Capitulo 2

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   —¿Qué acabas de decir, papá? preguntó, incrédula. —No podía creer que su padre le hubiera estado ocultando la situación financiera de la empresa.

—Estamos en una situación crítica, hija. Pedí un préstamo a Felipe de Borbón y ahora no puedo pagarlo. Va a quedarse con la empresa, Leti —dijo su padre, con lágrimas en los ojos. Nunca lo había visto tan abatido, y tanto tiempo ocultando esta verdad debía haberle causado un dolor inmenso.

—Escucha, papá. Necesitas tranquilizarte; encontraremos una solución. Déjame hablar con él. Podemos negociar, pedir una prórroga. Reduciremos nuestros gastos, venderé mi auto, mis joyas, lo que sea necesario.

—Es mucho dinero, hija. No creo que podamos pagarlo, incluso con otra oportunidad.

—Papá... ¿De cuánto estamos hablando?

—Veinticinco millones de dólares —respondió Jesús, llevándose las manos a la cabeza. Era una cifra astronómica, imposible de cubrir para Ortíz Automotores. ¿Cómo no pensó dos veces antes de hacer negocios con el implacable Felipe de Borbón?

—¡Papá! ¿Por qué pediste tanto dinero? —preguntó Letizia, paseándose nerviosa por la oficina. —No importa, algo haremos. Venderemos las propiedades en Estados Unidos.

—Hija, esas propiedades y la empresa están como garantía. Ese hombre se quedará con todo.

—Pero, papá... ¿En qué estabas pensando? —le recriminó, desconcertada.

—Lo siento, hija. Nunca imaginé que el negocio con los empresarios norteamericanos fracasaría — Jesús lloraba desesperadamente. Sabía que Felipe le había ofrecido una alternativa, pero jamás la aceptaría. Podría perder todo, quedarse en la calle, pero nunca sacrificaría a su hija.

Letizia se acercó y lo abrazó con ternura.

—Tranquilo, papá. Encontraremos una salida. No puedo verte así.

—Eres lo más valioso que tengo. Tú vales más que todo esto.

—Ya no llores. Deja que yo me encargue de esto —dijo Letizia, intentando consolarlo — Todos cometemos errores.

—Hija, no conoces a Felipe de Borbón. No podrás enfrentarte a él.

—¿Es un demonio? ¿Por qué todo el mundo le tiene miedo?

—No sé si es un demonio o el mismo diablo, pero ese hombre es implacable,  Leti. Frío, calculador, solo le interesa el dinero y hará cualquier cosa para obtenerlo.

En ese momento, el celular de su padre sonó. Pedro miró la pantalla y se sorprendió. Era Felipe de Borbón. Dudó en contestar, pero Letizia, al ver su expresión, lo comprendió.

—Es ese demonio, ¿verdad, papá?

—Sí, Leti... pero no hablaré con él.

—Contesta. Necesitamos saber qué quiere.

—Está bien.

Jesus tomó el teléfono y contestó la llamada. Del otro lado se oyó la voz fría y sin emociones del empresario. Letizia le indicó a su padre que pusiera el altavoz.

—Hola, Jesús No pude evitar llamarte. Vi a tu hija entrar al edificio. Es mucho más hermosa de lo que imaginé. ¿Hablaste con ella? Es una oportunidad que no puedes desperdiciar

Letizia sintió un escalofrío al escuchar la voz de Felipe. Sin duda, ese hombre era el mismísimo demonio.

—Hola, señor Borbón. Soy Letizia Ortiz. Está en altavoz —dijo, mientras del otro lado se escuchaba una risa malévola.

—Hola, Letizia. Un placer conocerte. Soy Felipe de Borbón. Me alegra que ya estés al tanto de los problemas financieros de tu empresa. Así será más fácil llegar a un acuerdo contigo.

—¿Un acuerdo conmigo? ¿De qué está hablando? —preguntó Letizia, desconcertada.

-¿No le has contado, Jesús?

—No, Felipe. Sabes bien que no estoy de acuerdo con esto. Mi esposa y yo no lo permitiremos.

Letizia miró a su padre, confundida. ¿Qué más le estaban ocultando?

—¿Qué está pasando aquí? ¿Alguien puede explicarme?

—¿Lo dices tú o lo digo yo? —preguntó, disfrutando de la situación y burlándose de Jesús y Letizia

—Voy a cortar la llamada. Ya te di mi respuesta.

—Escucha,  Leti. Quizás tú seas más razonable que tu padre. Acepta mi propuesta.

—Dime qué quieres y deja de burlarte de nosotros. Se nota que disfrutas con esto — exclamó, indignada.

—Me gusta tu carácter, Leti —respondió Felipe con una sonrisa en la voz.

—Leti me llaman mi familia y amigos, a los que usted no pertenece. Para usted, soy Letizia Ortiz

—Muy bien, Letizia Ortiz. Dime, ¿estarías dispuesta a salvar tu empresa a cualquier costo? —preguntó, observando su reacción.

—¡Por supuesto! Esta empresa es de mi familia, y haré lo imposible para pagarte.

—¿Lo que sea, Letizia? —insistió el italiano.

—¡Sí! Tengo dinero en... —empezó a decir, pero él la interrumpió.

—¡Entonces cásate conmigo! —declaró, dejándola perpleja.

—¿¡Cómo!? —exclamó Letizia, sin poder creer lo que estaba oyendo.

—Lo escuchaste bien. La única forma de salvar tu empresa es casándote conmigo.

—¡Está loco! No me conoce, y yo no lo conozco —Letizia  estaba furiosa; ese hombre la exasperaba.

—Mira, Letizia. No me importa si no, nos conocemos. Necesito una esposa y tú eres la indicada.

—¿Por qué yo? —preguntó, perpleja de que, habiendo tantas mujeres en el mundo, él la eligiera a ella, que ni siquiera vivía en el mismo país.

—Porque tu padre me debe dinero. Simplemente por eso, y porque me pareciste una mujer de carácter. Nos llevaremos bien.

—Hija, no lo escuches. No permitiré que te sacrifiques por mí —dijo Jesús, sintiéndose la peor basura del mundo, interrumpiendo la conversación.

—Eres la única que puede salvar la empresa, Leti. Tú decides si te casas conmigo por un año o dejas que el patrimonio de tu familia se pierda para siempre.

—¿Solo por un año? —preguntó, considerando seriamente la propuesta.

—Así es, hermosa. Solo un año y luego serás libre y millonaria de nuevo. ¿Qué dices? Para que veas que no soy tan demonio como dicen, te daré una semana para pensarlo —dijo Felipe, a punto de colgar, pero Letizia lo interrumpió

—Espera... ¡Acepto! Me casaré contigo, Felipe de Borbón

Un Matrimonio Por Conveniencia (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora