Capitulo 24

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Letizia regresó a casa junto a Felipe para preparar el funeral de su abuelo. Su esposo no había dejado de llorar durante el viaje. A pesar de todo, a Letizia le daba mucha pena; sabía lo que significaba el anciano para él. Ella también lo echaría de menos: sus charlas, los desayunos juntos... nunca podría olvidarlo.

En solo dos días estaría lejos de Felipe y su familia . Sin embargo, sabía que extrañaría a su esposo con locura, aunque ahora sus hijos eran su prioridad y su felicidad pasaba a segundo plano.

Letizia se tomó una ducha y se puso un vestido negro apropiado para el funeral del abuelo. Aún no podía dejar de pensar en lo que le había dicho: que había dejado dinero para ella y sus hijos. ¿Qué pensarían los Borbónes de todo eso? se preguntaba para sus adentros. Pero ya no importaba nada. En dos días estaría lejos, en Estados Unidos, y no los volvería a ver nunca más.

Horas más tarde, toda la familia estaba reunida en el entierro. Felipe no dejaba de llorar, y ella, como buena esposa y actriz, se acercó a consolarlo.

-Ya no llores más, Feli, te hará daño.

-leti, lo voy a extrañar mucho. Se fue una parte de mi vida con él ella lo abrazó con mucha ternura y él correspondió al abrazo -. No te vayas, por favor. Perdóname por todo, no me dejes, te lo suplico.

-¿Dejarás de interponer el dinero entre nosotros? -preguntó, esperando una respuesta.

-Lo siento, Leti, no puedo. Soy el futuro de las empresas Borbón

-Entonces lo siento yo también, Feli, pero no puedo quedarme.

-Al menos dime que me perdonas por lo que hice.

-Te perdono. Pero no por eso olvidaré lo que hiciste-le recordó. Ella se sentía muy triste y humillada, y no iba a poder olvidarlo-. Lo mejor para los dos es separarnos. Juntos nos hacemos mucho daño.

-Tienes razón, mi querida Leti. No te merezco y el abuelo estaba en lo cierto: yo no puedo hacerte feliz.

La muerte de Francesco Borbón Capelli apareció en todas las noticias de Italia y de los países cercanos. Recordaban sus campañas benéficas, sus organizaciones, y la gran gestión que había hecho al llevar a las empresas Borbón a lo más alto del negocio automotriz.

A pesar del dolor que lo abrumaba, Felipe debía hacerse presente en la exposición. Después de dar una conferencia de prensa, comenzó a charlar con los empresarios y, sin que Letizia lo supiera, habló con varios de ellos para que hicieran negocio con las empresas Ortíz y así ayudarlos a salir de la ruina.

Al decidir dejarla ir, Felipe también decidió perdonar las deudas de la familia Ortiz, aunque sabía que ella era orgullosa y no aceptaría nada que viniera de él. Los diseños de la familia fueron un éxito. Su esposa había hecho un gran trabajo con la publicidad y todo lo relacionado con la fabricación. Sin duda sería una gran CEO en el futuro. Si no fuera tan testaruda, podría llevar a las empresas Ortíz a lo más alto de las concesionarias.

Seguía sin poder creer que no volvería a verla nunca más, que por un error la perdería para siempre. Sin embargo, debía responder por ese error, por su hijo, que no era culpable.

Felipe, desde lejos, observaba cómo Letizia hablaba con varios empresarios y no podía sentirse más que orgulloso por su esposa: tan bella, inteligente, tan buena persona... y él le había hecho tanto daño desde el día en que la conoció.

Letizia sintió la mirada de Felipe y dejó lo que estaba haciendo para acercarse a él.

-¿Cómo estás? -preguntó al verlo con sus ojos tristes. No era para menos, tener que estar presente, organizando todo, cuando acababa de perder a la persona más importante de su vida.

-No sé cómo estoy, ni sé por qué estoy acá, pero soy el organizador y debo hacerlo.

-¿Por qué no le dices a Phillip o a Antoine que te releven?

-Soy el CEO, debo estar presente -contestó, con pesar. Desearía estar lejos de allí. Tantos meses de trabajo arduo para este día, y justo su abuelo vino a fallecer.

-Entiendo. Al menos déjame ayudarte.

-Gracias, Leti. A pesar de todo, te preocupas por mí.

-Eres mi esposo todavía. Debo fingir.

-Claro, entiendo -ella observó cómo  Felipe ponía más triste todavía. Él la estaba haciendo sufrir; ella debía hacer lo mismo -. Leti , ¿puedo pedirte un favor? El último favor.

-Dime...

-Cena conmigo esta noche, los dos solos -felipe creía que ella no aceptaría, sin embargo, lo hizo.

-Está bien, lo haré. Será nuestra despedida definitiva.

-¡Leti! -se acercó su padre, con una sonrisa de oreja a oreja. Todo estaba saliendo como lo planearon; las empresas Ortíz eran el éxito de la exposición.

-Papá, dime, ¿por qué estás tan contento? -hacía mucho tiempo que no lo veía así.

-¿Recuerdas los empresarios norteamericanos con los que nos fue mal el negocio? Accedieron a una nueva reunión, hija. Tenemos una nueva oportunidad - exclamó Jesús, que rápidamente se retiró a hablar con otros empresarios.

-Esto fue obra tuya, Felipe, ¿verdad?

-¿Por qué lo dices? -preguntó sorprendido. No quería que ella se diera cuenta, pero Letizia era demasiado inteligente.

-Porque te vi hablar con ellos... ¿Por qué lo haces? -manifestó desconcertada.

-Porque quiero remediar un poco el daño que te hice.

-No quiero nada que venga de ti - comentó, con mucho dolor.

-Lo sé, sé que eres orgullosa. Sin embargo, el préstamo fue cancelado. Puedes quedarte con las empresas Ortiz y tus propiedades.

-Eso sí que no - exclamó enojada-. Empezaremos de nuevo. Lo único que te pido es que dejemos conservar nuestro nombre. No quiero nada más.

-Ya está hecho por mis abogados. Cuando firmes el divorcio, todo volverá a ser tuyo.

-Entonces no habrá divorcio. No quiero pelear en este momento; lo hablaremos esta noche.

La exposición terminó siendo un éxito. Letizia estaba contenta por la cantidad de cenas de negocios que consiguió. Sin dudas, las empresas Ortiz volverían a ser la mejor de España y, quizás, competencia directa con las concesionarias Borbón en unos años.

Pensando en esas cenas, regresó a casa a vestirse para salir a comer con su esposo. No podía creer que sería su despedida; no volverían a verse nunca más o, quizás, en alguna de las exposiciones donde asistiera con la empresa.

Letizia se tomó una ducha, se puso un vestido negro suelto, aún conservando el luto, disimulando muy bien su silueta, se hizo una trenza cocida en el cabello y se subió a su auto para ir al restaurante que acordaron, horas atrás, con Felipe

Cuando llegó al restaurante y la recepcionista le mostró la mesa reservada, vio a su esposo sentado allí, esperándola, con una copa de vino en las manos y mirando a la nada. A pesar de todo, seguía amando a ese hombre con locura.

Un Matrimonio Por Conveniencia (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora