XIV

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Cinco años después

Will y Caroline estaban recostados en la manta, ella le sonrió cuando atrapó sus labios. Adeline estaba en una silla plegable cerca, llevaba su diario de notas que siempre cargaba para hacer comentarios sobre su hijo y sobre el libro en turno, Zaius ya se había cansado de correr entre los árboles, esperaría a César junto a su madre; mientras, mordisquearía una pelota hecha de croquetas que le consiguió Will. La caída de César justo ahí para interrumpir el momento de su hermano y su novia, le dio cierta idea a la rubia castaña, los chicos no lo tomaron a mal, sólo se rieron de las burlas del simio. La mujer llamó a su hijo y le acarició el rostro mientras este le lanzaba besos. Adeline le lanzó un beso y César buscó besarla y ella negó con la cabeza.

—¿Qué pasa, amigo? — César volteó a verlo a seguir jugando— también a ti te daré cariño— lo estrechó y juntaron sus frentes.

—¿Nos vamos?

César negó, Will lo llevaba con la correa y Adeline de la mano mientras jugaban, quisieron seguir, pero un pastor alemán gruñó y le ladraba mientras los dueños preguntaban si era un simio; Zaius también ladraba, pero no se alborotó tanto como el otro perro, la mujer no batalla para llevar a su hijo y su mascota. El perro se le salía de control a los dueños, ladraba al hijo de Adeline, por más que ella lo jalara, él se volteó y le rugió al perro antes de caminar furioso hasta el auto; Zaius buscaba que su amo lo acariciara, restregaba su rostro para darle cariño. Will quiso jalar la cadena y su hermana se la quitó, esa no era la forma. Así que soltaron la cadena, sólo lo llevaba de la mano y ni eso calmaba a su hijo. Will le abrió la cajuela para que subiera, Caroline ya estaba arriba y Adeline esperaba a que su hijo se subiera. César abrió la puerta y se sentó, los hermanos se encogieron de hombros, ella fue a subirse y Will se acercó a su puerta. Zaius ya no esperó la orden, sólo se subió y se escuchaba su llanto.

—¿Qué pasa, amigo? ¿Que si eres una mascota? No, no eres una mascota. Soy tu padre, ¿qué es César? De acuerdo— Adeline sabía que su hijo tendría una crisis de identidad, pero era muy pronto, no estaba lista para contarle la verdad. Will condujo hasta su trabajo, Adeline, aun con renuencia de César, tomó su mano y la apretó entre las suyas—. César, aquí trabajamos Ady y yo, aquí es donde naciste, tu madre estaba aquí con otros chimpancés, pero ella ya no está aquí...

—Así que por eso te llevé a casa, a vivir con nosotros. Sí, murió. El asunto es... que le dieron un medicamento, como el que le llevamos a Charles.

—Ella te lo heredó a ti, por eso eres tan inteligente.

Llegaron a casa. César azotó la puerta, cuando sabía que eso ameritaba regaño, Zaius corrió a su casita a mordisquear más croquetas. Charles dormía, no se dio cuenta de que su familia volvió. Adeline apenas dejó las cosas sobre la barra, ni siquiera se fijó en sus vitaminas, alcanzó a su hijo antes de que se fuera. Por primera vez, ni Will ni Caroline intervinieron, ellos también tenían una discusión pendiente. Will fue a buscar a su padre, lo despertó apenas para darle su medicina y que se volviera a acostar. La droga sólo se lo podía antes de dormir, para que su metabolismo lo asimilara durante la noche, mientras el resto de su sistema hacía el resto.

—¿Puedo subir contigo? — César negó—. Pues voy a ir, porque tenemos que hablar— él subió más a prisa, furioso con la revelación, no quería verlos—. Tu padre y yo hemos discutido cientos de veces sobre este tema, eres muy inteligente, más allá de nuestras capacidades...

¿Dónde encajo?

—Conmigo, eres mi hijo.

Dijeron...

—¡Ya sé lo que dije! — respiró profundo—. Esa es una marca de nacimiento, nosotros no te lo hicimos. Cuidé de tu madre, así como estamos ahora, fuimos compañeras, no me ponía ningún tipo de protector por miedo a asustarla y, cuando te descubrí, te amamanté de aquí— se tocó los senos con manos temblorosas, intentado contener el llanto y ordenando sus ideas—. Vi que eras fuerte, que sobrevivirías con o sin mí, así que te traje a casa, porque la orden era dormirlos a todos, tú ni siquiera estabas en el registro porque no sabíamos que estaba embarazada— inconscientemente las manos al vientre.

—¿Por qué soy tu hijo?

—Porque te di de comer, te vestí, te di un hogar y... porque te amo con todo mi ser. Si te pierdo, creo que moriría de pena— estiró la mano y, con algo de pesar e ira reflejada en su rostro, él la tomó—. Sabía que este día llegaría sólo que, si te vas, no pienses mal, sólo hice lo que creía correcto. Perdón, mi niño, por causarte este mal.

Sé que ha sido difícil para ti, pero intentas controlar cosas que no deben controlarse

dijo Caroline a Will.

La madre del mesíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora