IX

134 17 24
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Claro que era buena idea, Will y Ady dejaron de lado sus discusiones para llevar a su hijo afuera

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Claro que era buena idea, Will y Ady dejaron de lado sus discusiones para llevar a su hijo afuera. Will decía que se tomaba demasiado enserio, más allá de lo sano al simio, mientras ella defendía que relegaba su papel de cuidadora ahora que conocían a la veterinaria. El mayor afirmaba que estaba celosa de su nueva novia, que debía buscar a alguien. Adeline se quedó muda ante ello, hizo su maleta y subió a su auto, al momento de arrancar el motor, César salía por la puerta de atrás llamándola con esos gritos tan característico. Bajó corriendo a cargarlo, pensando que algo le había pasado. Se colgó del cuello de su madre, así que los subió al auto con ella y le puso el cinturón. El niño iba maravillado viendo por la ventanilla y señalando todas esas luces, las nubes, pasaron a un lugar de comida rápida para comprar un par de hamburguesas.

¿Aquí vives?

—Vivía.

¿Quién es él?

—Se llamaba Brent, era mi esposo.

¿Papá?

—No, cariño, Will es tu padre; es como Caroline, Will y ella están juntos, se aman y puede que se venga a vivir con nosotros.

¿Brent no aquí?

—Él falleció hace años, de hecho, un año antes de que llegaras a mi vida— sonrió intentando no romperse frente a su hijo—. Ya, come.

Adeline fue a su cuarto, tomó un poco de ropa y se encerró en el baño para llorar largo y tendido sufrir la pérdida de su muy amado esposo. Era un ser tan puro que se fue demasiado pronto, que no era algo que olvidara tan fácil. Aun en contra de los designios de su hermano, guardó ropa suya y un par de fotos. Pensaba en que ya no había hablado con Taylor, lo último que supo es que seguía buscando el paradero de su hija con unos contactos, diferentes a los que la castaña tenía, ya que seguramente a ella le ponían trabas diferentes a las que tendría un familiar directo. Claro que su hijo se preocupó porque fue a acurrucarse a su lado mientras comía sus papas fritas. Ella se rio ante aquello y le dijo que se sentara en la taza en tanto se duchaba rápido.

—¿Qué es eso?

—Una cicatriz.

—¿Te lastimaste?

—No, ya sano.

—¿Por qué?

—Te voy a contar un secreto, ¿sabes qué es un secreto? — su hijo negó con la cabeza luego de pensarlo—. Te voy a decir algo, pero no se lo puedes contar a nadie, ni a tu padre, ni a Charles, mucho menos a Caroline, ¿de acuerdo? — César brincaba mientras asentía y su madre se reía—. Bien, un año antes de tenerte a ti, tuve una hija, una hija muy hermosa...

—¿Qué le pasó?

—Murió...— no sabía si podría explicarle un tema tan delicado como que le arrebataron a su bebé, que por eso ella les arrebató al suyo. César le abrazó las piernas mientras seguía secándose el cabello, así que lo cargó—. Te amo, César.

—Te amo, mami.

—¿Ya nos vamos a acostar? ¿Quieres que te bañe?

Comer.

—Vamos, entonces.

Ella apenas probaba su hamburguesa cuando su hijo ya había arrasado con la suya, sus papas, sus Nuggets, incluso su nieve y refresco; Adeline lo vio feo y este sonrió, así que le dio también sus papas, nada más agarró una para no quedarse con las ganas, pero le dio toda la comida, se quedó únicamente con su refresco y nieve, claro que le dio otra cucharada de nieve, ya que no dejaba de verla. Ese también debía ser un secreto, seguro Carolie le regañaría por cómo cuidaba a su hijo. Torció los ojos lo más que pudo y desechó aquel pensamiento, no era momento, sino disfrutar de César. Lo tomó de un brazo y este se enroscó en el de su madre y volvieron al baño. Esta vez César se puso a jugar con el agua que le caía mientras la matriarca lo enjabonaba.

Basta— se quejaba mientras lo jalaba del bracito para seguirlo tallando.

—Basta tú— se carcajeó y el niño le lanzó agua.

Hambre.

—¿Más? Pues si engulliste. Anda que te vas a empachar y ya tienes que dormir.

Dormir.

—Vístete mientras yo me cambio.

Disfrutaron de su desnudez mientras terminaban de secarse así, campando a sus anchas, comiendo muy a gusto. Adeline le puso un pañal, ya que los dos eran tan flojos que no se levantaban durante la noche, ya en la mañana se lo quitaría y se volvería a bañar, esta vez sólo mientras la madre cocinaba. César aún con dificultad, se puso un mameluco y la madre se puso otro, César veía a Adeline secarse el cabello, así que apuntó la secadora a su rostro y él hacía caras con todo ese aire caliente. Se trenzó su cabello y apagaron las luces, besó la frente de su hijo y esperó a que se durmiera para seguir con sus pensamientos, extrañando a su muy amado esposo. Ya olvidaba lo rasposo de su voz, su semblante duro y la suavidad de su corazón en contraposición, enserio que lo necesitaba a su lado, pues a veces deseaba marchar a su encuentro, ni siquiera amar desmesuradamente a su hijo le llenaba el corazón. Trataba de no despertar al niño, o estaría inquieto toda la noche por todo lo que comió. Repasaba en su mente parte de lo que le dijo Will en espera de que se le bajara el coraje. Claro que salía, se turnaba el tiempo entre su investigación, su hijo y su padre, a veces iba al cine o a cenar sola. Antiguos colegas de la universidad la invitaban por una copa y tuvo sexo ocasional, pero ella no quería una relación seria, mucho menos irse a vivir con alguien o casarse. Se asustó cuando César la jaló.

Soy yo, soy yo.

—¿Qué haces despierto?

Hambre— lo abrazó ya que se le bajó el susto.

—Amor, no hagas eso cuando estoy dormida, te pude haber lastimado, me pudiste haber lastimado.

—¿Estás enojada?

—No, descuida— le llenó de besos la cabeza y él le besaba el cuello, ya que sólo ahí alcanzaba. Durmieron abrazados hasta que sonó el teléfono en la madrugada—. ¿Qué pasó?

—No encuentro a César.

—Está conmigo.

—¡Y por qué no me habías dicho!

—Nos quedamos dormidos.

—Vuelvan inmediatamente.

—¡No! También es mi hijo y puedo decidir sobre él, si no te parece que escoja.

—Hablemos de esto en persona.

—Bien.

—Te preparé café.

—Llegamos en una hora, y dile a tu novia que no la quiero ahí.

La madre del mesíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora