Capítulo 27: Miedo

6 4 0
                                    

Me quedo de piedra ante esa mirada cargada de dolor y decepción. No soy capaz de moverme mientras Kennedy, mi mejor amigo, mi...Kennedy me observa desde la distancia, niega con la cabeza y se marcha camino de la parada del autobús.

De repente solo puedo sentir vergüenza porque me haya visto besándome con otro. Otro que él no tenía ni idea que existía porque no me atreví a contárselo.

«Y te quejabas de que no te había dicho nada de Patty».

Acallo a mi crítica interior y salgo corriendo tras él. Camina arrastrando los pies, con la cabeza gacha y la mano en los bolsillos.

—¡Espera!¡Kennedy!

Para mi sorpresa se queda quieto en el sitio y alza la cabeza en mi dirección.

—Kennedy. —Resuello al llegar hasta él —Espera, por favor. Lo que acabas de ver...—No sé que decirle, estoy en blanco —Yo...

Mierda, mierda, mierda ¿por qué todo es un desastre?¿por qué no fui capaz de hablarle de Henry cuando tuve la oportunidad?¿por qué sigo haciéndole daño a la gente que me importa, incluida a mi misma?

«Miedo. Tienes demasiado miedo» suena una vocecita en mi interior.

Me quedo aturullada entre emociones y pensamientos que me impiden seguir hablando.

—No quiero sacar conclusiones precipitadas, Nell, porque eso nos perjudicaría a ambos, así que te lo voy a preguntar directamente ¿estás saliendo con ese chico, Nell?¿Es... tu novio?

La seriedad y el dolor contenido de su voz se me clavan en el pecho como un puñal afilado. Mentirle no serviría de nada, ya me ha visto besando a Henry y, además, me niego a seguir mintiéndole. Estoy cansada, agotada, exhausta.

—Sí —Afirmo afligida.

Cierra lo ojos y asiente como quien asimila una mala noticia.

—Ya veo. —Vuelve a mirarme y arquea la ceja interrogante —¿estabais saliendo cuando nos besamos en el bosque?

Trago con dificultad y asiento.

—Sí.

—Joder, Nell. —Exclama y se lleva una mano a la cabeza —¿Por qué? ¿por qué me dejaste besarte cuando estabas con alguien? ¿por qué me besaste?

—Yo-o...yo... —Agarro con fuerza las correas de mi mochila a punto de perder los nervios —No lo sé.

—Es que no te entiendo, Nell. —No está gritando pero siento que su voz retumba hasta en el último rincón de mi cabeza —¿Por qué me dejaste estrecharte contra mi?

Su voz, su cuerpo, todo él demanda una respuesta que no tengo. «Mentira» vuelve a sonar esa molesta vocecilla «sí que tienes una respuesta, pero tienes demasiado miedo».

Ante su intensa mirada solo soy capaz de balbucear cosas sin sentido.

—Estaba tan preocupada...Yo te vi y tú...

Abre los ojos y da un paso hacia atrás como si le hubiera golpeado.

—¿Fue por pena?

—¡No!¡No! —Mascullo horrorizada —Quería hacerlo. Quería besarte. No porque estuviera preocupada, no por pena. —Trato de acercarme a él pero no me lo permite —Por favor, créeme.

—Ya no sé que creer, Nell. Me mentiste, aunque fuera por omisión, me mentiste. No sé por qué lo has hecho. Te conozco y sé que no ha sido para hacerme daño, pero lo has hecho. Me duele que me hayas mentido, me duele que no confiaras en mi, como yo confío en ti, y me duele que me besaras estando con otro.

DONDE FUIMOS FELICESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora