Capitulo 22

68 9 0
                                    

Felipe, borracho y fuera de sí, regresó a casa. Sabía que había bebido demasiado, pero lo necesitaba. Ahora, más que nunca, deseaba a Letizia

La amaba con una desesperación y locura que jamás había sentido por otra mujer. Sin embargo, sabía que tenía que dejarla ir. No quería seguir haciéndola sufrir; sus ojos reflejaban el miedo y el dolor que él le causaba.

A pesar de todo, en ese momento, lo único que le importaba era estar con ella. Sabía que ella también lo deseaba, así que, aunque al principio se resistiera, terminaría aceptándolo.

Felipe entró en la habitación y vio a su esposa durmiendo plácidamente. Era tan hermosa, parecía un ángel mientras dormía. Tambaleándose a causa del alcohol, se metió bajo las sábanas y se acercó a ella, acariciándola. Letizia despertó confundida, sin saber lo que estaba ocurriendo, y al notar que Lucca estaba muy cerca de ella, tocándola, lo empujó con fuerza.

-¿Qué rayos estás haciendo? -preguntó, muy enojada, fulminándolo con la mirada-. Ni se te ocurra volver a tocarme un pelo.

-Quiero que tengamos un hijo, Quiero hacerlo para que no tengas que irte de mi lado. Yo te quiero a ti, no a Eva -si supiera que ya estaba embarazada... pero no iba a decírselo. No quería quedarse con él, por más que lo amara con locura y le diera pena verlo tan devastado en ese momento.

-Las cosas no se arreglan así,  Tienes que hacerte cargo de Eva, ahora.

-No la amo, . Me haré cargo de mi hijo, pero yo te amo a ti-confesó con todos sus sentimientos a flor de piel.

-Lo hubieras pensado antes. Ahora déjame dormir en paz y ve a darte una ducha porque tienes un olor espantoso.

-Quiero hacerte el amor, como aquella noche en la que te entregaste a mí sin importar nada.

-No sabía quién eras. No sabía que eras mi futuro esposo y que estaría en una cárcel por un año.

-¿Tanto me odias? -preguntó con tristeza.

-No te odio, Felipe, simplemente estoy muy dolida contigo y mi corazón está sanando como puede.

-Te quiero conmigo, -él volvió a acercarse, la arrojó a la cama y se acostó sobre ella

-¿Acaso vas a abusar de mí? ¡Eso es lo único que te falta para ser un cobarde! - gritó Leti, forcejeando bajo el cuerpo de Felipe

-Jamás abusaría de ti. Vas a desearme tanto como yo te deseo.

Felipe comenzó a besarla y a acariciarla por todo el cuerpo desesperadamente, sin importarle la lucha de Letizia por sacárselo de encima.

-¡Ya déjame en paz, Felipe! ¡Estás borracho! -gritó desesperada. Siguió luchando y las lágrimas comenzaron a caer por sus ojos mientras Felipe intentaba romperle el camisón y empezaba a tocarle los pechos. Amaba a su esposo, pero no así, no de esa manera tan ruin.

-Eres tan hermosa,  -ella seguía llorando y Felipe comenzó a entrar en razón. -Deja de llorar, maldita sea, perdóname... Soy un idiota... -en ese momento comenzó a disculparse, se levantó de la cama, dejandola en libertad, se sentía un miserable, pero el alcohol le hacía hacer locuras y no merecía ser perdonado.

-¡Lárgate de mi habitación! ¡Déjame en paz... solo deseo que estos once meses pasen rápido! ¡Te odio! -gritó Letizia con dolor. Necesitaba sacarlo de su vida, pero sobre todo de su mente y de su corazón.

-Sé que me odias y que nuestro matrimonio tiene un final. Solo recuerda que tarde o temprano tendrás que cumplir con el contrato.

-¡No te daré un hijo, ni ahora ni nunca!

Segundos después se retiró de la habitación y se encerró en su oficina a llorar desconsoladamente. ¿Cuándo se había convertido en ese animal? Podía echarle la culpa al alcohol, pero había lastimado a Letizia de la forma más cruel posible: intentó abusar de ella, y sabía que nunca iba a perdonárselo. Sin embargo, ya había tomado la decisión: dejaría que su esposa se fuera con sus padres y se olvidaría de ella para siempre.

A la mañana siguiente, Letizia se levantó, se dio una ducha después de vomitar y sacar todo su dolor de adentro, se puso ropa cómoda y suelta para disimular su panza, que cada día estaba más grande, y salió de la habitación. Solo esperaba no encontrarse con Lucca en el comedor.

Cuando bajó, se encontró con Phillip, Antoine y Felipe, hablando sobre la salud de su abuelo. Francesco había sido internado en la noche debido a un ataque al corazón.

-¿Cómo está el abuelo? -preguntó Letizia a Phillip y a su hermano, sin mirar a Felipe ni siquiera a los ojos.

-Buenos días, querida Leti. El abuelo está estable. Por suerte, Felipe lo encontró descompensado y lo llevamos enseguida a la clínica en ese momento, notó que su esposo tenía los ojos llorosos. Estaba destruido; seguramente se sentía culpable por lo sucedido anoche, y estaba muy bien que lo sintiera porque ella nunca podría perdonarlo.

-Buenos días, Leti -saludó Felipe con cierto temor al reproche, pero sabía que ella no lo haría enfrente de todos.

-Buenos días, Fel -él no esperaba que lo saludara, pero lo hizo y vio cómo su cara se relajó.

-Señores, el desayuno está servido. Pueden pasar -comunicó Marian, que se acercó a ellos. Letizia no tenía hambre, pero después de tanto vomitar debía comer algo por sus bebés. Así que se sentó al lado de Phillip, lejos de Felipe, algo que llamó la atención del primo Antoine.

-¿Ustedes están bien?

-¿Por qué preguntas? -manifestó Felipe, odiando a su primo.

-No lo sé, pregunto por el hecho de que están separados en la mesa. No me digan que aún tengo posibilidades de quedarme con las empresas Borbón -comentó de forma divertida.

-Eres un idiota, Antoine. ¿Cómo puedes bromear en este momento? -dijo Felipe fulminándolo con la mirada.

Cuando terminaron de desayunar, Antoine y Phillip se fueron a la clínica a ver a Francesco. Felipe y Letizia quedaron solos. Por unos minutos abundó el silencio, hasta que él decidió romper el hielo.

-Gracias por preocuparte por el abuelo. Él te quiere mucho.

-Yo también lo quiero a él-confesó cortante.

-Leti, yo... tenemos que hablar de lo que sucedió anoche.

-No hay nada de qué hablar, Felipe. Tú mismo lo dijiste: esto se terminó, y lo que hiciste anoche no te lo perdonaré jamás.

-No te preocupes. Yo tampoco me lo perdonaré.

-Quiero ir a ver al abuelo. ¿Puedes llevarme?

-Claro que sí, vamos. Solo dime una cosa, ¿me odias?

-Con toda mi alma.

Un Matrimonio Por Conveniencia (Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora