XVIII

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—Prometo recuperar a César pronto, papá

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—Prometo recuperar a César pronto, papá.

—¿Dónde está Adeline?

—No lo sé.

—¿La vas a salvar también?

—Por supuesto.

—Quiero verla— intentó levantarse, pero su hijo lo detuvo—. ¿Papá?

El sistema inmunológico de mi padre sigue rechazando al virus 112 y vuelve obsoleta la terapia génica. Su salud se deteriora y la enfermedad progresa rápidamente. Necesito una cepa más agresiva del virus... sin mi hermana no lo voy a lograr, ella tenía una guardada para reunirse con Brent... no sé dónde la guardó, así que debo crearla, con un método de administración más rápido, porque a este ritmo... no puedo perderlos. Necesito reunir a Charles con su hija, y a Adeline con su hijo.

—Hola. ¿Podemos hablar?

—No deberíamos, estamos en juicio.

—Con mi hermana, no conmigo.

—¿Crees que no te investigarán?

—Legalmente no somos hermanos, se registró en el proyecto con el apellido de su esposo.

—La compañía no está de acuerdo con lo que hizo, el fiscal quiere dar un ejemplo... Que sea rápido, tengo una junta.

—En diez años que llevas dirigiendo Gen-Sys, ¿cuántos medicamentos han desarrollado que pudieran salvar millones de vidas, que podrían cambiarlo todo?

—¿De qué hablas?

—Del ALZ-112.

—¿Qué te sucedió, Will? Solías ser la estrella de este laboratorio, incluso Adeline, lograron grandes cosas aquí... ahora tú casi nunca vienes y, cuando lo haces, pierdes tu tiempo y el de tu equipo obsesionado con un medicamento que, tras lo sucedido, nunca jamás será aprobado. El 112 es peligroso, Will, no funciona. ¿Ni con lo que le pasó a tu hermana te das cuenta?

—Es gracias a ella que funciona. Lleva más tiempo que yo tratando de perfeccionarlo— trataba de contenerse—. Fue su idea usarlo en mi padre, funcionó.

—¿Hicieron qué?

—Superó la enfermedad, como predijimos.

—Tráelo.

—Hubo una complicación.

—Arreglaremos lo de Adeline...

—La enfermedad rebasó la cura.

—Santo cielo.

—Su sistema inmunológico produjo anticuerpos que vencieron al virus, pero funcionará. Desarrollé una cepa del virus que creo que será más agresiva.

—¿Lo crees?

—Sólo déjame hacer pruebas.

—¡No! Con todo el problema legal...

—Ya lo dijiste, se arregle el problema con mi hermana o no, las investigaciones seguirán, puedes llevar el proyecto y borrar mi nombre, sólo déjame hacer pruebas.

—Me haces perder mi tiempo.

—Y eso no es todo: las aplicaciones van más allá de la enfermedad; hay indicadores que muestran que la terapia puede mejorar el funcionamiento cognitivo, la calidad de la memoria...

—¿Qué estás diciendo?

—Mi padre no solo se recuperó, mejoró.

—¿Hablas de un aumento de la inteligencia?

—No es concluyente, pero sí.

—Quiero que comiences a hacer pruebas con el 112 modificado en chimpancés de inmediato.

—Arregla lo de mi hermana.

—Adeline debe completar al menos el mes de encierro y no, no puedes ir a verla o perjudicarás el proceso... Te daré lo que sea, todo lo que necesites.

***

—¡Hora de cenar! — el encargado daba comida a los simios, quienes estiraban la mano para recibir la porquería que les daban por comida. César yacía extrañado ante esta nueva realidad, totalmente diferente a lo que su madre le tenía acostumbrado—. ¡Comida de calidad! — la lanzó contra la rendija—. Anda, ¿no reconoces la comida cuando la ves? — César la olió, la vio con asco y la lanzó, manchando al muchachillo que tenía pinta de indignarse a la primera de cambios, por cualquier cosa. Los simios hicieron alboroto al ver la escena—. ¿Eso te parece gracioso? Te enseñaré algo gracioso— tomó la manguera de bomberos y la activó contra el simio, quien salió disparado contra la pared dañándose la espalda, intentaba pararse, esquivar el agua y se veía casi ahogado por ello—. Pronto aprenderá quién manda aquí.

—¿Qué hay de su ropa?

—¿Qué hay con ella?

—No lo sé, puede causar problemas con otros simios.

—Bien.

Los dos cuidadores se fueron, los demás simios seguían con lo suyo mientras César por fin se levantaba, intentando limpiarse. Se acostó en el suelo hecho un ovillo, destrozado con todo lo que le había pasado, casi desolado, sin poder creer que eso estuviera pasando. Dormitaba mientras lloraba y sollozaba mientras le daban espasmos por tanto llorar. Cuando volvió en sí, descubrió una piedra, aquella con la cual comenzó a dibujar en la pared los cuatro picos dentro del círculo, era su amada ventana, aquella que le hacía compañía cuando sus padres no estaban, por donde entraba el sol y el sonido del mundo al que jamás debió salir.

La madre del mesíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora