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—¿Crees que puedes regresar a su vida y quitarle todo? —espetó Cucu con voz acusatoria y el ceño fruncido.

Mayte, sorprendida por el repentino enfrentamiento, intentó calmar la situación con una respuesta mesurada: "Se trata de la carrera de Fernanda, no de nuestra historia personal. Por favor, podemos mantener un tono profesional".

Pero Cucu no lo aceptó. Su amargura se desbordó y casi le reventó todos los vasos sanguíneos de la cabeza mientras señalaba a Mayte con el dedo acusador. "Profesional, profesional", gritó. "¡Intentaste arruinarla una vez y ahora lo estás haciendo de nuevo! ¡Pensé que había terminado contigo!"

El guardaespaldas de Fernanda, Esteban que había estado vigilando discretamente la situación, dio un paso adelante, percibiendo la escalada. Su imponente presencia sirvió de advertencia a Cucu pero la empresaria no pareció inmutarse.

Mientras Cucu continuaba con su discurso, Esteban intervino con firmeza y se colocó entre las partes en conflicto. "Ya basta. Retírense", gruñó, su actitud no dejaba lugar a la negociación. Cucu había visto a Esteban así antes y no se atrevía a presionar al hombre.

Cucu, al darse cuenta de la gravedad de la situación, dio un paso atrás a regañadientes, con el resentimiento latiendo a fuego lento bajo la superficie. El encuentro fuera de la sala del tribunal sirvió como un duro recordatorio de que, más allá de las batallas legales, las historias y emociones personales estaban enredadas en la red de su disputa profesional. El drama judicial se había extendido a los pasillos y las heridas emocionales del pasado todavía estaban frescas.

Sintiendo el peso de la confrontación y como resultado de su temor de que pudiera desencadenar un ataque de pánico, Fernanda guió suavemente a Mayte a una sala de entrevistas cercana, buscando un momento lejos de las miradas indiscretas y las emociones acaloradas del exterior. Esteban estaba de guardia, asegurando el santuario de la habitación para las dos mujeres. Una vez que la puerta se cerró detrás de ellas, Fernanda se volvió hacia Mayte con un profundo suspiro: "Lamento mucho que hayas tenido que pasar por eso. Nunca esperé que ella sacara a relucir el pasado de esa manera. No es justo para ti".

Mayte, aunque visiblemente afectada logró esbozar una pequeña sonrisa comprensiva. "Fernanda, no es tu culpa. Sabía que esto no sería fácil. Estamos juntas en esto, ¿recuerdas?"

Fernanda asintió con la cabeza, con gratitud y empatía grabadas en su rostro. "Aprecio tu fortaleza en todo esto. Significa mucho para mí, Mayte. Nunca quise que volvieras a verte arrastrada a este lío".

Mayte se tomó un momento para recomponerse antes de responder: "Estoy aquí para ti, Fernanda. Pase lo que pase. Saldremos de esto".

Fernanda se acercó y le ofreció un abrazó reconfortante. Su vínculo era más fuerte que los desafíos que enfrentaban. "Gracias, Mayte. Tu apoyo me mantiene con los pies en la tierra durante todo esto. No podría hacer esto sin ti".

Mientras compartían un momento de tranquilidad, Fernanda sintió una renovada sensación de determinación. A pesar de la agitación y los dolorosos recuerdos que estaban resurgiendo, tener a Mayte a su lado le proporcionó una fuente de fuerza y ​​resiliencia. El deseo de liberarse del contrato opresivo con Cucu se intensificó. La resolución de Fernanda de recuperar el control sobre su carrera y su narrativa se agudizó. Quería escapar de las restricciones que Cucu había impuesto. No solo en su carrera, sino también en sus decisiones personales. El caso no se trataba solo de escapar de las garras de un acuerdo vinculante, Fernanda quería recuperarse a sí misma.

Los días transcurrían y Fernanda y Mayte se vieron envueltas en una batalla implacable. No solo en la sala del tribunal, sino también contra los medios de comunicación, que insistían en capturar cada momento de este caso de alto perfil. Cada mañana, cuando se dirigían al juzgado, Esteban las guiaba a través de un aluvión de flashes de cámaras y preguntas inquisitivas e inapropiadas. Para Mayte, la situación era cada vez más desgarradora.

Pero, a medida que el sol se hundía en el horizonte cada día, buscaban refugio en la familiaridad del apartamento de Fernanda. El estrés y el caos del mundo exterior se dejaban en la puerta, reemplazados por la tranquilidad y la comodidad del espacio compartido. La rutina de llamar a Fernando que se había quedado con Mimi en San Luis y pedir comida a domicilio se había convertido en la norma, un escape conveniente de las exigencias de sus agitadas vidas.

Esta noche, sin embargo, Fernanda decidió romper con la monotonía. El aroma de una salsa de pasta hirviendo a fuego lento llenó el aire mientras revolvía la olla en la cocina. El tintineo rítmico de los utensilios contra las ollas y sartenes fue una banda sonora relajante para cerrar su ajetreado día. La decisión de cocinar fue más que un cambio de ritmo, fue un intento de reconectarse con tiempos más simples.

Mayte se sentó en la encimera de la cocina y observó a Fernanda con una sonrisa cariñosa. "No puedo creer que estés cocinando de verdad. ¿Cuándo fue la última vez que cocinaste en esta cocina?", preguntó.

Fernanda se rió entre dientes, sus ojos reflejaban una mezcla de nostalgia y diversión. "Bueno, a veces solo necesitas un poco del pasado para darle sentido al presente". Esas palabras eran ciertas para ellas en muchos sentidos.

Mayte bebió un poco de vino de su copa antes de deslizarse del taburete para unirse a Fernanda. La rodeó con sus brazos por detrás, acurrucando su cuerpo contra el de la morena. Los cálidos recuerdos de una cita en la que Fernanda había cocinado para ella la inundaron. Respiró profundamente mientras conectaba los puntos en su mente. "Recuerdo cuando cocinaste esto para mí antes", compartió con voz suave.

Fernanda dejó la cuchara para revolver y se dio la vuelta para encontrarse con Mayte. "Es tu turno de recordar", dijo antes de darle un tierno beso en la frente a Mayte. "Te amo", tarareó.

“Yo también te amo Fernanda … tanto, tanto”, respondió ella acurrucándose más cerca. Mientras se abrazaban por lo que pareció un momento muy largo. Ambas estaban llenas de tanta felicidad y seguridad a pesar de todo lo que estaba sucediendo más allá de los confines de su santuario.

La salsa de tomate burbujeaba en la estufa y el olor a albahaca fresca invadía el apartamento, trayendo recuerdos de sus años de adolescencia. Mientras se preparaba la comida, Fernanda preparó sencillas rebanadas de pan de ajo tostado con mantequilla vegana espesa. El tintineo de los platos y el pan tostado llenaban el aire.

Cuando la comida estuvo lista, se sentaron a la mesa del comedor y saborearon los sabores familiares. El ambiente era cálido y el silencio entre ellas era más reconfortante que cualquier palabra que pudieran transmitir. La comida se convirtió en un puente entre el pasado y el presente, un recordatorio de su conexión y de la fuerza que provenía de su historia compartida.

Fernanda extendió la mano por encima de la mesa y acarició la piel de Mayte con sus dedos suaves. Con qué facilidad un toque podía dejarlas a ambas deseando más. Aunque el deseo estaba presente, ambas estaban exhaustas. Fernanda se puso de pie, consciente de ello, y se inclinó hacia delante, y cuando sus labios se encontraron en un beso suave, el mundo que las rodeaba pareció desvanecerse.

Mayte se ablandó entre sus brazos y saboreó el consuelo que le ofrecía. El beso era un refugio tierno, una conexión delicada que transmitía una profunda comprensión. Como un déjà vu, pero completamente nuevo. Mayte podía sentir el dolor sutil en el tacto de Fernanda, evidencia del cansancio compartido que las envolvía.

Fue un momento de consuelo, una pausa en el caos de su vida, como si el tiempo se hubiera ralentizado solo para ellas. La suavidad del beso contenía un anhelo, un deseo silencioso que hervía a fuego lento bajo la superficie. Estaban cansadas, agotadas por los desafíos que habían enfrentado en el juzgado, pero en esa intimidad compartida, una chispa de conexión se encendió. La forma en que Fernanda sostenía a Mayte no era nada menos que una promesa de eternidad y Mayte lo sabía con cada rincón de su existencia.

Mayte gimió mientras se apartaba de sus labios, tenía que mantener su deseo bajo control. Miró a Fernanda a los ojos y vaya como le encantaban esos ojos verdes, su mano libre descansaba suavemente sobre la parte baja de la espalda de fer. "Esto es perfecto", susurró cerca del oído de Fernanda.

Mi Primer Amor (Mayfer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora