XVII

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Adeline no lo podía creer, sabía que haría todo lo que Rita le pidiera, pero jamás se imaginó pisando uno de esos, de nuevo

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Adeline no lo podía creer, sabía que haría todo lo que Rita le pidiera, pero jamás se imaginó pisando uno de esos, de nuevo. Las pesadillas le destaparon un recuerdo bloqueado de su adolescencia. Y es que, algo de lo que la familia Rodman no le gustaba hablar, fue del suicidio por parte de Gabrielle, la madre de Adeline y Will, la esposa de Charles. Tenía severos problemas de depresión crónica y fue algo inevitable, al año siguiente, a Charles le detectaron Alzheimer, tenía muy pocos flechazos de luz sobre su esposa muerta, mas eran escasos, pues los hijos se encargaron de borrarla de la casa, para no afectar los intentos de recuperación. Will se volvió la cabeza de la familia con su edad legal recién llegada y con su hermana ingresando a un hospital psiquiátrico por intento de suicidio.

Vio con miedo a Rita Calhoun, ella asintió con la cabeza. Adeline Rodman vio que le pusieron la pulsera con su número de sección, apellido, su clave. Le quitaron sus pertenencias, formas de comunicarse con el exterior. No estaría con población general, ya que estaba en medio de un proceso jurídico y su abogada alegó que encerrarla más sólo le impediría verla. Abrazó a su vieja amiga antes de tomar su colcha, su almohada y su bolsa de higiene personal para avanzar. Se escuchó la alarma y cerraron la puerta que la separa del mundo exterior; sonó la alarma y la abrieron la puerta que la llevaba a su nueva realidad el próximo mes.

Se veía todo tan pálido y las otras reclusas la veían, seguro por su físico, más pálido que el de las paredes. Uno de los empleados la llevó hasta su celda, inspeccionó el lugar y la dejó para que tendiera su cama, si todo salía bien, la dejarían tener un libro ahí, así que debía escoger bien el título. Adeline no tuvo que pensarlo mucho Los comentarios de Julio César. Eso la mantendría conectada con su padre y su hijo, porque a partir de este legendario hombre, los siguientes comenzaron a ponerse su nombre para intentar igualar su grandeza. Nombraron así a su hijo, porque era el autor favorito de todos en la familia.

Le hicieron un par de pruebas después del desayuno, se presentó con ella la doctora Stephanie y le hizo un examen mental: evaluó el estado mental, incluidos los comportamientos, ideas, percepciones, estado de ánimo y cognición. También la expresión emocional, observando su tono de voz, postura, gestos y expresiones faciales. El doctor Honorio se encargó de las pruebas de laboratorio, haciendo análisis de sangre y orina, normalmente sólo se pedía una, pero Rita y los abogados de la contraparte querían una mayor claridad en los exámenes y ninguna refutación a sus resultados. El doctor Milo hizo las pruebas de imagen, tanto en escáner como en resonancia cerebral, la resonancia magnética y las radiografías tradicionales. El doctor Dixon se encargó de los electrocardiogramas y electroencefalogramas y la doctora Zira se encargó de los estudios del sueño.

—Y así se van dos semanas.

—¿Cómo te sientes?

—Jodida.

—Me dejaron meter gelatina, así que traje de mosaico, de oreo, verde, roja, sabor azul.

—Me gusta el sabor azul.

—Hecho— le tendió la gelatina y una cuchara.

—¿Cómo te dejaron pasar? Te amo, Franklin, pero no eres familiar.

—Soy de la oposición, de algo servía trabajar en los Laboratorios GEN-SYS, ¿no?

—Por lo visto no— agitó la muñeca donde tenía su pulsera de identificación.

—Ya vas a la mitad.

—¿Es un hecho que sólo me quedaré un mes?

—Sí, así es y dije específicamente que no podía venir, señor.

—Rita, está bien. Es mi amigo.

—Los abogados de Jacobs están sobre nosotros y usted les está dando armas para hundir más a Rodman.

—Vendré después por los resultados de la nueva ronda de análisis.

—Gracias— Rita esperó a que Franklin se retirara.

—¿Tan mal estamos?

—No, de hecho, va muy bien, ya que hundirte significaría ponerse la soga al cuello.

—¿Sólo un mes?

—Sólo un mes.

—¿Has sabido de mi hijo o mi padre?

—Concentrémonos en sacarte de aquí.

—Gracias, Rita.

La madre del mesíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora