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Mayte respiró profundamente y su cuerpo se tensó mientras pensaba con atención sus palabras. Sabía que había llegado el momento de compartir su verdad, de dejar que Fernanda se enterara del secreto que había mantenido oculto durante tanto tiempo. Esto no era un recuerdo, ella no estaba incitando a Fernanda. Esta era su historia.

—Fer —comenzó Mayte, con voz suave pero resuelta—, hay algo que necesito decirte. No me resulta fácil compartirlo y desearía haber encontrado la forma correcta de decirlo antes. Mayte sintió el peso de su secreto presionando fuertemente su corazón. Había esperado que la verdad se revelara naturalmente, pero la curiosidad de Fernanda la acercaba cada vez más a ella y era hora de que ella se enfrentara a su propio pasado.

Fernanda había sentido que Mayte se estaba conteniendo, que guardaba algo, tal vez para protegerla, y podía notar que algo pesaba sobre la mujer. La preocupación se dibujó en los rasgos de Mayte cuando le dijo: "Mayte, puedes contarme lo que sea. Estoy aquí para ayudarte".

Mayte asintió, sus ojos se dirigieron brevemente hacia Fernanda y luego volvieron a fijarse en el camino. “Fernanda, no sé cómo decirte esto, y he estado luchando con ello desde que te traje a casa desde el hospital … Pensé que si te lo decía entonces solo haría que las cosas fueran más confusas para ti, así que lo pospuse y me ha resultado incómodo”.

La mirada de Fernanda hacia Mayte contenía una fuerte dosis de preocupación y ella se movió nerviosamente en su asiento.

El corazón de Mayte latía con fuerza y ​​podía sentir el pulso latiendo en su cuello mientras las venas se abultaban. Su cuerpo se tensó en un intento subconsciente de resistirse a compartir. Su respiración era audible mientras inhalaba profundamente como si estuviera reuniendo el coraje para decir las palabras que habían pesado en su corazón... "Fer... tengo un hijo... su nombre es Fernando".

Fernanda abrió los ojos como platos y la boca como si fuera a responder, pero no dijo nada. Lentamente, retiró la mano del agarre de Mayte, con la mente llena de emociones y pensamientos mientras intentaba entender cómo encajaba todo esto en su historia. ¿Cómo lograba que tuviera sentido? La revelación la había pillado completamente desprevenida y había transformado por completo su paisaje interior de una manera profunda.

Intentó conciliar la nueva información con los fragmentos de recuerdos que ya habían resurgido, pero nada tenía sentido y solo resultó en más confusión. ¿Cómo pudo haber olvidado algo tan significativo? Se esforzó, buscando desesperadamente en sus bancos de memoria para captar cualquier rastro de un recuerdo que involucrara a un niño, pero no había nada.

Fernanda se vio envuelta en una turbulenta tormenta de emociones. Una sensación de dolor la invadió, como si le hubieran ocultado una parte vital de su historia compartida. Se enfrentó a sentimientos de incompetencia y se preguntó por qué Mayte no había confiado lo suficiente en ella como para compartir esa parte importante de su vida.

Mayte, que percibía la necesidad de Fernanda de tener tiempo y espacio para procesar la noticia, se contuvo y dejó que se instalara un silencio incómodo entre ellas. Un presentimiento pesaba en su corazón, temiendo haber dañado irreparablemente su oportunidad de reavivar su amor. Mientras estacionaba el auto en la entrada y apagaba el motor, extendió la mano por encima del abismo que las separaba y colocó una mano gentil sobre el hombro de Fernanda, ofreciéndole en silencio su apoyo y comprensión.

Los ojos de Mayte brillaron con lágrimas contenidas y su voz era suave cuando preguntó: "¿Estás bien?"

Fernanda asintió sin girar la cabeza, pero su respuesta no fue muy convincente. Una oleada de frustración la invadió mientras luchaba con la revelación de Mayte y los fragmentos de recuerdos que habían ido resurgiendo lentamente. Se reprendió a sí misma, desafiándose a sí misma a recordar. A medida que la conmoción por la declaración de Mayte se sumía en una intensa mezcla de emociones que comenzó a hervir a fuego lento, un sentimiento de traición, un dejo de resentimiento y la inquietud que antes habían alimentado su curiosidad ahora se habían transformado en indignación.

En un momento de emoción cruda, Fernanda le lanzó una mirada penetrante, cargada de acusación y dolor. Su mente corría, inundada por un torbellino de preguntas y dudas, cada una compitiendo por dominar dentro de ella. ¿Cómo había pasado por alto esta parte significativa de su pasado compartido? ¿Por qué Mayte no había confiado lo suficiente en ella como para revelarle un aspecto tan vital de su vida?

Hubo un largo silencio antes de que Mayte volviera a hablar, con voz suave y llena de vulnerabilidad. "Fer sé que esto es abrumador. Nunca tuve la intención de ocultártelo. Es solo que... tu situación es complicada y tenía miedo de hacerte daño".

Fernanda apretó la mandíbula y se dio la vuelta, con la mirada fija en el paisaje que se extendía por la ventanilla del coche. Una tempestad de pensamientos y emociones la azotaba y le producía una sensación inquietante de no haber sabido nada.

El silencio fue largo y más incómodo que cualquier otra cosa que hubieran experimentado. El tira y afloja silencioso de permitirle a Fernanda tiempo para procesar la situación y acercarse para abrazarla se desarrolló para Mayte. Podía ver el dolor y la confusión y deseaba poder quitárselos a Fernanda, deseaba que esto fuera más fácil. El miedo le sabía amargo en los labios, pero sabía que no podía ocultárselo por más tiempo.

A pesar de las capas de ira, una corriente subyacente de empatía comenzó a surgir en Fernanda. Podía sentir el miedo y el arrepentimiento de Mayte y el poder abrumador de su profunda conexión la atraía. No podía comprender del todo dónde encajaba todo esto, pero comenzó a reconocer que su ira estaba mal dirigida, un escudo contra su propia vulnerabilidad y confusión.

Fernanda respiró profundamente y sacudió los hombros en un intento de liberar la tensión de su cuerpo antes de volver a mirar a Mayte. Los ojos verdes se suavizaron, dejando al descubierto el conflicto interno que estaba experimentando. "Mayte, yo... necesito tiempo para procesar esto. Es mucho para asimilar".

Los ojos de Mayte se llenaron de lágrimas y su voz tembló cuando respondió: "Fer, lo entiendo. Sé que debería haberte dicho antes. Lo siento, debes saber que nunca quise hacerte daño".

Fernanda asintió, conteniendo la frustración y la compasión que la acosaban. Extendió la mano con cautela, dejándola apoyada en el brazo de Mayte. "Sé que no lo hiciste, Mayte. Es solo que... necesito procesar las cosas y aceptar esto".

El día había estado lleno de experiencias y recuerdos que parecían acercarlos y Fernanda había albergado una gran esperanza y había sentido una gran sensación de pertenencia. Sin embargo, después de la declaración de Mayte, una distancia inquietante pareció abrirse paso y el silencio entre ellas parecía un abismo infranqueable cuya altura ninguna de las dos sabía cómo sortear.

Mi Primer Amor (Mayfer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora