XII

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—¿Un perro?

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—¿Un perro?

—¿Por qué no?

—Es un animal.

—¿Y?

—Que tratas como niño.

—Es nuestro hijo, ¿qué harás cuando pregunte por su madre biológica o entre en la adolescencia y te grite que tú no eres su padre?

—Es complicado.

—Podría conseguirle un psicólogo, buscar entre los colegas para buscar la mayor de las ayudas, pero, por lo pronto, es lo que considero mejor para él.

—Quisiera hablarlo con...

—No porque sea tu novia, la vuelve de la familia. Estoy orgulloso de ti porque, de alguno de los dos, tú pudiste seguir adelante. Sé que has hablado con ella de todos los riesgos que implica mi cariño excesivo por él, de una vez te digo que, si me internas en un lugar psiquiátrico por orden de la veterinaria, te quitaré la patente, perderás tu trabajo, me llevaré a papá y al niño a un lugar que ni te imaginas.

—Soy el tutor legal...

—No desde que ascendiste, tu contrato nuevo sugirió varias cosas de las que ni imaginas.

Adeline fue a su habitación a bañarse y quitarse el sudor luego de ir a correr varias vueltas a la manzana. Subió a la cama y tocó el techo, se escuchó una exclamación de su hijo y rio. Comenzó a vestirse y este entró corriendo y exclamando por todo el cuarto. Ropa un poco más formal para ir a los laboratorios, sacó una mochila, metió su portátil, cargador y audífonos. Madre e hijo se vieron y ella sonrió, el niño se metió ahí. Rodman se rio cuando se puso la mochila y casi se fue de espaldas. Tomó su teléfono y subió a su auto, el niño salió y se puso el cinturón. Le gustaba ver por la ventana, su madre lo obligó a meterse en la maleta un par de cuadras antes de llegar a los laboratorios. De hecho, dio muchas vueltas para que el niño no encontrara el camino de vuelta. Le dio su ipod y puso música para que no la escucharan hablar.

—Buenos días, doctora Rodman.

—Gracias, buen día.

Recibió su boleto de estacionamiento, bajó su mochila, su caja y anduvo hasta su oficina. Le indicó a César que aún no podía salir de la mochila hasta que ella terminara. Encendió la computadora y las cámaras se congelaron el tiempo suficiente para mandar un nuevo video a seguridad: era de cajón que todos estos lugares escaseaban en sus videos, mientras no clonaran tarjetas de acceso ni rompiera las jaulas, ella y su hijo podían vagar sin problemas. Puso su cafetera para comprobar que todo había salido bien y, en efecto, César ya podía salir.

La madre del mesíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora