

Según se acerca el momento más tensa me pongo, sin embargo, tengo claro lo que he de hacer, pero preferiría no arriesgarme a que medio orfanato escuche nuestra conversación.

—¿Te importa si vamos a un lugar más privado?

—¿Un lugar más privado?¿por qué?

Extiende su mano con la intención de agarrar la mía pero la retiro antes de que le de tiempo. Su respuesta no se hace esperar: frunce el ceño y deja caer la mano.

—¿Qué ocurre?

Al ver que no responde a mi pregunta, ni hace el amago de moverse, agarro su brazo y tiro de él con suavidad hacia el exterior.

—¿Podemos, por favor, aunque sea no quedarnos en mitad de la puerta?

—No, —Contesta tajante —no hasta que me digas qué ocurre. Llevas toda la semana actuando muy raro y me estoy empezando a cansar de que me des largas.

Asiento. Tiene razón.

—Es verdad, lo siento. —Suelto su brazo y miro a ambos lados, para asegurarme de que nadie nos oye antes de continuar —Creo que lo mejor es que dejemos de vernos.

Da un paso hacia atrás y una mezcla de sorpresa y enfado se adueña de sus rasgos.

—¿Cómo?

—Verás, yo...

—¡No! —Alza la voz como nunca antes lo había hecho —No entiendo nada ¿qué ha pasado?

—No sabes cuánto siento estar diciéndote esto. —Intento mantenerme tranquila ­­—De verdad que deseaba que lo nuestro saliera bien.

—Nena, nena, —Me agarra ambas manos —¿de qué estás hablando? Si está saliendo bien.

Doy un paso hacia atrás buscando un poco de espacio, separando nuestro agarre.

DONDE FUIMOS FELICESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora