XXI

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César sintió a su padre irse, le dolía tener que ignorarlo así, abismalmente, pero no contestaba sus preguntas, siempre evadía la más importante de todas, Adeline; ahora tenía algo más importante entre manos, liberar a los de su especie, al menos de ese lugar donde los maltrataban, quizá de los laboratorios para que no los torturaran. Maurice asintió con la cabeza, dando a entender que hizo lo correcto. Buck hizo una señal al resto, todos permanecían apacibles dentro. César volvió sobre sí. Entregó a Rocket una galleta, quien la comió gustoso, César abrió la celda y le enseñó otra, entregó la bolsa al simio y este comenzó a dar una a cada simio. Una excelente forma de ganaros, Maurice la comió y sonrió. César admiraba su obra desde el inicio del pasillo. Cuando los dejaron salir al patio, ahora César estaba en la roca del rey, demostrando que era el nuevo alfa, Cornelia jugaba con el agua del estanque y mostraba el recipiente a su señor.

—¿Por qué galleta Rocket?

—Simios solos...— tomó la varita y la rompió—, débiles— tomó todos los pedazos e intentó romperlos a la vez—. Simios juntos, fuertes— comenzaron a pelearse y la alarma sonó.

—Simios tontos.

—¡Diablos, Rodney! ¿Dejaste la manguera abierta de nuevo?

—¿Qué? ¡No! — tecleó un código y entró.

En la noche, fue a teclear los dígitos, entró por el pasadizo y llegó hasta la salida del techo. Vio la inmensidad de la ciudad y se lanzó, casi cayó del techo. Corrió fuera del lugar. La ventaja de siempre salir de viaje por la carretera con su madre, era que conocía la ciudad, sumado, por supuesto, al desarrollo cognitivo. Se sentía lefio al no darse cuenta antes que Adeline lo llevó a los laboratorios y sólo le tapó la vista antes de entrar al recinto. Al llegar a casa, se asomó por la ventana y vio a Will y Caroline dormidos juntos, fue a ver los otros cuartos y no estaban ni su madre ni su abuelo, estaban solos ellos dos, quizá y su madre no estaba enferma, sino que los sacaron, ya que recordaba que su madre y la novia de su padre no se llevaban bien. Fue al refrigerador y ahí había un compuesto diferente al que él bebía, ya no estaba su fórmula por ningún lado, sino un tubo de AD-113. Quiso ir atrás y no vio a Zaius por ningún lado, fue hasta la casita de madera en el patio y vio que ahí estaba, dormido, ajeno a la realidad, así que no quiso despertarlo.

Al no ver ahí a su madre, fue a buscarla a su departamento, conocía bien el camino. La puerta estaba abierta, cosa rara, ya que su madre dijo alguna vez que guardaba muchos secretos casi de Estado, como para dejarlos sin protección. Encendió la luz y vio folders por todos lados, investigaciones públicas y privadas, tantos lo que GEN-SYS le hizo, eran al menos unas tres demandas, la demanda civil del vecino quejosos, así como las contrademandas, incluso había una vieja demanda por indemnización. Eso le extrañó, nunca le hablaron de eso, por la muerte por negligencia de Brent Landon y el secuestro de Stewart Landon Rodman, cinco años antes de que él naciera. Había una investigación contra de Taylor y su allanamiento en las instalaciones de otro de los complejos, no donde trabajaban sus padres. En el refrigerador estaba la acostumbrada foto de toda la familia, la actualizada, con Zaius incluido. Fue a la habitación y no estaba su madre, en la cama un traje con la etiqueta dando a entender que estaba destinado para la corte junto al último folder, uno de los expedientes del UCSF Langley Porter Psychiatric Hospital. Al final lo hicieron, ingresaron a Adeline Rodman a un psiquiátrico.

Usando su navaja, perforó los dos frascos de 113 y las dejó rodar por el pasillo para que el compuesto en aerosol se esparciera por el aire y lo inhalaran todos los simios. Maurice tenía razón, si eran tontos, no lograrían mucho. Todos dormían, así que no notarían el cambio hasta la mañana siguiente. La cual llegó con los gritos del hijo del dueño. Todos sentían extraños, pesados, o ligeros, diferentes, a fin de cuentas. César permaneció de pie sobre su placa viendo a los demás. Luego fue el primero en llegar al patio y revisaba a todos, los ojos claros era la señal perfecta de que les había hecho efecto.

La madre del mesíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora