⊱✿⊰ 𝕏𝕀𝕏

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El dolor fue lo primero que noté. Un ardor intenso en los ojos que me hizo pestañear repetidamente, como si tratara de expulsar algo que no debía estar allí. Sentía como si miles de agujas se clavaran en mis párpados cada vez que intentaba abrirlos, obligándome a permanecer en la oscuridad un poco más. Un murmullo distante llegaba a mis oídos, voces apagadas que no podía distinguir claramente, como si estuvieran hablando bajo el agua.

Cuando finalmente reuní el valor suficiente para entreabrir los ojos, una luz blanca y cegadora me envolvió, haciéndome retroceder instantáneamente al refugio de la oscuridad. Un gemido ahogado escapó de mis labios resecos, y una punzada de dolor recorrió mi garganta, recordándome lo frágil que me sentía en ese momento. No reconocía el lugar donde estaba; todo era extraño, como si mi mente estuviera atrapada en una niebla espesa que impedía cualquier recuerdo o pensamiento coherente.

El olor a desinfectante y a medicamentos llenaba el aire, una mezcla que me resultaba familiar pero al mismo tiempo inquietante. El sonido rítmico de una máquina cercana marcaba el compás de mi respiración, y el suave pitido de un monitor acompañaba los latidos de mi corazón, que parecían más lentos de lo normal.

Intenté moverme, pero mi cuerpo se sentía pesado, adormecido. Era como si estuviera sumergida en una masa espesa que impedía cualquier movimiento. Mis dedos respondieron con un ligero temblor, pero el resto de mi cuerpo permanecía inmóvil, atrapado en una parálisis que me asustaba más de lo que quería admitir.

La confusión me invadió de golpe, y el pánico comenzó a latir en mi pecho, acelerando los pitidos del monitor a mi lado. Tenía que moverme, tenía que entender dónde estaba y qué estaba pasando. Reuniendo fuerzas, intenté incorporarme de golpe, pero al hacerlo, un mareo intenso me azotó, como si el mundo a mi alrededor se desmoronara en una espiral vertiginosa. Sentí náuseas, y el sudor frío comenzó a perlir mi frente.

Estaba a punto de caer de nuevo sobre la cama cuando sentí unos brazos fuertes que me sujetaron firmemente, impidiendo que me desplomara por completo. Una calidez familiar me envolvió, y aunque mi mente seguía nublada, una parte de mí reconoció ese toque, esa presencia que siempre había actuado como mi ancla.

Mi respiración era errática, mis manos temblaban, y cuando levanté la mirada, lo vi a él. MinHo estaba allí, con su rostro marcado por la preocupación y el alivio mezclados en una expresión que me hizo querer llorar y sonreír al mismo tiempo. Sus ojos, normalmente llenos de una chispa alegre, ahora mostraban un cansancio profundo, con ojeras oscuras que delataban noches sin dormir.

—¡Enfermera! ¡Necesitamos un doctor aquí, rápido! —Gritó MinHo. Su voz era temblorosa pero firme, resonando en la habitación estéril.

El eco de sus palabras rebotó en las paredes y pronto el sonido de pasos apresurados llenó el aire. Pero en ese momento, mi atención estaba completamente centrada en él. Cada detalle de su apariencia se grabó en mi mente: la camisa arrugada, el cabello desordenado, la sombra de barba que normalmente no llevaba. Todo indicaba que había estado aquí, conmigo, por más tiempo del que podía imaginar.

Intenté hablar, pero mi garganta estaba seca, y solo un susurro inaudible salió de mis labios. MinHo, notando mi esfuerzo, tomó un vaso de agua de la mesita de noche y acercó una pajita a mis labios.

—Bebe despacio —indicó con suavidad, sosteniendo el vaso con cuidado mientras yo tomaba pequeños sorbos que aliviaron la sequedad de mi boca.

El agua fresca fue como un bálsamo, permitiéndome finalmente encontrar mi voz, aunque aún débil y rasposa.

—¿Dónde... dónde estoy? —Pregunté, mi voz apenas un susurro.

MinHo me miró con una mezcla de dolor y ternura, acariciando suavemente el dorso de mi mano con su pulgar.

𝐖𝐢𝐭𝐡𝐨𝐮𝐭 𝐰𝐨𝐫𝐫𝐢𝐞𝐬 | ʟᴇᴇ ᴋɴᴏᴡ ˢᵏᶻDonde viven las historias. Descúbrelo ahora