Capitulo 14

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Cuando Letizia salió de su habitación, Felipe la esperaba detrás de la puerta y no podía creer lo que veían sus ojos. Ella era tan hermosa con sus ojos verdes y su increíble figura que había tenido entre sus brazos. Aunque su apariencia le parecía ligeramente diferente, pensó que debía ser su imaginación.

Ella se acercó a su esposo, quien estaba increíblemente apuesto con su traje. Debía ser una cena de negocios muy importante, ya que ambos iban vestidos de manera muy formal. Solo esperaba que él no notara su incipiente embarazo.

—Estás bellísima, Letizia — dijo Felipe, sin poder evitarlo ni apartar la mirada.

-Gracias, Felipe. Tú también estás muy guapo; ese traje te queda increíble — Letizia no podía creer las palabras que salían de su boca. Debería odiarlo, pero él era tan encantador...

—¿Nos vamos? — Felipe le ofreció su brazo. Ella lo tomó y se dirigieron juntos hacia la cena.

La cena se celebraba en uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad, con lujosas arañas colgando del techo, magníficas pinturas decorando las paredes y suaves melodías de fondo.

El anfitrión los guió hasta la planta alta del edificio.

Al llegar a la mesa, se encontraron con dos hombres vestidos formalmente, acompañados de sus esposas. Eran matrimonios de avanzada edad, Felipe y Letizia eran los más jóvenes de la noche.

—Buenas noches, señor y señora Faggiolo, señor y señora Chiappero —saludó Felipe amablemente, estrechando la mano de los cuatro comensales.

—Buenas noches, Felipe. Es un honor que hayas venido a reunirte con nosotros — dijo el señor Faggiolo.

—El gusto es mío. Quiero presentarles a mi hermosa esposa, Letizia Ortiz —dijo Felipe, orgulloso de la mujer a su lado.

—Mucho gusto, señora Borbón — saludaron los hombres, besándole la mano con respeto. —¿Ortíz? ¿De concesionarias Ortíz?

—Así es, señor Faggiolo —respondio Letizia dulcemente.

—Con todo respeto, Felipe, tu esposa es muy bonita. Letizia, conozco a tu padre. ¿Cómo está Jesús?

—Muy bien, señor Chiappero, muy entusiasmado con la exposición de autos — mintió, ya que no podía confesarles que concesionarias Ortiz estaba en la ruina y que su padre había caído en una terrible depresión.

—Estamos todos entusiasmados, señora Chiaraviglio. Va a ser el evento del año a nivel mundial, y su esposo será el organizador. Imagino sus nervios.

—¡Claro que sí! Lástima que la organización lo aleja tantas horas de mí —comentó Letizia, acercándose a su esposo, fingiendo amor.

—Me gusta mucho esta pareja — dijo la señora Chiappero. ¿Hace poco que están casados?

—Sí, en unos días cumplimos nuestro primer mes de aniversario —Letizia  seguía interpretando muy bien su papel de esposa enamorada — No veo la hora de que llegue ese día.

—Falta muy poco, amor — respondió Felipe

—No puedo creer verte tan enamorado — dijo uno de los hombres, divertido —Siempre dicen que las mujeres nos cambian, y a ti te han cambiado. Espero que no sigas siendo tan implacable en los negocios todos rieron.

—¿Por qué no nos sentamos y pedimos unas copas de vino mientras esperamos la cena? —propuso Felipe

—Yo quiero una botella de agua, amor. No me apetece el alcohol —dijo Letizia, sorprendiendo a su esposo.

—¿Estás bien? — le preguntó al oído.

—Sí, sabes que no tolero mucho el alcohol. No querrás llevarme borracha.

—Tienes razón — sonrió tiernamente, una sonrisa cautivadora que le recordaba al viejo Francesco.

La cena transcurrió con tranquilidad, hablando de negocios. Por suerte, Letizia se entretenía, a diferencia de las demás esposas. Aunque no quería ser la CEO de su empresa, sabía mucho sobre esos temas gracias a la preparación que le había dado su padre.

—Tienes razón, Letizia. Es una muy buena idea — la aduló el señor Faggiolo.

—Mi querida esposa es muy inteligente — respondió Felipe, sintiéndose nuevamente orgulloso.

—Mi padre me preparó para ser la CEO de Empresas Ortíz. Me apasionan los negocios, pero no quiero serlo. Me gusta la paz, la tranquilidad, los viajes, y eso es lo que mi padre no tiene.

—Es verdad, Letizia. El mundo empresarial es muy competitivo y machista. No me imagino lo difícil que sería para una mujer.

—Pienso lo mismo, señor Chiappero. Aun así, con mis conocimientos en negocios, ayudo a mi padre. Y si mi querido esposo necesita ayuda, también lo haría, pero él es tan inteligente —Letizia  no podía disimular el amor en sus ojos.

—Son el uno para el otro — opinó el señor Faggiolo.

—Me gané la lotería al casarme con esta bella mujer — dijo Felipe, sintiendo realmente cada palabra que salía de su boca.

La cena continuó en paz y con temas de negocios, pero de repente Letizia comenzó a sentirse indispuesta. Las náuseas del embarazo le jugaron una mala pasada y necesitaba retirarse al baño.

—Enseguida regreso, iré a retocar mi maquillaje — mintió, para no ser descubierta. Sin embargo, Felipe la conocía demasiado bien y notó que algo no iba bien; su rostro estaba muy pálido.

—Amor, déjame acompañarte — Felipe comenzó a sentir una preocupación genuina por la salud de su esposa.

—Estoy bien. Solo es un momento.

—Yo la acompañaré, no te preocupes — exclamó la señora Faggiolo, quien también notó el malestar de Letizia. Cuando la encontró en el baño, ella estaba terminando de vomitar y muy pálida —Por el amor de Dios, mujer, ponte un poco de base. Te ves muy mal.

—Gracias por preocuparse, señora Faggiolo.

—Por favor, llámame Lucrecia. Y dime, ¿estás embarazada?

—Aún no lo sé — mintió. —Por favor, no le diga nada a mi marido. No quiero decírselo hasta que no esté segura, para no ilusionarlo.

—Tienes razón. Sin embargo, déjame decirte que estoy segura de que sí lo estás -comentó Lucrecia con ternura  —Ahora arréglate el maquillaje y volvamos para no levantar más sospechas. Solo dile que te sentiste mal porque había algo en la comida a lo que eres alérgica.

—Gracias, Lucrecia —  agradeció Letizia Seguramente se había ganado una nueva amiga.

Cuando ambas mujeres regresaron a la mesa, Felipe observó a su mujer de arriba a abajo. Ya no había rastros de malestar y la palidez había desaparecido de su rostro.

—¿Te encuentras mejor, mi amor? preguntó Felipe, realmente preocupado.

—Sí, no te preocupes. Solo había algo en la comida a lo que soy alérgica y me dio náuseas, pero estaré bien.

Finalmente, la cena terminó. Las tres parejas se despidieron, Letizia intercambió números de celular con las esposas para seguir en contacto, y regresaron a casa.

El viaje transcurrió en completa paz, en silencio. Ella estaba a punto de dormirse, agotada por las náuseas, cuando el teléfono celular de Felipe comenzó a sonar. Como estaba conectado por Bluetooth al auto, vio que en la pantalla salía el nombre de Eva. Letizia no pudo controlar sus celos y preguntó:

—¿Quién diablos es Eva? — Ahora el pálido era Felipe. Por suerte, en la oscuridad de la noche no se distinguía, pero él se quedó callado, sin saber qué decir. Se había casado con Letizia y ni siquiera fue capaz de avisarle a Eva. Ahora no sabía qué hacer...

—Eva es mi amante... — contestó después de varios segundos de insistencia por parte de su esposa

Un Matrimonio Por Conveniencia (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora