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Will ya estaba afuera, de brazos cruzados, se veía demasiado molesto y Adeline torció la boca, si él iba a empezar con esa actitud, ella también la adoptaría, porque para tercos, había dos

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Will ya estaba afuera, de brazos cruzados, se veía demasiado molesto y Adeline torció la boca, si él iba a empezar con esa actitud, ella también la adoptaría, porque para tercos, había dos. Apagó el motor y César se colgó de su madre, así que iba con su maleta, la comida que compró para el desayuno y a su hijo. Will le ayudó a llevar las cosas, una vez dentro, César se bajó y corrió a su habitación para esconderse porque sabía que las peleas de esos dos podrían prolongarse. Él dejó las cosas sobre la barra y ella suspiró de alivio, ya que le dolieron los brazos. Se bebió su café de un trago cuando su hermano la arrastró al despacho donde ya los esperaba Caroline.

—¿Por eso no te diste cuenta que tu hijo no estaba aquí?

—Hola, Adeline.

—Buenos días, ¿ya comiste?

—Ya, gracias.

—Entonces retírate, porque es discusión de familia.

—Caroline ya es parte de la familia.

—Cuando le pongas un anillo en el dedo, antes no. Ahora retírate, ni siquiera te concierne lo de mi hijo.

—Adeline...— pero la rubia ya había salido de ahí en espera de que su cuñada se fuera. Will suspiró con pesadez y Caroline negó con la cabeza para restarle importancia, seguro lo sacarían otro día.

—Eso fue grosero.

—Me disculparé otro día— llevó el sartén a la barra para comenzar a comer. Will le sirvió más café.

—Te lo llevaste sin consultarme.

—Su subió al auto, no lo vi.

—Sí, claro.

—Tu hijo es independiente.

—Es peligroso.

—¿Crees que no lo sé?

—No parece, le compraste hamburguesas.

—¡A papá también le hacen daño y le sigues comprando! — luego pensó un momento—. ¿Y Charles?

—Lo llevé al médico.

—¿Qué le pasó?

—Necesitábamos hablar en privado.

—Y aun así, la veterinaria estaba aquí— torció los ojos.

—Es enfermizo que cuides a César como si fuera tu propio hijo. Si salieras más, no tendríamos estos problemas.

—Estoy cuidando de un huérfano que teníamos que dormir, ¿crees que es fácil vivir con eso? Ten un poco de misericordia por él.

—No, lo haces porque perdiste a tu hija.

—¡Me la robaron! Y sabes perfectamente que fueron los mismos laboratorios de donde sacamos al niño.

—No es un niño.

—¡Ese maldita cría de simio es tu hijo! Eres su papá, ¿o le vas a romper la ilusión al decirle que ha vivido engañado estos años.

—¿Y si encuentro a Stewart? ¿Cambiaría algo? ¿Seguirías cuidando de César como hasta ahora?

—¡Por supuesto que sí! No dejas de amar a tu vástago porque nazca el segundo. Dile a Caroline que te dé un hijo humano a ver si desprecias al simio.

—Claro que no, es mi hijo.

—Pues que no se te olvide que soy su madre, lo haya parido o no. Yo he batallado estos tres años con su hambre, sus mocos y sus llantos, y eso nadie me lo va a quitar— trataba de sonar fuerte y firme, porque Will tenía razón, ella extrañaba a su hija, a la que perdió hacía casi cinco años.

—Sólo no te lo vuelvas a llevar sin avisarme— la atrajo hacia sí y se permitió llorar. En esa casa, el ruido hacía eco por todo el recinto, así que procuraron hablar en voz baja, lo que sí escuchó su hijo fue el llanto de la madre, por lo que bajó corriendo y se aferró a la pierna de su madre. Adeline se sentó y se envolvieron el uno al otro.

—¿Y tú por qué lloras?

—¿Llorar?

—Ya se me olvidó— sonrió mientras su hijo le secaba las lágrimas, ella procedió a llenarlo de besos—. Papá también quiere un beso.

—No, César, así estamos bien— pero el bebé brincó a los brazos de Will y obedeció la orden de su madre. Los hermanos se reían por las acciones del niño—. Mañana iremos a dar un paseo.

—Ya fui.

—No, iremos a tomar aire libre.

La madre del mesíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora