VII

219 24 2
                                        

Cenaron los cuatro, besó la frente de su padre antes de tomar al bebé y llevarlo a su cuarto. Lo bañó y jugaron un poco con la espuma antes de vestirlo y ponerlo en la cama junto a sí, le acariciaba la panza con la llena de los dedos hasta que, por fin, el pequeño, ahora llamado César, se quedó dormido. Ella no durmió en toda la noche, sino que se limitó a verlo dormir de forma tan apacible, tan tranquilo, despreocupado de lo que acababa de pasar hacía unas horas. Will le dijo que él lo cuidaba mientras se bañaba, ella se negó, los dos entraron en la ducha, primero lo vistió y luego ella. Antes de bajar, prefirió amamantarlo en el cuarto, su hermano tocó la puerta.

-No deberías hacer eso.

-No le hago daño a nadie.

-Puede ser peligroso.

-Ya me saqué sangre para que hagas los análisis correspondientes.

-No sabía que tenías el material aquí.

-Sólo una jeringa, desde Brent que tengo mucho material quirúrgico en casa- se encogió de hombros.

-¿Te puedo llevar a hacer un examen completo?

-No voy a dejar al bebé y papá no se puede quedar solo.

-Que venga, podemos ir al consultorio donde íbamos Brent y yo, usan los mismos laboratorios.

-¿Estás lista para ir ahí?

-Vámonos ya.

Se rio por la preocupación de su hermano y él se vio contagiado, al grado que el bebé gritó tratando de imitarlos, lo cual enterneció el rostro de la mujer. Claro que el médico de confianza la regañó, Will se quedó afuera con el bebé simio, porque no podía entrar a los laboratorios sin protección, no debía amamantar a César sin importar que lo hayan desparasitado, pues no sabían a qué tipo de enfermedades se atenía. Adeline solo asentía, entendía los términos científicos, le recetó un par de medicamentos, al pasar a surtir la receta, se dio cuenta que todos eran para usarse durante la lactancia; ya la conocía, no dejaría de tener esos cuidados con el pequeño.

-¿El pequeño está bien?

-Un par de suplementos y una única inyección.

-¿Lo ves? César será grande.

Se despertó en la madrugada porque el pequeño lloraba, al menos se había calmado la primera noche, se levantó a tratar de calmarlo, intentó amamantarlo y sirvió un poco. El pequeño César le sostuvo su dedo cuando le hubo sacado el aire, lo acomodó en su regazo mientras lo arrullaba, Will entró al baño y se sentó en el suelo, junto a ella. Adeline recargó su cabeza en el hombro de su hermano y ambos lo vieron.

-¿Ya estás llorando?

-No, tú estás viendo borroso.

-Pues, con todo este vapor, ¿cómo no?

-Perdón si te despertamos.

-Descuida, es un bebé.

-Vamos, júzgame.

-¿Quieres venir a vivir con nosotros?

-¿Dónde lo vamos a poner cuando crezca?

-En el ático.

-Qué bueno que aún no armas nada- ambos rieron.

-Es tu hijo.

-Nuestro.

Le entregó el bebé para ir a crear más vapor, Will sugirió adormecerlo en el agua. Por la mañana, Adeline ya corría de un lado al otro para prepararle el desayuno a su hermano y padre, cuando este último pasó buscando sus llaves. Su hermano fue tajante, diciendo que ya no conducía, ella le dio un llavero, Will se lo quitó para darle un biberón, intentarían darle fórmula. La mujer puso al niño en su silla mientras iba a servirse. César estiraba las manos en busca del biberón y los hermanos se sorprendieron al ver la soltura con que lo hacía, sostenía la mamila sin dificultad.

Tres años después

De inmediato, César dio muestras de una inteligencia exacerbada, así que fue fácil para los hermanos quedarse con él, adecuar todo a su rápido crecimiento. Se guardaron algunas cosas de la etapa temprana porque al pequeño simio le gustaba pasar tiempo con ella, su madre. Adeline lo enseñó a ir al baño nada más de verla, así que le compró bóxers y pantalones, en casa podía andar sin camisa. Obviamente, siguiendo su habilidad animal, trepaba todas las superficies de la casa, intentaba caminar en la pared. Al principio su madre le puso las galletas arriba de los muebles y su hijo encontró la forma de llegar hasta ellas, pasó a darle una galleta cada que a él se le antojaba. Pronto logró usar veinticuatro palabras del lenguaje de señas. A los dos años, César resolvía rompecabezas y modelos diseñados para niños de ocho años y mayores. A sus tres años, César continuaba mostrando habilidades cognitivas que superaban por mucho las de su contraparte humana. Will y Adeline discutían si lo abrumaban o iban muy lento en cuanto a su enseñanza. Resolvió la Torre de Hanói en quince movimientos, la marca perfecta.

-La hipótesis de que A, lo de sus ojos indica que la ALZ-112 se transmitió genéticamente de madre a hijo, y B, al no existir células dañadas que requieran ser reemplazadas, el medicamento en su organismo potenció radicalmente el funcionamiento del cerebro sano. Y... juega ajedrez bastante bien.

-Will, se volvió a atorar la máquina- golpeó la cámara donde vigilaba al pequeño.

-Voy enseguida.

-Para ayer- le tronó los dedos entre risas.

-¡Es mi lámpara!

-Ya lo sé.

-Papá...

-No te necesito, vete.

-Irena, lo siento.

-No puedo seguir haciendo esto. Debería estar en un asilo, esto no es vida para él.

-Ady, ¿papá?

-Cúralo.

-Lo siento, niña...

-Te dije que sería en tus términos- le entregó su bolsa-, al final de la semana te pago.

¿Ustedes qué opinan? ¿Debería hacer un libro por cada película o todos en este mismo apartado?

Díganme si les gusta, qué más les gustaría ver

Gracias por leerme ✨️

Mily

La madre del mesíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora