Capítulo 4: Otra vez no

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Cuando decidí ir en busca de Zack Bradley recorrí con precaución el pasillo de las chicas pisando con sigilo las desgastadas tablas y siempre cerciorándome de que la Sra. Wallace no me viese a deshora fuera de la habitación. Sin embargo, no contaba con que Garrett, el encargado de los chicos, estuviera deambulando por las escaleras en el mismo instante en el que abrí la puerta que separaba la escalera de la zona femenina.

Ahogo un grito de sorpresa y rápidamente me tapo la boca con la mano para evitar ser escuchada. Con la respiración acelerada cierro lentamente la puerta hasta dejar una pequeña rendija, a sabiendas de que si la cierro del todo sonaría un quejido imposible de disimular.

Normalmente no trato de evitar a Garrett puesto que era bastante simpático en comparación con La Arpía. Sin embargo, a sus cuarenta y tantos, a pesar de mostrarse de lo más juvenil y «enrollado» con todos, y en especial con los chicos, sigue siendo un trabajador más del orfanato que debe cumplir su deber.

Sé que si me encuentra no me va a gritar ni me va a mandar a dormir con los bichos, a diferencia de otras. Como mucho me reprenderá y me obligará a volver a mi habitación. Pero, a riego de ser pillada, tengo un objetivo claro. Necesito llegar a la zona de los chicos, a ser posible evitando ser castigada. Por lo que me mantengo oculta tras la puerta mirando a través de la fina abertura.

Con pasos lentos pero seguros Garrett sube las escaleras pero, para mi sorpresa, no está solo. No es que me sorprenda que esté con alguien, sino que ese alguien sea Luca. Todos en el orfanato saben que no se llevan bien precisamente. No es que se lleven mal,–no creo que Luca se lleve mal con nadie– es simplemente que no suelen hablar más allá de lo necesario.

Cuando me quiero dar cuenta, ambos se han parado en la cima de las escaleras y, en vez de continuar hacia la derecha, se detienen y puedo captar retazos de su conversación.

—Sabes que ya ha pasado mucho tiempo.

—Pero...

—Luca, va a ser muy complicado. Hay bastante gente. No sé si te verán.

—Ya lo sé. Solo quiero saber si es posible.

—Pues yo creo que...

¿Qué? ¿de qué están hablando?

Me inclino un poco para intentar escuchar mejor. Un grave error. Un pequeño quejido sale de las desgastadas bisagras. Rápidamente me aparto de la puerta y me tapo la boca con la mano una vez más. No puedo hacer ningún ruido.

Como ya no les puedo ver, tengo que esforzarme por tratar de oírles. Escucho un murmullo y por último escucho a Garrett.

—Mejor hablamos luego. Este no es el lugar ni el momento.

Oigo unos pasos y luego una puerta. Estoy algo agitada, pero me ordeno a mi misma tranquilizarme, y un par de minutos después, segura de que ya no se escucha nada, salgo a las escaleras.

No se de qué iría esa charla, pero tengo que concentrarme en mi objetivo o voy a acabar de nuevo en el granero. Avanzo lentamente y abro la puerta de los chicos. Menos mal, no hay nadie en el pasillo.

Esta zona es prácticamente igual que la de las chicas así que no se me hace extraño recorrerla. Es más, me he colado tantas veces para ver a mis amigos que prácticamente sé quién duerme en cada habitación, aunque siempre hay algún niño nuevo que se me escapa. Por eso, tras hacer memoria, creo recordar que la habitación de Zack es la tercera después del baño.

Mientras continúo avanzando me voy haciendo mentalmente una lista de las cosas que voy a hacer: Primero quiero escuchar su versión de la historia. En segundo lugar, me voy a creer solo la mitad de lo que me diga porque es un mentiroso. Después le voy a dejar claro lo que le va a ocurrir si vuelve a molestar a Balby. Y por último, pero no menos importante, me voy a recordar a mi misma que solo es un niño de 8 años.

DONDE FUIMOS FELICESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora