34

47 7 0
                                    

En las silenciosas horas previas al amanecer de la ciudad de México la ciudad que nunca duerme se despierta bajo un manto de oscuridad apagada. Los imponentes rascacielos se yerguen silenciosos contra el lienzo del cielo que se aclara lentamente. Una delicada paleta de índigo y carbón reemplaza gradualmente la negrura de la tinta, arrojando un suave resplandor sobre las calles dormidas.

El pulso de la ciudad comienza a acelerarse y resuena en las avenidas mientras los primeros rayos del amanecer serpentean por el laberinto de acero y hormigón. En medio del despertar del paisaje urbano, Fernanda estaba sentada junto a la ventana de su apartamento en un rascacielos, contemplando el espectáculo que se desarrollaba debajo. Apenas había dormido y hacía tiempo que había renunciado a intentarlo.

Su noche había sido larga, en constante movimiento y giro, pensando en todo y en nada mientras trataba de darle sentido a todo. Anhelaba la simplicidad, no muy diferente a cuando perdió la memoria. Cuando se reunió con Mayte no supo nada de esta vida, todo parecía más fácil de alguna manera. En ese momento, su vida de superestrella estaba lejos de ser tangible o real. En esos días antes de que recuperara la memoria, podía ver la de Mayte en su vida. Podía ver sus vidas fundiéndose y entrelazándose para crear un hermoso tapiz. Ahora, aunque querían que las cosas se fundieran y moldearan juntas, parecía mucho más difícil. Su carrera seguía siendo el obstáculo.

Una carrera en la música nunca fue sencilla y en muchas ocasiones llegó a definirla por completo. Cada paso de su vida estaba cuidadosamente coreografiado, tenía gente que organizaba cada uno de sus movimientos. Al estar centrada en su carrera, no le quedaba espacio para simplemente existir. Lo triste de todo es que estaba muy alejada del arte de la música, lo que más la apasionaba. Su cuenta bancaria estaba repleta y todas sus inversiones le daban ganancias, pero su creatividad estaba sofocada y su vida personal estaba vacía.

Su yo adolescente y la vida que tuvo con Mayte eran un recuerdo lejano y cálido que le fue arrebatado demasiado pronto. Sabía que no podía culpar a Cucu por todo eso, sabía que ella también tenía un papel en la narrativa. A veces era difícil separarse, discernir su responsabilidad individual en medio de la influencia de su manager. Su desafío era desenredar su papel en todo eso de la coerción y el control de Cucu.

Se reprendió a sí misma por ser egoísta. Quería una carrera musical y la persiguió. Obtuvo lo que pidió, ¿no? Pero no llegó sin trabajo... ni sacrificio, eso lo sabía. No consiguió su carrera, su éxito, un Grammy sin esfuerzo, sin talento. Vio lo que quería y fue por ello. Tal vez, al final del día, esto no se trataba de Cucu en absoluto... Ese pensamiento la quemó.

Se pasó los dedos por el pelo suelto de la cama en un esfuerzo por sacarse de la cabeza los pensamientos revueltos. Las noches de insomnio no eran algo extraño para ella, era un ciclo que ya había vivido antes. Hacía tiempo que tenía problemas de insomnio y todavía le molestaba la insistencia de Cucu en que tomara medicamentos. Había luchado por dejar esos medicamentos.

A pesar de haberse reencontrado con Mayte, su mente, aún perturbada, la había apartado una vez más del sueño. Anhelaba la sencillez y la armonía, donde su ritmo interior y exterior estuvieran completamente sincronizados. El recuerdo de no tener memoria era seductor. Había sentido verdadera paz en ese momento. El encanto de un momento en el que su mente estaba dichosamente en blanco, carente de recuerdos, la tentaba.

En el dormitorio, el resplandor ambiental de las farolas se filtraba a través de las cortinas transparentes y arrojaba una suave iluminación sobre Mayte que todavía dormía plácidamente. Fernanda se quedó en la puerta y echó un vistazo para ver si la blanca mujer se había despertado. La habitación exudaba una intimidad tranquila, un santuario que habían creado. Un lugar donde, cuando estaban en la ciudad de México podían escapar verdaderamente del ajetreo y el bullicio del mundo exterior. Un lugar donde, desde la visita de regreso de Fernanda a San Luis habían hecho el amor tantas veces que era imposible contarlas.

Fernando también venía de visita y, aunque el tiempo que pasaban juntos siempre era un tesoro, nunca parecía suficiente. Era difícil mantener a raya a la prensa, y se había vuelto más difícil la semana anterior al inicio de su caso civil contra Cucu. Esteban había sido de gran ayuda, casi siempre caminaba más cerca de Mayte protegiéndola con una reverencia silenciosa. Sabía que Fernanda era más consciente y estaba acostumbrada a las payasadas de los medios. Podía manejarse incluso en las multitudes más difíciles. Mayte, sin embargo, era frágil y temerosa, y se había convertido en el blanco de su atención, especialmente cuando estaba en la ciudad.

Fer había hecho todo lo posible para evitar llevar a Cucu a los tribunales. Habían ido y venido a través de sus abogados, pero al ser un asunto burocrático, podía desvincularse un poco de él. Cuando se encontraron cara a cara en la mediación, Fernanda casi sintió pena por la mujer. Llevaba el estrés en cada arruga de su rostro. A pesar del desgaste emocional, seguía decidida a encontrar una solución sin agravar más la situación. La esperanza de Fernanda era que pudieran resolver sus diferencias de forma amistosa, ahorrándoles a ambas la terrible experiencia de una batalla judicial y permitiéndoles seguir adelante con sus vidas. Lo que no sabía es que las negociaciones que se avecinaban pondrían a prueba no solo su paciencia, sino también los límites de su capacidad para encontrar puntos en común.

Cucu no era alguien que se rindiera fácilmente. Había trabajado duro para impulsar la carrera de Fernanda, transformando a una cantante de un pueblo pequeño en una auténtica superestrella. Para ella, no se trataba solo de dinero, se trataba de invertir tiempo, esfuerzo y creer en su talento. A sus ojos, Cucu se sentía como si Fernanda le pertenecia y no había forma de que no lo dejara ir.

A medida que avanzaban las sesiones de mediación, se hizo evidente que la disputa iba más allá de los asuntos financieros. Fernanda podía percibir la posesividad de Cucu su creencia de que su éxito se debía de alguna manera a ella y que su talento era secundario. La mentora que una vez la apoyó se había convertido en un obstáculo para su libertad y su expresión artística. La batalla en la sala de audiencias se avecinaba, no solo como un choque de legalidades, sino como una lucha para que Fernanda recuperara el control sobre su propia vida y su carrera. La tensión en la sala de mediación reflejaba el tira y afloja emocional entre dos personas con perspectivas muy diferentes sobre el pasado y el futuro.

A medida que la disputa se intensificaba, finalmente llegó a la sala del tribunal, donde Fernanda, flanqueada por su equipo legal y apoyada por Mayte, se enfrentó a Cucu y su formidable equipo. La tensión en la sala era palpable, cada lado dispuesto a presentar su caso en la batalla por el control de la carrera de Fernanda. Ella había sido reducida a un producto, un engranaje en una máquina musical de hacer dinero.

Fernanda mantuvo una actitud serena, estaba decidida a lograr una separación del contrato. No esperaba que fuera a ser fácil y comprendió que esto tendría un costo financiero, pero no le importaba. Quería el control artístico, quería salir. Mayte estuvo a su lado, un pilar de apoyo en la tormenta de los procedimientos legales. La decisión de Fernanda de incorporar a Mayte al grupo no fue solo estratégica, fue una declaración de solidaridad, un testimonio de la fuerza de su vínculo.

Del otro lado, Cucu permanecía sentada con seriedad, con la mirada alternada entre su equipo legal y Fernanda. La sala del tribunal era un escenario de enfrentamientos de intereses, y la mirada de Cucu hacia Mayte transmitía un gran resentimiento. Era un reconocimiento silencioso de la tensión subyacente, de las batallas no mencionadas que se extendían más allá del papeleo legal y se remontaban a un pasado lejano.

A medida que se desarrollaban los procedimientos, se escuchaban testimonios, se presentaban documentos y se desarrollaba el drama judicial. El equipo legal de Fernanda defendió su libertad artística y el derecho a controlar su propia carrera, mientras que los abogados de Cucu defendieron su reclamación sobre la inversión y el apoyo que le había brindado, que fueron fundamentales para su ascenso al estrellato.

Mayte, aunque no era una experta en derecho, fue una fuente de apoyo constante para Fernanda. Su presencia decía mucho y ponía de relieve el lado humano del conflicto. En cambio, la mirada de Cucu hacia Mayte reflejaba una sensación de frustración y tal vez la comprensión de que esta batalla legal no se limitaba a contratos y regalías, sino también a relaciones y lealtades que estaban en juego.

Fuera de la sala del tribunal, la tensión estaba llegando a su punto álgido mientras Fernanda, Mayte y su equipo legal discutían el proceso en curso. El aire estaba cargado de la animosidad residual entre Fernanda y Cucu. La amargura de este último había llegado a un punto crítico, alimentada por la visión de Fernanda y Mayte juntas una vez más.

Mi Primer Amor (Mayfer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora