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De vuelta en el salón, la pregunta no formulada de Fernanda sobre el padre de Fernando permaneció como un centinela silencioso, un tema que ambas sabían que tendrían que abordar a su debido tiempo. Ambas se sentían abrumadas por las complejidades de desentrañar el pasado de Fernanda. Su ruptura y los misterios que rodeaban la paternidad de Fernando eran desafíos que ambas sabían que tendrían que desentrañar.

Mientras Mayte y Fernanda se acomodaban en la tranquilidad de la noche, la atmósfera oscilaba entre la satisfacción y la curiosidad no resuelta. Mayte compartió historias sobre su vida desde que se separaron, y analizó con cuidado los fragmentos de su historia compartida.

Fernanda no pudo evitar reflexionar sobre cuánto había cambiado durante los años que habían estado separados. Pensar en el hijo de Mayte le planteaba innumerables preguntas sobre su propia vida y el camino que había tomado. Era muy consciente de que su reencuentro había abierto una caja de Pandora de emociones e incertidumbres que requerirían tiempo y paciencia para abordar.

Mayte también luchaba con una compleja mezcla de emociones. Había sido la única cuidadora de Fernando durante todos esos años, las circunstancias que rodearon su concepción habían sido un secreto celosamente guardado que había llevado en soledad durante demasiado tiempo. Si había alguna posibilidad de un futuro con Fernanda, sabía que no podrían avanzar sin compartir esta verdad con ella, pero era muy consciente de que una revelación de ese tipo traería consigo su propio conjunto de desafíos.

Mayte amaba a Fernando con todo su corazón, pero se arrepentía y avergonzaba mucho de la conducta que la llevó a quedarse embarazada. En los días posteriores a su ruptura, impulsada por la venganza y alimentada por el whisky, había tenido relaciones sexuales imprudentes por despecho. Inesperadamente, este encuentro había resultado en un embarazo que ella no había tenido en cuenta en la ecuación de su vida.

En su sabiduría, había optado por mantener este secreto que le había cambiado la vida a muchas personas y, en particular, nunca lo había compartido con Fernanda. Había razonado que no era asunto suyo, después de todo, había sido Fernanda la que había roto su relación. El hecho de que se acostara con Fernando Iriarte menos de una semana después, porque sabía que Fernanda no podía soportarlo, era una carga que había llevado sola. Su ira, culpa y autocompasión no resueltas habían quedado guardadas en un compartimento ordenado que nunca se imaginó abrir.

En ese momento, Mayte creyó que había saboteado sin darse cuenta cualquier posibilidad que tenía de volver con Fernanda. Incluso había intentado que las cosas funcionaran con Iriarte por el bien de su hijo, se había casado y no funcionó, pero la realidad era que su corazón solo había pertenecido a Fernanda. Tan atrapada en su situación, decidió que, por el bien de ambas, era mejor que Fernanda no lo supiera. Sin embargo, el peso de esa decisión la había pesado mucho a lo largo de los años.

Se sentaron en extremos opuestos del sofá, sus cuerpos soportaban el cansancio de los acontecimientos del día. La pregunta sin respuesta de Fernanda persistía; ambas sabían que no podían ignorarla, pero ninguno sabía exactamente por dónde empezar. Con una sensación de inquietud, Fernanda, que se frotó torpemente la nuca, exhaló suavemente; su voz era suave y sincera: "Es un buen chico". Era el lugar perfecto para empezar.

Una sonrisa iluminó el rostro de Mayte y una calidez llenó su cuerpo, ella brilló cuando respondió, “El mejor… él es mi mundo entero.” Una palabra más verdadera nunca había salido de los labios de Mayte, porque a pesar de las circunstancias que rodearon su entrada al mundo, Fernando era su todo.

La lámpara de mesa cercana creaba una atmósfera cálida e íntima a su alrededor y los alentaba a acercarse para sentarse bajo su luz. El corazón de Mayte se aceleró cuando tomó las manos de Fernanda con suavidad entre las suyas, sus dedos se entrelazaron con una sensación de familiaridad y anhelo. En ese momento, cuando sus miradas se encontraron, emociones no expresadas inundaron el espacio entre ellas. Fue un momento tranquilo de conexión, un reconocimiento silencioso del vínculo que nunca se había desvanecido del todo, a pesar de los años de separación y las complejidades que estaban atravesando.

El mundo pareció ralentizarse para que pudieran tener esa conversación. Toda la confusión y el caos se dejaron de lado por un momento. Fernanda miró a Mayte con la mirada, buscando respuestas a las preguntas que la habían atormentado desde que su memoria había comenzado a resurgir. Podía sentir el peso de su situación, de los años que habían pasado separadas y la intensidad de su conexión compartida.

Para Mayte, el momento fue emocionante y estresante a la vez. Había anhelado este reencuentro, pero llegó con una multitud de emociones y problemas sin resolver. Sin embargo, el calor de las manos de Fernanda en las suyas fue un ancla tranquilizadora, un recordatorio del amor que una vez habían compartido y una señal de lo que podría ser posible.

Mientras estaban sentados allí, con sus respiraciones sincronizadas, Mayte supo que era hora de enfrentar el dolor de su pasado, hora de compartir su verdad con Fernanda. Pero ¿cómo podría encontrar las palabras para explicar las circunstancias que rodearon la concepción de Fernanda sin causar más confusión y dolor?

Los ojos de Fernanda no se apartaron del rostro de Mayte mientras esperaba ansiosamente la revelación. La habitación se sentía cargada de emoción, su conexión era fuerte y el corazón de Fernanda latía un poco más fuerte por la anticipación.

Mayte respiró profundamente y comenzó a hablar. Su voz temblaba por el peso del secreto que había guardado durante tanto tiempo: "Fer, hay algo que necesito contarte sobre Fernando".

Fernanda asintió con la cabeza, su mirada firme.

Los ojos de Mayte se llenaron de aprensión, pero reunió el coraje para hablar: "Fernando es... um, él es... el hijo de Fernando Iriarte y estamos casados", confesó casi en un susurro.

A pesar del volumen, las palabras le impactaron a Fernanda. Sus ojos se abrieron de par en par con incredulidad y su mente se esforzó por procesar la noticia. "¿Es hijo de ese Fernando y tu estas casada?", repitió con voz frágil y las palabras amargas en su boca.

Mayte asintió con la cabeza y se le llenaron los ojos de lágrimas. —Sí, Fernanda. Fernando es el hijo de Iriarte. ¿Te acuerdas de Iriarte?

Fernanda asintió con la cabeza, su desprecio por el hombre era evidente en su tono. "Sí, recuerdo a ese imbécil misógino de la escuela secundaria. Siempre estaba mirando por debajo de las faldas de las chicas desde debajo de las gradas. Recuerdo que siempre sintió algo por ti..." hizo una pausa mientras los recuerdos parpadeaban y trataba de unir las piezas. "¿Es por eso que rompimos?", preguntó con voz temblorosa. 

Mi Primer Amor (Mayfer)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora