La madre del mesías

III

Pero el embarazo sólo hizo agravar la salud de ambos. Adeline vomitaba cualquier cambio de aromas, ya ni siquiera podía comer, lo cual volvía cada vez más difícil extraer sangre de cualquiera de los dos. Will fue a visitarlos y Brent estaba en la cama, su hermana en el suelo entre su vómito. Encontró pulso, comenzó a hacer RCP mientras la llamaba, intentaba no gritar para no asustar a Brent. Adeline tosió mientras seguía expulsando jugos gástricos, entornó la vista y vio a su hermano, lo abrazó entre lágrimas y corrió a buscar a su esposo.

—¡Adi!

—Estoy aquí— lo apretó contra sí.

—¿Estás bien?

—Sí, mírame, estoy bien.

—No te vayas.

—Sólo la asearé y revisaré— Will tomó el brazo de su hermana—, luego vendré contigo.

—Está bien— Adeline lloraba en tanto limpiaba las lágrimas de su esposo—. Estoy bien, amor, Will dejará la puerta abierta.

El hermano se limitó a asentir con la cabeza, Adeline se quitó la ropa con algo de esfuerzo y trató de no hacer ruido mientras lloraba. Estaba asustada y Will sabía que se trataba del bebé. Terminando el baño, la ayudó a secarse y vestirse, luego de peinarla, hizo lo propio con Brent, él estaba todavía más débil que su hermana, su voz era queda, sus ojos se hundieron en su cuenca, las manos le temblaban y no podía permanecer mucho tiempo en pie.

—Debemos llevarte al laboratorio para hacerte más estudios.

—Primero llévala al médico.

—Eres el que corre más riesgo.

—Brent, primero debemos hacerte estudios.

—Estoy bien.

—No intentes engañarme— delineó el contorno de su rostro con el pulgar—. Irás y, mientras espero los resultados, iré.

—Trato— por fin se besaron.

—Taylor no tarda en llegar con comida.

—Entonces dejen de esperar porque ya llegué— abrió la puerta—, no sabía qué querían, así que traje un caldo y comida china.

—Ven aquí— atrajo la silla de ruedas y comenzó a dar de comer en la boca a su esposo mientras se dedicaban sonrisas.

—Will, tú y yo sí podemos comer hamburguesas y una cerveza.

—¿Vas a romper tus votos?

—Es en su honor— Taylor se encogió de hombros.

—¿Eres alcohólico?

—No, sólo bebo en ocasiones especiales.

—¿Y cuál podría ser esta? — giró a su cuñado.

—Celebrar su vida.

Los esposos alzaron sus tazas de té y los cuñados sus cervezas para brindar. Era verdad, por eso estaban en todo aquel embrollo. Terminaron de comer y Taylor lavó los trastes. Los cuatro se trasladaron a Laboratorios GEN-SYS para que Will le hiciera los análisis pertinentes mientras Adeline iba a su oficina para hacer el registro en su bitácora, Taylor inspeccionaba el lugar sin saber qué más opinar al respecto.

—Te puedes sentar, vamos a tardar un poco.

—Gracias.

—¿Por qué?

—Todo esto... a mí me sobrepasaba y ni siquiera comenzaba a empeorar...

—Para eso estamos, no lo dejaré morir.

—¿Cuándo irás al ginecólogo?

—Mañana tengo cita.

—Mi hermano está preocupado.

—Lo estamos todos, pero todo irá bien— le entregó un suero y un sándwich de su mini refrigerador.

Will fue a extraer una muestra de sangre y, mientras se recuperaba, la condujo hasta el ala médica para hacerle pruebas a la bebé. Taylor se sorprendió un poco de verla llorar. La científica se puso un algodón, dobló el brazo y siguió con lo propio. Su cuñado comenzó a ver en su biblioteca privada, había mucho de filosofía, ciencia y teología. Algunas investigaciones propias, los primeros prototipos que hizo junto a su hermano. La rubia-castaña exprimió el algodón para poner la sangre bajo el microscopio y soltó un quejido con las últimas gotas.

—¿Estás bien?

—Sí— hizo una mueca de dolor.

—No deberías hacer eso.

—Intento salvar la persona que tenemos en común.

—No a costa de tu vida.

—Eso mismo dijo Will— rio por lo bajo.

—¿Qué harás cuando nazca el bebé?

—Será niña, así que, supongo que escoger nombre— sonrió.

—¿No han pensado en uno?

—Para nada, él no quiere saber hasta el parto.

—¡No! ¿Y por qué me dices? — se carcajearon los dos.

—Haremos una fiesta de bienvenida en tu rancho, invitaremos a papá y nos tomaremos la foto familiar.