Adeline Rodman tiene un esposo con EPOC, decide entrar a los laboratorios GEN-SYS para encontrar la cura. cuando su padre avanza en Alzheimer, el trabajo presenta una falla y la vida de los hermanos cambia radicalmente al convertirse en protectores...
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Fueron a un lugar al otro lado del puente, un bosque de secuoyas. Todos subieron al coche y César iba maravillado con toda esa frondosidad, árboles hasta donde la vista le alcanzaba. Estaba en la cajuela, Charles y Adeline en los asientos traseros, Will y Caroline enfrente. Abrieron la cajuela y tanto Charles como su hija afirmaron que no era necesario ponerle una correa, Will dijo que era precaución. Su hermano mayor dijo que no debía alejarse de su vista, bromeó con las chicas que no volvería a encontrarlo de lo contrario. El pequeño se agachó y estiró la mano a la rubia-castaña.
—¿Qué hace?
—No puedo creerlo.
—¿Qué?
—Te está pidiendo permiso, es un gesto de súplica— la morena tomó la mano de la rubia para acariciar la pata que le ofrecía.
Ambos asintieron y César se perdió entre los arbustos. Los veían moverse a cada columpiada del pequeño. Charles y Adeline corrieron por el lugar en busca del simio. Will lo llamaba pensando que no volvería, llegaron a un claro, su hermano lo volvió a llamar, Charles lo alentó a subir y Adeline gritó de la emoción por verlo llegar tan arriba que se perdía de la vista, estaba orgullosa de ver a su hijo sentirse libre, siendo él mismo, brincando de un árbol a otro, columpiándose sin importar si era un día soleado, si llovía y relampagueaba, hasta convertirse en alguien casi de su tamaño y mucho más robusto que ella.
—Ven.
—No, amor.
—Ven.
—César, yo no puedo subir a los árboles.
César se colgó de su madre y la llenó de besos antes de subir a los árboles. Adeline y Charles corrían entre los árboles siguiendo al pequeño con la mirada, quien se columpiaba entre las copas de los más altos árboles. A riesgo de que la regañaran, intentó subir a la primera rama alta y César corrió a los brazos de su madre, festejaba que lo había intentado, Caroline le dijo que tuviera cuidado y Will les tomó una foto. Ady le instó a seguir jugando mientras ella bajaba, le informó que le prepararía un buen sándwich para que repusiera fuerza. Cuando su hermano se descuidó, le puso dos tiras de tocino.
—¿Es para ti?
—No, yo no tengo hambre.
—Creo que deberías darle una banana.
—Eso es muy estereotípico de su parte, doctora.
—Creo que es más sano que ese enorme sándwich que preparaste.
—Adeline no le daría algo que le hará daño a su hijo— intervino Charles—. Es científica y sabe lo que hace.
—Gracias, papi, te hice uno y te traje tu jugo especial.
—Adeline, ¿puedes venir, por favor?
—Estaba pensando en comprarle un perro.
—Le hará bien tener compañía...
—Ya que alguien no se apura...— se iba a ir y su hermano la sostuvo del brazo.
—De eso quiero hablar, ¿podrías dejarla en paz?
—¿Podría ella dejarme en paz? Me sereno porque papá está aquí, pero que no me saque de mis casillas porque la saco de mi casa.
—Esa casa la compré yo.
—Esa casa me la dejó mamá en herencia.
—Yo la he mejorado.
—Sigo pagando los recibos.
—Eso no es nada.
—Yo pago tu internet y mandado, eso es más importante— se alzó de hombros y sonrió triunfal. Le dio una mordida al sándwich antes de llamar a César.
—¿Mío?
—Come.
—¿Y tú?
—¿Yo qué? — le dio un leve empujón y el niño le regresó el golpe en igual delicadeza, pero, cuando su padre intentó seguir el juego mientras comía, a Will sí le pegó más fuerte, haciendo una clara diferencia entre ambos y en que ya estaba comiendo cuando su padre intervino. Charles y Adeline se rieron ante la mirada asesina del niño.
—Ay, pequeño, ven...— lo llamó la veterinaria, pero caminó a acurrucarse junto a su madre. Adeline comía una manzana picada mientras leía Los asesinos del emperador, de Santiago Posteguillo. La silla de la rubia estaba al ras del suelo, sus pies descalzos sobre la manta donde estaba su hijo, le hacía piojito mientras comía y leía. A Charles se le hacía una hermosa escena y Caroline todo lo contrario, ya que se llevaba la mano a la boca luego de tocar el pelaje del simio.
—Ya casi anochece— dijo Charles llamando la atención de su hija.
—César, ayuda a mamá a acomodar todo.
Su hijo le besó la mano antes de tomar el traste, cerrarlo y llevarlo a la maleta, Adeline dobló su silla y el niño recogió la manta. Guardó todo en la maleta y esperó a que Will y Caroline terminaran sus cosas, Charles se sostenía del brazo de su hija y César aprovechó para subirse a la espalda de su madre apoyando la cabeza en la parte posterior del cuello. Al abuelo se le hacía tierno, la madre sabía que iba a buscar alguna golosina en la bolsa de Ady para comer antes de quedarse dormido. Dicho y hecho, al llegar al auto, Will sostuvo al simio llorón mientras la mamá subía en la parte trasera, quien se calmó cuando la rubia lo volvió a abrazar.
—Lo estás chipleando demasiado.
—Y eso que tú no me dejas.
—Imagínate si yo me fuera.
—Estás pero si bien zafado del cerebro, niño feo, estás loco si crees que me vas a dejar con tremenda carga.
—Chicos, chicos, van a despertar a César.
—Papá, ese niño comió hasta empacharse, no va a despertar en tres días.
—Oye, Ady, ¿por qué no le dices a Brent y Taylor que nos lleven a la granja?
—¿Crees que haga buen tiempo? — Will se estacionó para ver el nivel de respuesta de su padre, su hermana no se sentía capaz de cortarle el discurso, más cuando se trataba de su esposo.
—Le hará bien a César pasar largas jornadas fuera, ¿no le está ayudando a Stewart?
—Recuerda que lo de la niña es diferente— sus ojos se cristalizaron.
—Papá, Adeline quiere descansar, quizá deberías hacer lo mismo.
—Sí, creo que sí.
Dedicado a:@jaekyung_mi_esposo, @IrenaOrtiz.
Creo que sólo haré otro capítulo de César chiquito antes de retomar la película.