Capítulo 34: Lo he hecho por ti

2 3 0
                                    

Nos observamos fijamente como si nos estuviéramos retando. Me llevo una mano al cuello —¡qué calor hace aquí!— y me abanico con las manos mientras respiro hondo un par de veces. Mi mejor amigo sigue sin decir nada. Ambos nos miramos fijamente, con intensidad. Estoy cabreada por cómo me ha quitado el cigarrillo, nerviosa porque no me termina de creer y angustiada porque no soporto verle así. Verle tan cabreado, tan fuera de sí, tan...asustado. Está asustado.

Darme cuenta es como una revelación. Algo hace «click» en mi cabeza y de golpe y porrazo soy consciente de lo que he hecho. Me he ido sin avisar a nadie, justo lo mismo que hizo él hace unas semanas. Justo lo mismo por lo que me cabreé con él ¡si hasta le grité y le empujé!

Derrotada me recuesto sobre la silla y miro al chico que tengo frente a mi. Su pelo ondulado parece más despeinado que de costumbre y me entran ganas repentinas de enredar mis manos en él, de peinarle o tal vez de despeinarle aún más. Extiendo mi el brazo pero no trato de tocarle, simplemente dejo la mano abierta con el dorso apoyado sobre la mesa a modo de invitación. Él tarda unos segundos en responder. Acoge mi mano entre las suyas y la tensión de sus hombros parece decaer un poco por primera vez desde que ha entrado en el bar.

—Te creo. No debería haberte gritado, —Su voz suena ronca— no ha estado bien. Estaba muy asustado, Nell. Sigo estándolo. En cuanto Félix vino a decirnos lo de la adopción se me partió el corazón. Sabes que quiero a Balby pero solo podía pensar en tí, en lo que significaba para ti su marcha. Sabía que necesitarías tiempo y por eso no acudí a nuestra cita de correr. Pero después fui a tu habitación y te estuve esperando. Te esperé durante una hora y no volvías. Ahí fue cuando me di cuenta de que tal vez había cometido un error, que a lo mejor tendría que haberte acompañado, que debería haber ido a buscarte en cuanto supe la noticia.

Se me estruja el corazón al oír sus palabras. Rápidamente pongo mi mano libre sobre las suyas que siguen agarrándome con cariño.

—No, Kennedy. Hiciste bien, necesitaba tiempo.

Mueve la cabeza y suspira.

—Ya lo sé, Nell. Te lo quise dar pero al ver que no regresabas me volví loco. Avisé a Taylor y te estuvimos buscando por todas partes. Mientras ella te llamaba yo fui corriendo a buscarte por nuestro bosque y no estabas. —Su mirada busca la mía— Por favor, no vuelvas a hacerme algo así. Márchate, aléjate siempre que lo necesites, pero avísame o llévame contigo.

Su voz suena tan preocupada y triste que solo puedo agachar la cabeza.

—Lo siento, Kens. —Una lágrima resbala por mi mejilla —No me había dado cuenta.

Escucho cómo su silla chirría y lo próximo que noto es como se sienta a mi lado y me alza la barbilla con cuidado.

—Créeme que te entiendo, Nell. —Una de las comisuras de sus labios se eleva— Nosotros somos así. Vivimos desde el corazón y reaccionamos con fuerza ante las dificultades porque a veces las emociones nos superan. Así nos ha hecho la vida.

Parpadeo alejando las lágrimas.

—Bueno, así me ha hecho a mí. —Trato de sonreír —Ya me gustaría que me hubiera hecho un poco más como a tí.

Niega con la cabeza y su mano abandona mi barbilla para cubrir mi mejilla.

—Sé que desde fuera puedo parecer tranquilo y serio pero en el fondo tú y yo somos iguales. Cuando nos emocionamos, cuando reímos o lloramos, cuando queremos...es como un vendaval. Nos descontrolamos. La única diferencia es que yo lo disimulo mejor.

Un destello de humor reluce en su mirada y me pregunto si es cierto ¿acaso somos los dos tan parecidos cómo él dice? Estos últimos días me he estado preguntando si la razón por la que no me ha dicho que siente lo mismo que yo es porque realmente no lo hace, porque somos muy diferentes. Él tan tranquilo con sus ideas claras, yo tan inquieta tratando de encontrar mi lugar. Pero tal vez, solo tal vez, él tiene razón. Los dos tenemos formas muy parecidas de responder ante las dificultades que nos ha puesto la vida. Siempre tratamos de buscar soluciones, no nos quedamos parados. Ponemos a la gente a la que queremos por delante de nosotros mismos. Y si algo malo nos sucede nos alejamos para no dañar al resto. Aunque está claro que no nos funciona mucho esto último. Quizá podríamos trabajarlo juntos.

DONDE FUIMOS FELICESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora